El ruego sí se escuchó

LaCruda

Diez mil personas vieron el regreso de La Cruda en Primavera Rock. Crónica de una vuelta que empezó hace un año.

La posibilidad de volver a ver a La Cruda con su formación original se empezó a construir el año pasado en la previa de la Bienal de Arte Joven de la UNL, cuyo cierre estaba reservado para ellos. Actuar esa noche hubiera sido un poco a las apuradas, había otras cosas que hacer antes: compartir una comida, tomar unos vinos, darse unos abrazos. Mientras se daba la reconciliación, la vuelta daba señales: fue Parteplaneta la banda que, homenajeando al rock santafesino, invitó al Negro González a cantar dos temas de la banda deseada originalmente. “Cuando sentí la energía de las canciones adentro mío pensé: ¡Ahhh!”, le dijo después a Pausa. Abajo del escenario, el Mono Farelli no se animaba a cabecear los cortes de batería que él debería haber estado tocando, pero sí a darse vuelta a ver cómo se levantaba la gente del suelo del Rectorado de la UNL.

Lo siguiente que llamó la atención fue que las bandas de unos y otros iban a compartir escenario (aunque en días distintos) del Litoral Rock, una de las grandes fantasmeadas de la movida en los últimos años. Entre la bronca de ese festival cancelado y las peñas que iban pintando, algunos temas viejos conocieron el estudio y una nueva propuesta para tocar estaba al caer. Cuenta el Negro: “Estaba viendo la posibilidad de un show de Experimento Negro y la misma gente me comenta el interés por juntar a la banda. Me quedé sorprendido la verdad, pero me parecía algo casi natural, un ciclo que se estaba dando”. Eduardo Bavorovsky, subsecretario de Programación Cultural, fue a la carga para que se diera eso que todo un público pedía hace rato. Ya lo había logrado la primavera pasada con Carneviva (a las cuerdas las tocaron Leo Moscovich y Martín Zaragozi); La Cruda puso fecha de retorno.

El sábado 26 de agosto el Mono, Tristán Ulla, Zaraga, Leo y el Negro se volvieron a meter juntos a un ensayo, puntualmente a la sala de calle Junín, la base de operaciones de Martín, el único que no canta mientras toca. Él hace memoria, sugiere ajustes y consulta la cantidad de vueltas a modo de repaso para todos. Así como siempre se encargó de los papeles también supervisa conscientemente la coordinación entre los cinco. Tristán cierra los ojos, hace sentadillas abrazado a su guitarra y pega saltitos con cada acorde al aire. El Mono, un chico jugando maravillosamente con bombo y platillos, guía el pulso frenético de la banda. Leo, el de los dedos aceitados, martilla los riffs y respeta arreglos, abrazado de ratos por el Negro.

La llegada de la primavera se dio con una lluvia prevista y efectiva, así que la cosa pasó para el domingo, con concurrencia bien familiar. Entre los galpones de la Estación Belgrano, un escenario más modesto que otros años esperaba por sus fab five mientras Habla la muda, la ganadora del municipal Concurso de Bandas Escolares, Mastodonte, Alto Vuelo, La voz del pueblo y Nitroplan fueron las encargadas de calentar el escenario. Milton Ifrán, cantante de LVDP, le propuso casamiento a su novia desde el escenario y ella dijo que sí.

A las 20.15 La Cruda subió al escenario y los que llevaron puestas las remeras con las que iban a aquellos recitales empezaron a gritar, saltar y a tirar piñas al aire junto con los que los veían por primera vez. “Tiempo en reversa” fue el primero de la lista, con la voz bastante apagada atrás del bajo rotundo de Zaraga. La guitarra rítmica, casi desvanecida. Después del segundo tema, “Cruda M”, el mismo Negro canalizó el pedido del público e hizo levantar la voz y a partir de “Migral”  empezó a mejorar.

La vuelta de la formación original, casi 15 años después, sonó como si hubieran seguido tocando a escondidas esperando al 24 de septiembre de 2017 para mostrar cómo siguen siendo la mejor banda de rock que puede haber. Desde las canciones más viejas con la desfachatez propia del grunge noventoso que domina La Cruda (disco jamás publicado de 1996) hasta la exactitud del nü-metal de Mente en cuero (de 2006), las letras gozan del beneficio de atravesar épocas al ser puntuales y los sonidos ganan groove y furia gracias a un elemento indispensable para que una banda guste y que no se puede ensayar ni contratar: la química.

“Cruce hormonal”, una fiesta. Adelante había señoras con nenes, fanáticas desde el primer tiempo, un gritón de esos que están bien entabacados y zarpados en porrón, el hijo del Negro pogueando: “¡¿Cuántos años tengo, cinco mil?!”, dijo, después le iba a dedicar “Mago Sol”. Antes de “Perdió”, el Negro instó a cambiar tabaco por flores y habló de las veces en las que los metieron en cana de onda. También pidió por la legalización “aunque sea del cannabis medicinal”.

En “Vida mordida” Zaraga y el Mono hicieron que el bajo y la batería se sienta como palpitaciones en el pecho. El Negro se les unió con su set de percusión, también corrió en círculos, se tiró al piso, saludó a muchísima gente: “Conozco al 80 por ciento”.

El final del show fue todo para arriba: “La voz del limbo”, “Figurado”, “Agua en las bocas secas” y “La tentación”, “la canción que abrió y cerró nuestro primer show”.

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