El cine santafesino, especialmente de autor, está recuperando el tiempo en cuanto a la producción de ficciones respecta, aunque su tradición documentalista no está siendo olvidada. Su postal en común: el río. En noviembre del año pasado se estrenó El silencio, una historia de Arturo Castro Godoy, director venezolano formado y radicado en Santa Fe. Esa vez fue en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en el que recibió una mención especial; mientras que fue en marzo cuando llegó a los cines locales esta historia que versa sobre Tomás (Tomás del Porto), que con 17 años se entera de que va a ser padre y no tiene mejor idea que intentar reencontrarse con el suyo, que lo dejó cuando era muy chico.
Un actor se repite en aquella película y en Cauce, la dirigida por Agustín Falco: se trata de Alberto Ajaka. Esta película recurrió a ficcionalizar un contexto bastante verosímil como lo es un despido por efecto de apertura de importaciones, escenario que se va oscureciendo con situaciones como que te agarran tomando pala en el cumple de tu suegro o yendo de madrugada hasta la isla a dejar unos bolsos con guita. Le dijo Falco a Pausa: “se le está dando (al cine) más prioridad a su utilidad comercial que a su potencial cultural, esta película no se hubiera conseguido sin la fuerza de un grupo”.
Ya en diciembre, desde la panza misma del ISCAA salió 65-75 Comarca Beat, un rockumental de Alejando David acerca de la década fundacional del rock santafesino. La producción es el gran trabajo de un excelente equipo, Marea Doc, en el que se recopilan testimonios valiosísimos (algunos que serían imposibles hoy), quizás superados por el valor de sus archivos fílmicos: Manal en el Parque Garay y Virgem en el Teatro Municipal en 1973.