Evolución de la homosexualidad en un mundo de cambios, por el sociólogo Ernesto Meccia.
En julio de 2010 Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en aprobar el matrimonio igualitario. Hasta ese momento sólo otros nueve estados en el mundo tenían una legislación como esa. Hoy ya son 26.
El camino para llegar a esa histórica madrugada del 15 de julio en que finalmente una gran parte de las y los ciudadanos del país accedían a un importante derecho, fue de lucha, dolor y supervivencia.
¿Cómo era ser homosexual antes de 2010, en los 80 y en la dictadura? ¿Cómo fue ser homosexual cuando no había posibilidad siquiera de pensarse viviendo fuera del closet? ¿Cómo ven, sienten y viven esos cambios esos homosexuales? El escritor y sociólogo Ernesto Meccia busca, escucha y ensaya algunas respuestas en su libro El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia (Ediciones UNL/ Eudeba - 2016) que fue reeditado y ampliado este año.
“Hice unas 75 entrevistas a hombres de entre 45 y 77 años”, comenta Meccia. “Es muy lindo preguntar sobre el cambio a quienes nunca pensaron que el cambio iba a ocurrir. Cómo se podía contar el revés inesperado al infortunio, gente que no tenía idea de que algún día podía haber matrimonio, adopción”.
Estos varones, la mayoría de ellos de Capital Federal y alrededores, cuentan la historia, su historia, y a partir de esos relatos Meccia identifica tres momentos: el período homosexual –al que llama antiguo régimen–, el pre-gay y el gay.
“Ese antiguo régimen se mantuvo bastante quieto hasta 1983. A partir de allí comienzan a aterrizar en los países latinoamericanos los cambios que venían con el orgullo gay que había nacido en Estados Unidos a fines de los años 60”, explica el autor. “Tenemos ese contexto político-cultural que estaba en marcha, pero también la reapertura democrática. En 1984 se crea ya la Comunidad Homosexual Argentina y cinco años después había unas 30 organizaciones en Capital Federal y algunas otras ciudades. Ahí se da el quiebre del antiguo régimen y comienza lo que yo llamo una etapa pre-gay, muy marcada por una especie de imperativo político que era la visibilización, había que sacar a la superficie la Nación, hacer visible aquella identidad atacada, mostrarse como diferente y en esos términos resistir. En esta época también fue importante el sida, que operó como un visibilizador involuntario. La era gay es la actual, y tiene que ver con la conquista de derechos ciudadanos más sustantivos, como la ley de unión civil primero, el matrimonio después y la ley de identidad de género”.
Estos últimos homosexuales, de quienes Meccia recupera sus relatos, provienen de ese antiguo régimen, de un mundo donde era pesado vivir como homosexual, que estaba lleno de humillaciones y ocultamientos, en donde aprendieron a ser homosexuales y a sociabillizar como tales. Un mundo que cambió casi de un día para el otro.
—¿Cómo operaron esos tiempos y esos cambios?
—Hablo de que el tiempo no para porque cuando ellos eran jóvenes no estaban regidos por el mismo calendario que nosotros, el tiempo de ellos era un tiempo que estaba parado. Hay gays que se sienten viejos antes de tiempo, y esto a algunos les pasó porque, por ejemplo, los agarró la epidemia del sida y muchísimos de sus amigos murieron. Experimentaron pérdidas afectivas masivas mucho antes de lo que lo hacen otras personas. Y en un momento, ese tiempo que estaba totalmente quieto para ellos, se activó. Se vieron aparecer en los noticieros, en películas, en la calle, toda una maquinaria había comenzado a moverse cuando estaban acostumbrados a un tiempo que no se movía.
—¿Y cómo viven esos homosexuales los cambios de hoy?
—Los ven desde todo punto de vista, son unos grandes sociólogos. Algunos me decían que el tren arrancó pero no estaban muy preparados para subirse. Ven muy positivamente el mundo de los derechos, pero dicen no estar en condiciones de aprovecharlos. De todas maneras les parece un gran legado para las generaciones venideras.
Relatos del pasado
Esas viejas formas de sociabilización, los espacios destinados para encontrarse, los códigos creados para reconocerse, hoy ya no existen para esos últimos homosexuales. “Ellos tenían una sociabilidad pública, en la calle. Eso ya no está, ahora están encerrados en un boliche o en el teléfono; estas narraciones entonces son como denuncias indirectas que se hacen desde el presente y pintan un mundo anterior que parece ideal”, comenta Meccia. “Yo me di cuenta que estaba ante una sobreactuación discursiva, porque hablan de un mundo igualitario, donde todos eran buenos, solidarios. El sociólogo no tiene que juzgar si eso es verdad o no, tiene que entender a una persona que, viendo cosas desde el presente, condiciona una visión del pasado”.
El tiempo de la igualdad
A siete años de la sanción del matrimonio igualitario, y a cinco de la ley de identidad de género, vivimos en un mundo más igualitario pero que aún está lejos de facilitar el ejercicio de esas libertades a su diverso abanico de sentires y formas de vida.
—¿Hacia dónde cree que debe dirigir su lucha el colectivo LGBTIQ ahora?
—A crear igualdades sustantivas, no sólo formales. Trabajar en escenarios muy concretos para que la gente no heterosexual tenga vidas vivibles. Estoy pensando en los colegios, en los ámbitos laborales, el cupo trans, escenarios sociales donde hay que visibilizar para que se incorpore a la dinámica cotidiana la diferencia. Lo que queda ahora es un montón de trabajo social, militancia más microscópica, donde va a estar la sexualidad pero combinada con el género, con la clase social, la raza, porque siempre, por más que tengamos un montón de derechos, funcionan elementos clasificadores de la gente y del mundo, de lo que la gente es y debiera ser, y es ingenuo creer que alguna vez lo vamos a poder solucionar, justamente estamos atados a una militancia de por vida. Los derechos no existen, siempre son conquistas; la dignidad humana no existe por sí misma, sino que también se conquista en estas macro y micro militancias.
—Con el protocolo de detención para personas LGBTIQ y escenas como las que se vieron en Brasil contra Judith Butler, ¿cómo ves el contexto actual?
—Con las leyes ya no se puede volver atrás, hay un entramado social que creo que lo permitiría. Pero sí creo que esas micro-militancias de las que hablaba se van a detener. El día que se implemente como se debe la ESI en las escuelas, en este contexto, está cada vez más lejos. Hay signos muy claros de que a quienes gobiernan no les interesa profundizar en estos debates. Pero cambiar leyes no creo, hay muchas gays y lesbianas de derecha, no creo que el gobierno quiera arriesgarse a perder votantes.
—Gays y lesbianas de derecha, todo un tema...
—Siempre pensamos que la homosexualidad era progresista, y creo que ahí nos equivocamos, nos rigen las generales de la ley, pero es cierto que como expresión política éramos muy progresistas/revolucionarios. Ahora, a medida que avanzan los derechos, tenemos estas emergencias políticas en los partidos. Pero, aunque puedan resurgir expresiones en contra de nuestra diversidad, lo importante es que les dejamos instalada a gays, lesbianas y trans la capacidad cognitiva de saber que su sexualidad es una opción de vida legítima. Claro que me preocupa cómo varía el humor social, pero más me preocupa que podamos seguir pensando que es legítimo nuestro proyecto de vida.