Me despierto como puedo, dormí poco, pero estoy feliz, el madrugón me lleva al festejo de una biblioteca que cumple 10 años en el delta. No conozco a nadie, pero voy confiada de tener buenos encuentros. Un encuentro con la literatura es siempre un encuentro con gente, con el amor de esa gente hacia la literatura y hacia los otros. Ni bien abro los ojos y abro el celular el día se me amarga un poco, en las noticias de Google aparece como destacada una nota con la cara de una mujer conocida. Que también encontré así, por la literatura, siete años atrás en Santa Fe en un encuentro de estudiantes de letras y lenguas, cuando éramos más jóvenes y teníamos el mismo amor. Conocí a H. en la cola del baño de mujeres (Lacan explica el poder significante mostrando como dos puertas sustentan la segregación urinaria) sé que crucé apenas cuatro frases con ella, no sé bien de qué hablamos, o sí: hablamos de literatura y hablamos de amor. Y sé que ella venía de lejos y acarreaba consigo en ese encuentro todo un contingente de otra provincia, incluida su novia, y recuerdo que limpiaba un mate. Ella no se acuerda de ese encuentro, yo tenía siete años menos y una capacidad entrenada de ser invisible. Hace tres semanas la vuelvo a encontrar en una lectura de poesía, ella venía de lejos otra vez, y yo también. Cruzamos algunas palabras más, supe enseguida que tenía ese mismo motor que le adiviné la primera vez: la literatura y el amor. Me entero de que es poeta, que es militante y feminista ya lo sabía, me entero de que es profe de lengua y literatura también, y que hace rato recorre las aulas. Sé, no por mucho hablar, sino por sentirlo, que hablamos la misma lengua, que creemos y confiamos en las mismas cosas, y que posiblemente también sean parecidas las que nos hagan sangrar. Nada más, y nada menos.
H me escribió hace unos días, para pedirme un poema, el que me escuchó leer esa tarde (a lo mejor de este lado aprendimos a no ser tan invisibles, pero en todo caso esa es una decisión). Le debo el poema pero a cambio le mandé el link de estas crónicas (casualmente, o no, esta nota). No pensé ese día que Ladelengua iba a seguir, como tampoco que la siguiente crónica iba a ser sobre ella. Esta nota es por H, por todos los que creen en la literatura y en el amor. Que son, muchas veces, lo mismo.
Hoy la cara de H. está en los medios, en los de Bahía Blanca y en los nacionales, y esa no es su decisión. Su cara y su nombre. Una historia que habla de ella sin conocerla. De su trabajo sin conocerlo, y de la literatura sin saber de qué se trata. Me atrevo a hablar de H., aunque la vi dos veces y me atrevo a decir: yo la conozco. Y esa historia que cuentan hoy los medios además de confusa y parcial, errónea política y periodísticamente, sé que no habla de H. A H. la acusan de un “escándalo”. Ese escándalo tan importante como para ocupar primeras planas (lo digo con ironía) fue repartir a sus alumnos de secundario, entre decenas de libros, un libro por confusión que contenía groserías. Las “noticias” además están acompañadas de una foto de su cara, una foto borrosa de una (sí una!) página del libro con las groserías, la mayoría misóginas y machistas.
Del libro no se dice nada más, no está la portada, ni quien lo escribió, ni la temática ni nada, pero sí se trascriben las “groserías”, y se cita el nombre y apellido de H. Hay un testimonio, pero no se sabe el nombre del testimoniante. Crónica titula la nota así: Escandaloso libro para nenes: "Callala de un vergazo". Abajo del titular está la foto de H. Minuto Uno titula: “Escándalo con una docente que le dio a los alumnos un texto con groserías sexuales”. Cómo no vi el libro, sólo esa página pixelada en la foto no debo decir nada sobre éste. Pero como creo conocer a H más que estos medios, decido cagarme en el deber e ir hacia el poder. Un poder no machista, no periodístico, sí literario: el de imaginar. Siendo yo también profe de lengua y literatura, dramática y novelera me atrevo a decir que esa página fotografiada con apuro borroso desde un celular posiblemente es una larga lista de ejemplos de frases machistas, que por algún motivo están en ese libro, y ese motivo no es reproducirlas, cómo sí lo hacen los medios que hablan de H, sino analizarlas y cuestionarlas. Quiero preguntarle esto a H, y se lo pregunto, pero no me responde aún porque no está conectada, entonces sigo ficcionalizando e imagino a H en este momento, lejos otra vez de su casa, abrazada entre las 500 mil mujeres que hoy pueblan Chaco. Y espero que eso sea realmente así. Como también espero que el poder de la literatura, el de los docentes comprometidos y el de todas las mujeres feministas sea más grande que el que tiene ahora esta muestrita ejemplar del patriarcado. Esta exposición alevosa de una compañera. Más que el de una foto borrosa de una sola página de un solo libro x. Más que el de un solo testimonio de un solo padre de un solo alumno de los cientos que ya deben haber conocido la literatura a través de los ojos de H.
Hoy muchos alumnos, ex alumnos, poetas, colegas salieron a apoyar a H, a tirarle buena onda. Entre ellos el poeta y docente Mario Ortiz, que puso en palabras lo que yo sentí esa mañana al despertar: Amarga sensación de vulnerabilidad al pensar en qué momento y porque causas pueda aparecer nuestro propio rostro en medio de un escrache y de sumario.
Espero que la literatura tenga más poder que todo el mal periodismo junto. Espero que la literatura tenga más poder que esa verga que nos quiere callar. Por prudencia y respeto H. aún no dijo nada sobre el asunto. Pero, si hoy no es la voz de H, ni son sus notas periodísticas, ni sus posteos de Facebook reclamando la buena aplicación de las ESI, y muchos menos su poesía la recorre los medios de Bahía Blanca y del país es porque H es un cuerpo y una voz disidente. Y eso, sabemos molesta, y es por eso que “hay que callarla de un vergazo”, por torta, por poeta, por creer en la literatura y en el amor. Guardala, chabón, guardala.