Crónica y baile en la 2ª Fiesta Nacional de la Cumbia Santafesina.
No hay tanta movida en Avenida Blas Parera como uno pudiera imaginarse por lo que está pasando esta noche. Un largo campo de luz blanca, relleno con postes de luz y distribuciones confusas de sus cordones y semáforos, casi que vacío de gente, por lo menos, hasta llegar a la rotonda del Hipódromo. Ahí ya se empiezan a ver algunos pibes revoleando remeras para que los autos se estacionen bajo su custodia con honorarios a voluntad del conductor o de su copiloto.
Ya encarando por Circunvalación hay algunos operando filas larguísimas de motos, uno lleva puesto un chaleco rojo de la CTEP al revés. Un grupo de sombras le grita, desde debajo de un árbol, a un hombre que pasa en bici: “¡Eh, abuelo!”, el hombre se enoja y frena unos segundos para bolacearlos, las sombras responden con risas. Unos 50 puestos de comida pegados unos a otros, regenteados por familias. Uno es todo anaranjado: los chizitos, las rueditas, la Secco, la conservadora también, aunque su tapa y su manija son blancas, como las latitas de porrón formadas delante en la mesa, cual primera vedette.
Recién a unos metros se empieza a escuchar qué pasa adentro, el escenario está espalda con espalda respecto al resto de la ciudad. La cumbia, como siempre, hundida en lo más íntimo, está predestinada, es inevitable. Cada cinco o seis metros hay un grupo de policías aguantando la mirada, de todos los colores: negros, verdes, azules, naranjas, amarillos. También están las camionetas rojas de los bomberos. Los oficiales en el campo son más bien jovencitos, mientras que los de adentro son más viejos y petisos, andan mucho por las escaleras y están de camisa celeste.
Los Libres de Santa Fe con su cumbia de guitarra toca para toda la gente que no estaba afuera, fácilmente podrían ser 15 mil siendo casi las 22.00. A ojo, mitad agrupados con amigos, mitad en familia, haciendo ronda alrededor de los más chiquitos que se quedaron dormidos, la almohada es una campera de mamá.
La voz de Diana Ríos, otrora corista de Leo Mattioli y Coty, ya llega a los nenes que están durmiendo y a los que la cumbia les empieza a entrar desde el sueño. Alrededor de las 23.30, con Carlitos Román como animador, se proyectó un clip con fotos de músicos fallecidos, entre los que se destacaron el León, claro, y también el Abuelo Raggio, ex bajista de Tropical Santa Fe y Los Palmeras, fundador de Grupo Alegría en 1976.
Justamente un ex cantante de Alegría llegó para actuar a la medianoche: Coty hizo lo que hasta ese momento ningún otro cantante, adueñándose del escenario y despejándolo de intrusos del tipo asistentes, animadores y otras gentes. Su entrada fue con un repaso por su discografía hilvanando sus títulos, todo en un off de su voz. “Yo me encargo también de las propuestas de escenografía y vestuario”, dijo al respecto de su ropa y del despliegue de unas placas que interactuaron con él. Después de una etapa más romanticona, Coty volvió a la raíz: así, uno de los puntos más altos de su show fue el enganchado entre “El segundo en tu vida/Qué precio tiene el cielo”. El cantante se quebró escuchando a la gente corear.
El campo casi que no da más de gente. En las tribunas sí había espacio, muy distinto al domingo, el cierre a cargo de Los Palmeras con la Filarmónica sería la razón más obvia. Lo que sí se vio con menor movimiento fue la cantina, que durante la primera luna tuvo montado un recorrido por la historia de la cumbia santafesina, con buenas imágenes de archivo y un texto de más fiel a Wikipedia, pero que a la segunda ya fue dislocada para aprovechar la vista de las ventanas que esta información bloqueaba.
El domingo 5 de noviembre se cumplieron 25 años de la muerte de Martín “Chani” Robustiano Gutiérrez, el correntino que le da motivo al Día de la Cumbia Santafesina y que es recordado por haber bancado parte importante de las grabaciones de los primeros discos de los primeros grupos. La cumbia testimonial de Yuli y Los Girasoles y el erotismo de Grupo Trinidad fueron bien celebrados, finalmente, después de décadas haciendo música en un ambiente mayormente precarizado. O por lo menos así lo siente Mario Álvarez, director de Trinidad, charlando con Pausa: “estoy contentísimo realmente, celebro este festival porque los grupos chicos y de otros lados como Villa Constitución (La mini band) o Reconquista (Sergio Petroli). Hace mucho tiempo que estábamos esperando una posibilidad de hacer shows tan grandes acá en Santa Fe, algo que todavía es nuevo para nosotros. Pero no nos olvidamos lo que nos costó, aún desde aquellos días en los que todavía Leo (Mattioli) cantaba con nosotros y hacíamos cuanta fecha hubiera porque, si no, no había para comer”. En la previa, la Fiesta se movió por otros cinco puntos de la provincia, en los que varias bandas de esos puntos llegaron a la fecha central.
Algunos personajes de la política también pisaron el escenario, como la ministra Chiqui González y el senador Emilio Jatón –que se sumó a la preguntade muchas bandas “por las mujeres solteras”–, que no perdió oportunidad de sacarse una foto con otro concejal electo: Marcos Castelló posó junto al ex Notitrece cuando terminó el show de Kaniche.
Rubén Carughi se paró al filo del escenario cuando el Hipódromo no daba más (“25 mil personas”, arriesgó Carlitos Román, de pantalón y camisa negra, saco rojo) y en él se manifestó el placer de conjugar violines y tubas con timbal y acordeón. Nunca antes vista la gracia con la que el maestro movió su batuta, saltando y cantando al son de la cumbia. En el campo se ven remolinos de a dos, una nena con los brazos en V, a un policía haciendo fuerza para no cantar.