Rodrigo Barba lanzó su primer libro.
Me fui a Paraná a hacer mi debut como entrevistador. Me esperaba Rodrigo Barba, humorista gráfico santafesino cuya obra fue realizada toda cuando ya vivía del otro lado del túnel. Cambió la masita por la galletita y los pibes por los gurises. A pesar de ello, sigue siendo mi gran amigo. Doble riesgo entonces: que la entrevista no satisfaga a los lectores porque, por conocerlo al entrevistado, obvie información relevante. Pero mucho más me importa defraudar a mi amigo ya que no quiero ni exagerar ni mezquinar elogios porque, además, lo admiro como profesional.
La excusa es su primer libro: El tercer mundo de Barba / 1, publicado por Editorial Jirafas de Paraná (que también debuta como sello) y que hace algunas semanas se presentó en la Feria CrackBangBoom!”, en Rosario.
“Es un libro muy político porque el humor político es un terreno que me es cómodo. Además publico en tres medios que son muy políticos -la web de Pausa, Acidez de la Actualité, suplemento de humor de la revista Análisis, de Paraná y el fansite Alegría de alcance nacional. Esto no significa que todos los chistes sean de política actual, pero la cuestión política atraviesa todo el libro”, es una descripción general que él mismo hace de su ópera prima. Hilando más fino, detalla que es “muy político en tanto partidario y en tanto cosmovisión del mundo. Es un humor que pretende hacer un análisis y crítica a algunos de los pilares de una cosmovisión hegemónica. El humor tiene que tirar contra los de arriba. Tiene que romper con el sentido común porque no hay nada más hegemónico que el sentido común; y el humor está todo el tiempo cuestionando el sentido común. Y ese es el humor que respeto. No siempre me gusta, pero es el que respeto. Este libro busca eso. Es una compilación de mis chistes de 2015 y 2016.”
Barba empezó a dibujar en 2012, año en el que se muda a Paraná. “Estoy un año sin trabajo y ese año a mí me marca un quiebre. Al estar tanto tiempo al pedo, al sentirme un poco frustrado empecé a buscar otros caminos desde el lado humorístico. Me di cuenta de que había un montón de chistes que no tenía otro modo de plasmarlos que no sea el humor gráfico. Fui a una librería, me compré un cuaderno, un lápiz y empecé a hacer palitos, rayitas y redondeles. Ahí empecé a dibujar los chistes. Y me propuse ser humorista gráfico, sin saber cómo me podía ir. Pero me propuse plasmar mi humor a través de lo gráfico”.
Su primer encuentro con el humor vino de la mano de un cuento que leyó en público en su adolescencia y que generó en él algo que produjo el quiebre: “Provocó muchas risas en el público. Yo siempre fui un tipo muy tímido y me gustó mucho la sensación de decir algo y que la gente se riera. Eso me pareció maravilloso. Ahí empecé a ver lo lindo que era ese halago a la inteligencia que es el humor. La búsqueda de la sorpresa intelectual que es el humor”.
Así empezó a delinear una grafía que hoy ya es marca registrada. Sin embargo, él sostiene que el dibujo no es su fuerte, tal como en sus inicios se lo dijera Maxi Sanguinetti, dibujante entrerriano que escribió uno de los dos prólogos que tiene El tercer mundo de barba (el otro prólogo lo escribió Gustavo Sala). “A mí Maxi me dijo algo en mis comienzos que me marcó para el resto de mi trabajo. Yo sentía que mi debilidad era el dibujo y eso me hacía sentir mal. Y ahí Maxi me dice: ‘Loco, tu fortaleza no está en el dibujo, está en el mensaje. Entonces, ¿para qué querés esforzarte en algo que no es lo que vos buscás tampoco?’”. Barba coincide con su consejero: “mi gran potencial no es el dibujo, sino las ideas que se materializan y significan algo a través de mis viñetas”. Eso es también producto de su formación como comunicador social, asegura. Dibujos como el Marx disfrazado de Madonna cantando “We are living in a material word”, el “Nietzscherati” recitando “Nena, nunca voy a ser un superhombre” o “Heidigger”, una niña saltando por las praderas preguntándole al abuelito por la pregunta por el ser son testimonios claros de ello.
Le pregunto por los pilares de nuestra cotidianeidad que veo en el libro también deconstruye, y que, en apariencia, no tienen que ver directamente con lo político. Por ejemplo, hay un chiste que habla del “fluir” como filosofía de vida que, en realidad, es “me tapa la mierda, pero no importa”. “Lo que yo fui descubriendo repasando el libro es que se nota mi formación de comunicador. Porque es una constante crítica a lo hegemónico, a las instituciones consolidadas, a los discursos dominantes. Ese chiste es una crítica a ese mensaje nuevo que hay, onda New Age, que dice que los problemas están dentro tuyo, no fuera; y entonces la solución está dentro tuyo… sos vos el responsable de tu vida y el contexto no tiene nada que ver. Eso es arte afirmativo, ¿entendés? Un arte que te dice que no hay que cuestionar las condiciones de existencia. Y ese chiste, que no parece político, es recontra político, Lo es porque atenta contra un status quo.
—¿Por qué “el tercer mundo” de Barba?
—Porque tenía que ponerle un nombre al espacio en el que publicaba mis dibujos. “El mundo de barba”, me parecía estúpido, muy obvio. A ver… tengo un primer mundo que es el mío, el personal; el fuero íntimo. El segundo mundo es mi vida privada: mis amigos, mi pareja, mi familia. Y el tercero es el público: lo que quiero mostrar, mi obra. Pero hay otra cuestión. Me atrae la frase “tercer mundo”. Vivimos en un país que siempre fue denominado por otros. Cuando nosotros nos decimos a nosotros mismos tercermundistas, nos estamos denominando como otros nos denominaron. Y esto de considerarnos tercermundistas atraviesa nuestras percepciones. Y yo, dentro del dibujo y siguiendo la metáfora, me considero un tercermundista. Y como el humor gráfico, dentro de los medios, siempre fue relegado a la periferia, a los márgenes, a la última página, al “haceme un dibujito que te lo pago cuando quiero”, es el tercer mundo de la comunicación social.
Por esta preocupación, quizás, de ser autor de un “arte negativo” dentro de una cultura afirmativa, como diría Herbert Marcuse, dice que muchas veces dejó de publicar algunos chistes porque “se burlaban de los oprimidos y no de los poderosos, y ese es mi límite. El famoso límite del humor, para mí, es ese”. De todos modos, aclara esta cuestión: “No hay un tribunal que te diga (y pone tono de académico solemne): ‘Bueno, sí, a ver… de esto usted no se puede reír’. No hay límites. Hay personas estúpidas y personas no estúpidas. ‘Para que un hecho artístico se produzca es necesario que se parezcan el artista y el que consume su arte. Entonces, si el chiste es miserable, el que se va a reír de eso también es miserable’, decía Dolina”.
—¿Y quiénes son esos lectores que vos crees que se parecen a tu arte?
—El libro está dedicado a esos lectores que no les gusta que les den la comida masticada. A esos tipos que cuando consumen algo, quieren hacer trabajar un poco la cabeza. Quieren completarle el sentido. Ser parte de esa obra. Yo trato de no decir todo en mis chistes. Rescatar a la persona algo de su formación, de su enciclopedia, de lo que lo hace rico intelectualmente y ponerlo arriba de la mesa y tirárselo en el chiste. Y que la persona se sienta halagada por eso. Quiero el lector vea el chiste de Marx y Madonna y sea él, el que con sus conocimientos previos, linkee la relación que existe entre el materialismo histórico y la canción de Madonna. Yo trabajo con esa famosa premisa de que el humor es poner algo donde no va. Es vestirlo a Marx de Madonna.
“¿Sabés qué quiero que se reproduzca en el lector?”, me pregunta él a mí ahora. “El mismo momento placentero en el que se me ocurrió el chiste a mí. Que reviva lo que yo viví cuando hice clic. Desde su formación, por supuesto. ¿Por qué?”, parece que se lo pregunta a él mismo, porque se queda pensando en por qué dijo eso y mirando para arriba. Se le nota ese placer del que habla, porque al parecer él está descubriendo, en ese momento, lo que él quiere de su obra. Está reviviendo, o verbalizando, ese placer. “Porque yo estoy muy orgulloso de la formación que tengo. Y si a mí hubo un mecanismo que me activó a juntar dos conocimientos totalmente disímiles; a juntarlos, a unirlos y a tener esa especie de pequeño orgasmo de decir ‘mirá, se me ocurrió esto’, me acerca al lector, me hace sentirlo un par. Y ahí se produce un hecho artístico feliz”.
Y eso que él quiere y logra está plasmado en 72 páginas full color, que contiene humor coyuntural y perdurable a la vez. El tercer mundo de Barba es un libro que se puede leer dentro de unos años y se va a volver a disfrutar. Está compuesto por chistes autoconclusivos. No hay tiras ni personajes. Tampoco, dice Barba, nos vamos a encontrar “con algún perro o un gato que esté presente en todas las viñetas”. Cuesta $150 y se puede conseguir, por el momento, vía Facebook en la fansite El tercer mundo de Barba o con Rodrigo Barba y Facundo Belgradi (el editor). Pronto estará disponible en librerías de Paraná y Santa Fe.
“Es eso es un libro con mucho volumen”, dice Barba. “Tenés mucho contenido pop también. Te vas a encontrar desde Marx hasta Volver al futuro; Vas a encontrar un chiste del arbolito de navidad y otro de Peter Pan”. En definitiva, es un muestrario de lo que el mismo Barba es, desde la tapa: él mismo desnudo en una pileta persiguiendo un anzuelo que tiene como carnada un ticket de envase.
“Barbamind” podría ser la tapa a un trazo que, con el tiempo, se convertirá en un clásico.
La actualidad y la función del humor
—¿Es más fácil hacer humor político durante el macrismo que durante el kirchnerismo?
—Lamentablemente, es más fácil hacerlo ahora porque hay más dolor. El humor, cuando hay dolor, viene a descomprimir. El humor debe desacralizar las cosas. Cuando el dolor está tan instalado; cuando el dolor es el denominador común de una generación, el humor viene a romper eso. Es tan monolítica la cosa que la única manera de entrarle, de desentrañar eso que está tan oculto es el humor. Esa es la función del humor. Y en las sociedades más dolorosas, en los peores momentos, surgieron los mejores humoristas, me parece a mí. Es muy sencillo, lamentablemente, por lo que estos tipos son…
Y continúa con otras reflexiones sobre la función del humor en la actualidad: “Hay humor para todo también. Yo no creo que se pueda hacer humor ‘a favor’. Siempre es en contra de algo. Como dice Dolina: el tango que dice ‘qué linda que es mi novia’ no es un buen tango. Bueno, lo mismo pasa con los chistes. Ahora, lo que pasa es que es tanto lo que hay… todos los días es una nueva. Pero ojo, porque ahí también hay una complicación para el humorista gráfico. En un contexto como el actual es como que estás obligado a hacer humor político porque hay cosas ante las cuales no te podés quedar callado. Y hay una presión que tengo yo a veces que es muy fea. Si hago un chiste que no tenga nada que ver con lo que pasa hoy, temo quedar como alguien que avala lo que está pasando; que omite denunciar lo que está pasando. En ese sentido, cuesta mucho salir del humor político porque estás pensando permanentemente en lo que está pasando en la actualidad”.