La luz, el agua, el gas y los combustibles se van volviendo bienes de lujo, pese a que son la savia de toda la actividad económica y la base del mínimo bienestar vital de las sociedades modernas. Los aumentos de 2017 fueron porcentualmente menores a los 2016, pero tuvieron un impacto equivalente justamente por partir desde una base tan alta. En 2018 el ajuste continuará. Con la quita de subsidios hay quienes vieron sus tarifas duplicadas, triplicadas o multiplicadas por diez. Ni siquiera se sabe bien cuánto cuesta cada servicio, pero sí el gobierno logró imponer una idea: valga lo que valga, el usuario tiene que hacerse totalmente cargo. Esa victoria en el sentido común es un triunfo del oficialismo. Mientras tanto, la producción de petróleo y gas cayó verticalmente, llegando a los niveles de 1981.
En el reverso, cada suba impacta sobre los precios en una medida que la inflación del Indec no refleja ni de cerca. Aun así, cuando llegan los tarifazos el IPC sube y revela cómo la baja de los precios dista de ser un objetivo alcanzable. Como en 2016, las alzas estuvieron bastante por arriba de lo estimado oficialmente, 2017 va a cerrar con un guarismo próximo al de 2015 y en el camino se perdió mucho poder adquisitivo y se generó un monstruoso volumen de deuda para mantener quieto al dólar.