Entrevista al actor y director Osqui Guzmán.
Osqui Guzmán dice que “la improvisación está en el ADN del actor”; será por eso que cada tanto vuelve a sus orígenes. Con la obra Fugaz, pura comedia improvisada, pudo hacerlo. La obra, que Guzmán interpreta junto a Leticia González de Lellis, será la encargada de bajar el telón de la edición 2017 del Argentino de Artes Escénicas de la UNL. La cita es el sábado 11 a las 22.00 en la Sala Mayor del Teatro Municipal (San Martín 2020) con entrada libre y gratuita.
Pausa dialogó con Osqui Guzmán sobre el fenómeno de la improvisación en el teatro y cómo fue pensado su espectáculo: “Fugaz surge luego de hacer El Bululú girando por todo el país, después vinieron dos años de gira con Toc Toc y finalmente nos dieron ganas de volver a este lugar de origen, que tanto nos llama. Esta es una obra con el ingrediente esencial de la improvisación. Para nosotros es importante remarcar esto porque la improvisación es lo que nos fundó. Desde que nos conocemos con Leticia, hace 25 años que hacemos improvisación, dando clases, formando grupos, participando de Mundiales de Improvisación; dimos clases en Italia, Colombia, Perú, siempre tuvimos un contacto fluido con el género”.
Lo inicios de Osqui en la improvisación pueden rastrearse, allá lejos y hace tiempo, en el grupo Sucesos Argentinos. Luego aparecería QR (Qué Rompimos), grupo que Guzmán dirigió por más de diez años. “Hicimos todo un trabajo de crecimiento interno, si bien la improvisación se mantiene limpia en su estado genuino, nosotros vamos creciendo y cada vez le vamos aportando más al acto de improvisar”. La improvisación, en palabras del actor, es el teatro del presente y permite cierta flexibilidad que los esquemas tradicionales quitan: “Ayuda al espectador y al artista a encontrar el teatro del presente. Eso es lo que mas nos motiva: no dormimos en un esquema fijo de producción, no nos endurecemos, no estamos siempre al servicio del agrado de espectador, sino al servicio de lo que tenés en ese momento que decir como artista”.
—¿Existe una técnica para la improvisación?
—Sí. Y es una técnica muy precisa, que se entrena, que nace a fines de los 50 y principios de los 60 de la mano de Keith Johnstone, un canadiense que vivió en Inglaterra y descubrió que los actores de su grupo preferían discutir más la obras que ensayarlas, entonces empieza a trasladar a los ensayos algunos ejercicios que había hecho con pacientes que tenían trastornos mentales o de personalidad. Empieza a trabajar con “yoes de aceptación”, a crear juegos; trabaja con el decir sí, la creatividad, la redacción de la historia espontánea. Todo para empezar a tomar el teatro, como debe ser, desde el cuerpo. El teatro es una idea a la cual hay que ponerle el cuerpo. Descubrió así con su grupo que podía armar obras de teatro espontáneas que el público diga un tema y ellos empezaban a improvisar. La técnica está basada en el desbloqueo. De chico nos enseñan el no: no toques, no cruces, no lo hagas. Entonces, la educación te lleva a prender todo con el no, en cambio esta técnica te enseña el sí, a desbloquear. Hay que abrir puertas y ver qué pasa, porque ahí está el espacio de creación, de libertad, ponerse en riesgo con la propia creatividad. Conocer ese momento de peligro en la creación y eso va entrelazándose con la capacidad de contar historias.
—Trabajar con la improvisación no es algo nuevo en su carrera. Ya vino dos veces a Santa Fe con El Bululú y ahora podremos disfrutar de una obra de improvisación.
—La improvisación es lo que nos fundó. Arrancamos con el grupo Sucesos Argentinos, luego estuvimos diez años con el grupo en que dirigía y actuaba QR (Qué Rompimos). Hicimos todo un trabajo de crecimiento interno, vamos creciendo y cada vez le vamos aportando más al acto de improvisar. De alguna manera para nosotros es encontrarnos con los artistas que somos en este momento. La improvisación ayuda al espectador y al artista a encontrar el teatro del presente. Eso es lo que más nos motiva. La improvisación trabaja completamente con el subconsciente. No trabaja con lo que querés mostrar sino con aquello que se guarda en tu subconsciente y cuando empezás a improvisar aflora y se convierte en un hecho teatral.
Leticia González de Lellis y Osqui Guzmán protagonizan Fugaz, pura comedia improvisada en el Teatro Municipal.
—¿La improvisación implica siempre un intercambio con el público? ¿Cómo se maneja esto en Fugaz, pura comedia improvisada?
—Puede que sí, como no. Con QR nos propusimos alimentar la improvisación y llevarla más a un costado teatral y no de show como venía siendo; cada vez más evitamos ese contacto con el público y fue toda una experiencia de crecimiento importantísima hacia el adentro, hacia la construcción del teatro de improvisación. Aprendimos, por ejemplo, que el público puede participar tirando títulos no como desafío pero sí como propuesta artística. El público en esta obra, Fugaz, sugiere deseos, sueños, ideas y las pone en una urna y nosotros nos alimentamos de ese material para crear, no para desafiar al espectador. El enfoque es distinto; no hay desafío, no nos movemos como competidores en escena entre nosotros, sino como artistas que están creando un momento único de teatro, algo que no va a suceder nunca más. El teatro siempre se maneja en ese estado de presente, por eso es rico. Lo que pasa en una función no pasa en otra. Pero la improvisación además tiene un condimento extra a ese momento presente que es como lo que pasa con los vinos cuando tienen una “denominación de origen”: esto es de acá y no es de ninguna otra parte. El público va a ver esa noche una función que otros espectadores no van a ver nunca, no van a pasar la experiencia que pasó esa noche, ya que el público es parte del argumento de todo lo que sucede aquella noche.
—¿Cómo surge Fugaz?
—Queríamos armar algo con lo que traíamos como bagaje de construcción de obra, de propuesta escénica a nivel estético y conceptual, entonces empezamos a pensar en Fugaz: un teatro que pasa pero es inolvidable. Lo pensamos en el sentido de una estrella fugaz, cuando uno la ve se siente afortunado, siente que es parte de un tesoro que tiene que ver con el universo, sentimos que algo nos tocó, nos movilizó. Es aquello pasajero pero que perdura. Y la improvisación que nos gusta hacer juega apasionadamente y está basada en un completo acto de entrega del cuerpo del actor tiene ese condimento fugaz. Así surgió esta historia de estos dos comediantes que se juntan a improvisar cada tanto, para recordarse a ellos mismos que esos momentos son fugaces pero únicos e irrepetibles, hay que vivirlos plenamente y finalmente se despiden nuevamente para emprender el viaje infinito del eterno retorno, este lugar donde siempre volvemos. Es el viaje circular que se hace con la fluidez de los actos, cuando el acto va y viene entre el espectador y el artista, no es un tesoro, el arte como algo inmóvil: el artista al que hay que ver y no hay que interrumpirlo porque crea. No se trata de eso nuestra propuesta, sino de que la creación nos pertenece a todos, por eso involucramos al público, le pedimos un tiempo para improvisar los títulos, es esfuerzo para pensar y jugar con nosotros, que cuando improvisamos somos dos personajes que están en el presente absoluto y luego somos los dos viajeros del tiempo.
—¿Por qué hay una relación tan estrecha entre la improvisación y la risa?
—Por la espontaneidad. La espontaneidad nos hace reír. Como cuando estamos frente a un bebé... Es gracioso porque es espontáneo. Sus movimientos lo son porque está conociendo el mundo. Cuando uno es un improvisador y se conecta con ese lugar de creación de espontaneidad sucede lo mismo. Cuando ve a alguien libre, y ve todo lo que hace espontáneamente, inevitablemente uno se ríe. Siempre decimos que con la improvisación no estamos haciendo un espectáculo de humor. Las clases de improvisación no son para estudiar técnicas de humor. En todo caso estará más cerca de la comedia, pero no es humor. La improvisación te conecta con ese lugar de espontaneidad del que te reís a veces por el escándalo de lo que está pasando, por lo grotesco del asunto aunque sea algo tremendo.
—¿Por qué cree que se considera a la improvisación como un género menor dentro del teatro?
—Porque no se la puede calificar. La crítica, por ejemplo, ¿qué puede hacer sobre un espectáculo que no va a ser siempre igual? No le quedaría más que hablar del público. ¿Pero qué va a hacer el crítico, va a criticar al público? Desde el lugar de la especialización, no hay lugar para la improvisación y dudo que la haya. Hay libros antiguos que dicen que los mejores momentos tanto de Beethoven como de Mozart fueron cuando los vieron improvisar. La improvisación no es algo que inventamos sino que existe hace muchísimos años y es parte del artista con su publico, entonces en ese puente no existe lugar para los especialistas. Con la academia en la Edad Moderna todo el arte se especialista. Antes un actor era todo: escenógrafo, cantante, bailarín, actor. Pero con la especialización todo se divide: uno dirige, uno es dramaturgo, uno baila, y ninguno tiene que tocar la profesión del otro. Entonces un improvisador no entra dentro de esos esquemas, por eso siempre se sale, diverge del camino común. Por eso se la considera como un género menor, es imposible de captar y analizar. El oficio del actor nace con la Comedia del Arte allá por el siglo XVI, sus personajes eran arquetipos e improvisaban. La improvisación está en el ADN del actor.