Pausa, mano a mano con la cantautora Ana Prada.
La escena en la ciudad no tenía otros actores más que la somnolencia del domingo a la tardecita. La cita era en el espacio cultural Demos, clavado en el corazón del centro santafesino. Ese día y a esa hora los latidos urbanos se detienen. Con esa serenidad de ciudad en reposo aparecieron dos músicos, descargaron sus instrumentos enfundados, saludaron y observaron el lugar donde esa misma noche les tocaba trabajar. Faltaba la mujer de la cita. No tardó demasiado en aparecer. Con la misma calma de los anteriores irrumpió una flaca de rulos tumultuosos con una guitarra al hombro. “Buenas tardes” dijo, y a cada una de las personas que la esperaban las saludó con un beso y un “Hola, Ana”. Así se presentaba, como si nadie supiera que era Ana Prada.
El encuentro con Pausa demoró unos minutos. La uruguaya observó el lugar, lo elogió, acomodó su guitarra, dialogó con los organizadores, preguntó dónde estaba el baño, salió del mismo teléfono en mano y tiró: “Cuando quieras charlamos unos minutos”.
Entre cantante y cantora, le gusta que la presenten como cantora. Y la cantora recordó que hacía un año y un poco más había llegado a Santa Fe con Patricia “Pata” Kramer. “Con Pata estuvimos haciendo Kramer vs Prada, así se llama el dúo que creamos, apelando a la película Kramer vs Kramer”. “Con Pata habíamos cantado juntas hacía como 20 años atrás, ella estudiante de química y yo de psicología, ninguna de las dos estaba pensando en que nos íbamos a dedicar a la música. Hacíamos algunos temas que ella componía y muchos covers con dos guitarras, recuerdo que tocábamos en un bolichito de Ciudad Vieja, Montevideo; nos venía divino, porque además de la experiencia que te da cantar frente al público, nos ganábamos unos pesos, y en ese tiempo de estudiantes nos venía muy bien”, recordó.
La historia musical de Prada, una hija de Paysandú que se fue a estudiar psicología a la capital uruguaya, tenía aquellos comienzos en el histórico barrio montevideano. “Luego llegaron los trabajos grupales”, dijo. Y comenzó su carrera como cantante a mediados de los 90, acompañando a su primo Daniel Drexler en el grupo La Caldera. También integró los coros de Rubén Rada, Jorge Drexler (también su primo) y Lombardo, entre otros reconocidos cantantes uruguayos. A partir de 1998 formó parte del cuarteto vocal La Otra.
Soy
Después de muchos años de trabajo junto a otros músicos, Prada comenzó a tener una búsqueda interna. “Me surgió una inquietud personal para saber qué podía salir de mí como compositora. Yo no me atrevía a ser compositora, ni siquiera bajaba al papel lo que tenía dando vueltas en mi cabeza. Pero después de los 30 años me dieron ganas de hacer un disco sola, para ver qué pasaba conmigo, sin ningún tipo de expectativas, porque todavía la música iba como una cuestión paralela a mi vida. Y empecé a buscar canciones de autores amigos, con temas inéditos de ellos, y en el medio de esas canciones yo compuse otras. Un día en una reunión familiar las canté, y en esa reunión estaba Carlos Casacuberta, un productor y músico muy conocido del Uruguay. Canté un par de temas míos, que eran “Soy sola” y “Tierra adentro”. A Carlos le gustó y recuerdo que me dijo ‘A mí me interesan tus canciones, quiero que vengas todos los viernes a mí casa con una canción tuya’, y así estuvimos un tiempo hasta que surgió el disco Soy Sola (2006)”. Y la explicación de Soy sola se debe a que “es mi primer trabajo solista y a esa cuestión campestre que tiene el disco”.
Muy relajada en la charla, más allá que luego tenía que probar sonido, profundizó en el primer disco. “En esas composiciones salieron aires folclóricos, algo inesperado para mí, porque en todo ese tiempo de mi vida en Montevideo me movía en un ambiente urbano, de candombe, de rock, de murga canción, de música fusión, para nada folclórico. Cuando me empezaron a salir valsecitos criollos, alguna milonga campera, algo parecido a la chamarra, yo decía esto es espantoso, pero Carlos me decía que no, esto es lo lindo, esto es lo interesante”.
En esto de profundizar en sus trabajos, explicó que los otros dos discos “llegaron como un hilván” después de Soy Sola. “Soy Pecadora surgió como canción, sin querer, yo vengo de una familia muy diversa de religiones, con abuelos católicos, judíos y mi abuelo paterno un ateo militante. Pero siempre lo viví con la libertad y respeto que me dieron mis padres (ateos). A mí se me había dado por juntar estampitas porque en todos lados se me cruzaban estampitas, y las empecé a guardar durante algunos años. Se ve que tenía una necesidad de fe en ese tiempo. Las tenía a todas en una agenda, cuando todavía no estaba todo en un teléfono, y estaba cocinando en casa con una amiga y cuando estábamos hablando hago un movimiento y sin querer tiro la agenda y vuelan las estampitas, y ahí digo ‘¡Uy, soy pecadora, los santitos huyen de mi agenda!’ Y Elvira Rovira que estaba ahí me dice: ‘Esta es una frase para una canción, agarrá el cuadernito y anotá’. La escribimos y a la noche salió la música”. Y ahí fue como decidió quedarse con el título de esa canción como título del segundo disco, en línea con el primero.
Para terminar con la trilogía de “Soy”. Prada le dijo a Pausa que “ya el tercero, Soy Otra, fue más pensado, y en lo personal ya era otra”.
Mientras la charla hacía su propio camino, la tardecita de domingo le daba lugar a la noche y en el ambiente sólo se respiraba música.
La entrevista, en ese camino autónomo, también circulaba por las curvas de las canciones. “Lo que uno vive en los primeros años de su vida es muy fundante, yo viví en una casa muy musical, mi papá siempre tocaba canciones folclóricas, con mucha influencia del folclore argentino, pero además el nuestro, el uruguayo y el latinoamericano”, así se refirió al encontrar una respuesta al surgimiento de su estilo musical.
Siguiendo esta línea, aseguró que descubre “otro universo musical en Montevideo, la murga, el candombe y toda esa mixtura de ciudad puerto”. Luego de repasar su camino, de recordar que en la adolescencia –en Paysandú– decía con sus amigos “vamos a comprar algo de rock nacional” y eso era Charly o Fito, “purito rock argentino”, Prada se autodefinió como “el producto del coctel musical uruguayo”.
—¿Cuando te diste cuenta que quedaba atrás la psicóloga para darle lugar a la cantora?
—La música anduvo en paralelo con la psicología, me ayudó mucho a la hora de componer, me ayudó mucho, desde la música, a trabajar con talleres de canto colectivo para adultos mayores, la psicología era lo importante y la música era una herramienta. Cuando terminé de estudiar ya estaba metida en la música, con muchas propuestas, con viajes y tuve que dejar de trabajar con los talleres de canto. Naturalmente se me fue dando lo de la música, pude sobrevivir con todo esto y hoy estoy muy agradecida con mi trabajo. Pero fue un momento importante en mi vida, donde tuve que tomar una decisión difícil, porque tomar una guitarrita y salir a andar era como dar un salto al vacío.
De futuro y de ronda
El futuro musical de Prada no sabe de destinos ni techos, pero en lo más cercano la uruguaya piensa en plasmar una serie de canciones junto a Patricia Kramer en un estudio de grabación. Además le adelantó a Pausa que tiene que terminar de componer algunas canciones para darle forma a un próximo disco, “espero que el año que viene arme una gira con el disco bajo el brazo”. Y también aseguró que “no se llamará Soy, la trilogía ya está, basta con la autorreferencia”.
Va de ronda es el espectáculo que pasó por Santa Fe el domingo 24 de septiembre, y la propia Ana se encargó de explicar de qué se trata. “La gente se abre mucho conmigo en los espectáculos, participa mucho, entonces quería ver qué pasaba al romper esa barrera del escenario, meternos entre la gente y buscar eso de cantar juntos todo tipo de canciones. Es un show bastante interactivo desde ese punto de vista”.
“¡Salud Ana!”, se escuchó una voz desde una mesa del fondo, la flaca enrulada elevó su vaso, las canciones se expandieron en el cemento de Demos y la música se hizo lunes.