Las ventas de entradas para el cine están por el suelo. Tras la caída en términos absolutos en 2016 se suma una merma de 2017. 

Estarán dando otra vez positivos los números de la macroeconomía, pero encontrar una traducción en el bolsillo se hace difícil. A las bajas notorias en las ventas de lácteos, carne, vino o cigarrillos –todos consumos que se dejan por obligación de la malaria o de la salud–, los datos sobre la cantidad de espectadores en los cines argentinos que provee el Incaa dan un elemento más al cuadro. Copiamos aquí la representación gráfica interactiva que ellos publican en su propia web

 

Las cifras anteriores al 2017 corresponden a la cantidad de entradas vendidas en todo el año. Aun así, los datos están actualizados al día a través de las declaraciones juradas y resta diciembre, un mes en el que no se cortan más dos millones y medio de entradas, sacando notables excepciones. Así, 2017 cerrará por debajo de 2016 y de 2015, y no hay ninguna seguridad de que no tenga una peor performance que 2013.

No es necesario ser un analista de datos para observar qué sucede con el cine y sus espectadores. Basta señalar cómo se puede observar que la cadena Cinemark de Santa Fe suele correr cada vez más seguido –casi de forma permanente– su puesto de venta de entradas a la zona de venta de pochoclos y afines, logrando que menos empleados y más flexibilizados lleven adelante las tareas por el mismo costo.

 

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