Parafraseando a Miguel “Conejito” Alejandro, diciembre ha llegado otra vez y estoy preso de este infierno preguntando cómo y porqué.
Por momentos el delirio es tan grande que es difícil de entender y aun más de explicar. Pero encuentro en Mario Pereyra, más respuestas que en varios analistas políticos: nada, nada volverá a ser lo que fue. Puras ilusiones sin saber, cuánto tiempo más para entender que esto fue ayer.
La sensación de transitar el 2017 fue intensa. Incluyen enemigos creados con malos guiones que no aprobarían un trabajo práctico. Citaciones a Comodoro Py por comentarios en Twitter. Guerrillas internacionales trabajando de manera conjunta que solo reflejan ideas trasnochadas de funcionarios que miran demasiado Netflix pero que derivan en personas asesinadas, incluso por la espalda. Cacerías urbanas de forajidos atropellando con motos y camionetas a ciudadanos. Aviones de la Nasa aterrizando en el sur y la instalación del Centro de Inteligencia Criminal Regional (CICRE) en Ushuaia.
Decía Alfred Hitchcock en una entrevista con François Truffaut (en el libro El cine según Hitchcock) lo siguiente en relación a la universo del suspense:
“La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple (…) Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. (…) Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. (…) En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense”.
La sensación que tengo es similar a la descripta por Alfred, con la diferencia de que no cuento con el recurso temporal. No tengo un reloj en el decorado que me anticipe cuánto falta. Usted podrá decir que soy un exagerado, y quizás tenga razón. Pero al menos por ahora nada indica lo contrario. Que le cierren las cuentas es algo a corto plazo, pero siempre lo espantoso es lo que plantean a futuro y déjeme decirle que el mundo que imaginan no contempla ni garantiza nuestros derechos. Y si bien es una frase hecha, el futuro es una sumatoria de presentes.
¡Buen año para todas y todos!