Volvió Hugo Moyano, con todo. Ecos políticos de un acto histórico de unidad: contraataque por la corrupción, lucha contra el ajuste, el Papa, las mujeres, las calificaciones de vagos y mentirosos y el 2019 en el horizonte.
Cinco oradores protagonizaron un acto histórico del movimiento obrero. Por primera vez desde 1983 hubo una marcha conjunta de los sectores más combativos de la CGT, las dos CTA, la izquierda, los movimientos sociales y territoriales, los pequeños empresarios. La unidad de los trabajadores es un hecho, la expresión callejera indica cuál es hoy el principal actor de la oposición. Lejos se está de un programa común –acaso nunca exista–, más todavía de una candidatura (y estamos más o menos a un año del cierre de listas), aunque se puntuó claramente en dirección a una traducción partidaria hacia 2019: “Los gorilas no pueden estar más en la conducción del país”, bramó Hugo Moyano casi al cierre de su discurso.
El principal hecho histórico de este 21F fue el atril compartido entre los trabajadores intelectuales –un maestro, un bancario–, los manuales –un portuario, un camionero– y los que ahora se llaman populares. La década del 90 produjo un quiebre estructural en el mundo del trabajo: se rompió el pleno empleo y, además, se construyó una gigantesca capa de trabajadores precarizados, flotando apenas entre la pobreza y la miseria. Los sindicatos –muchas veces cómplices del desguace– nunca estuvieron en condiciones ni a la altura de reconocer que en un desocupado hay un trabajador y, así, en la intemperie, se gestaron por emergencia los nuevos movimientos sociales, sea en el piquete, el comedor comunitario o la cooperativa de trabajo. Durante los últimos dos años comenzaron a producirse, por primera vez, acercamientos entre los trabajadores de la economía popular y los trabajadores en blanco. Hoy ya hay un camino común y acción coordinada.
Pese a que no hubo ninguna voz de la izquierda en el atril, los oradores dejaron mucha tela en sus discursos. La intervención de la voz del acto dejó su marca propia: una mujer –el único sonido femenino de la siesta– que anunció una concurrencia de 400 mil personas y que luego pidió un minuto de silencio por las víctimas de la tragedia de Once, por Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, por los submarinistas del ARA San Juan y por todos los mártires del movimiento obrero. Superando el estremecimiento, la enumeración sugiere por lo que apunta: una distancia respecto del kirchnerismo más ciego, la incorporación de la agenda de Derechos Humanos, un guiño a los sectores más afines al gobierno, aunque decepcionados.
Las declaraciones
Todos los oradores, excepto Esteban Castro de la CTEP, cerraron filas en la defensa de Hugo Moyano. Su dimensión como dirigente obrero sucesor de Saúl Ubaldini ya estaba estampada, la vigencia de su liderazgo no tanto. Moyano sale del acto completamente fortalecido, en el centro del ring y como principal referencia de los trabajadores en oposición al gobierno.
Un deslucido y breve Juan Carlos Schmid fue el primero en hablar y en dar el apoyo, advirtiendo sobre el “poder de convocatoria” del camionero. Como luego repitieran Hugo Yasky y el propio Moyano, Schmid enfatizó en que, de ahora en más, cada conflicto sindical será acompañado por el movimiento obrero en su conjunto.
El bancario Sergio Palazzo, en pleno conflicto paritario, puso en un concepto el significado del día: “Nace la resistencia a las políticas de este gobierno y es el movimiento obrero unido quien le dice basta”. No se privó de citar a los Redonditos de Ricota, “Violencia es mentir”, dijo, tras ponderar la tranquilidad con la que se llevaba adelante el acto: “Les estamos dando una muestra categórica de que los trabajadores sabemos cuidarnos solos”. Previamente, felicitó a los trabajadores de todo el país que fueron demorados y cacheados por la policía en su camino a la Capital Federal. “Violencia es otra cosa”, marcó Palazzo y luego enumeró la reforma previsional, el intento de reforma laboral, la tributaria, los techos a las paritarias y la persecución a los sindicatos y sus dirigentes.
También hubo un mensaje para los ausentes: “Pueden faltar dirigentes de algunas organizaciones, pero los trabajadores están acá en la calle”.
Pablo Micheli de ATE y CTA fue el primero (y único) en plantear un paro general en el horizonte. Y fue quien quizá más reconocimiento le dio a Hugo Moyano, con frases que hace tiempo no se hubieran imaginado: “Cuando tocan a un compañero, hay que nacionalizar la lucha. Hay que defender a los compañeros que en todas las épocas estuvieron del lado de los trabajadores, como hizo Hugo Moyano desde el menemismo”.
Suele ser picante Micheli, fue el más duro con el gobierno, por la claridad de su expresión. Dos veces los llamó vagos: “Son todos vagos que a lo único que apuestan es a la timba financiera”, “No queremos más verso de estos tipos, son vagos que vinieron a llenarse los bolsillos”.
Como lo hiciera luego Hugo Yasky, Esteban Castro de la CTEP arrancó arengando el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo. Y obtuvo la primera gran ovación del acto con la mención del Papa Francisco. Tanta fue la reacción que Castro improvisó “¡Viva el Papa Francisco!”. Su eje fue la unidad de los trabajadores para frenar el ajuste.
Otro dato más del día: unidad, centralidad de Moyano, popularidad del Papa. Alguna vez así también fue con Ubaldini.
“Este día va a quedar en la historia como el día de la unidad de los trabajadores, de la dignidad de los que no nos ponemos de rodillas”, formuló como tema central Hugo Yasky en su turno. Otros dos ejes tuvo su discurso: como los precedentes, entronó a Moyano, pero además encaró de frente en un terreno árido, el de la corrupción, sobre todo para los opositores al gobierno.
Cambiemos se para como una fuerza íntegramente honesta y transparente. Sin ahondar en los prontuarios de sus principales dirigentes antes de diciembre de 2015 –“los que se robaron el país”, los calificaba en 2003 Elisa Carrió–, de los Panamá Papers al escándalo de Andorra, las denuncias periodísticas y judiciales relativas a la evasión de impuestos en paraísos fiscales provocaron, finamente, mella. Yasky no temió: “Si quieren buscar delincuentes, si quieren buscar ladrones, les pasamos una dirección: Balcarce 50”.
El Negro, canoso y mirando adelante
Está viejo Hugo Moyano. Está mucho más viejo que el Moyano del MTA de los 90, está bastante más viejo del Moyano que salió a la calle en 2008 y 2009 a bancar el modelo kirchnerista cuando las patronales agrarias hicieron lock out y cuando comenzaron a caminar su larguísima marcha de oposición total, continua y sin prurito, que culminaría con la victoria de 2015. Hasta está más viejo que el Moyano que le guiñaba seguido a Cambiemos, después de clavar cinco paros generales reclamando por el impuesto a las ganancias, ahora más gravoso y extendido.
De su cuerpo gigante, como el que ahora tiene su hijo Pablo, ni queda la panza. Acaso haya sido cierta su emoción cuando el estruendo de los trabajadores lo recibió en el atril. Definitivamente estuvo en lo cierto cuando admitió que ya no hilvanaba las palabras como antes. Puso el protagonismo del día en los asistentes: “Ellos”, por el gobierno, “le tienen temor a ustedes, los trabajadores”.
Se tomó el tiempo Moyano, demasiado y precioso. Juega a dejar la herencia pero sabe que está en el centro del ring. Después de que toda la dirigencia suplente de la CGT quedara desgastada, por timorata o por servil, después de abrirse de la contienda electoral de 2017, resguardándose y aprovechando la tierra arrasada, volvió a lo que sabe, o a lo que mejor aprendió hace tiempo. La presión de abajo también se hizo sentir. La probable ruptura de acuerdos previos con el gobierno, también.
Viejo, pero efectivo igual. Sobre las causas judiciales deslindó responsabilidades y desligó a la movilización: “Si tuviera un problema, tengo las suficientes pelotas para defenderme solo”, tiró como primera frase fuerte. Contraatacó hacia el final de su discurso con un sencillo “No tengo plata afuera”, para luego darle pie a “Ni ellos tienen confianza. Si ellos tuvieran confianza toda la guita que tienen afuera la traerían al país. ¿A quién quieren engrupir? Ni entre ellos se pueden engrupir”.
No abundó en análisis detallados de la situación de los trabajadores. Solamente repitió cinco veces el verbo “hambrear”, en diferentes conjugaciones, como un martilleo, para definir las acciones de la gestión sobre la población. Y calificó al gobierno en una sola línea: “Todo lo que anuncian es mentira. Se ríen de nosotros”.
De La Tablada al gorilismo: en una no tan velada alusión a Alfredo Leuco, con quien compartió #Mesaza en lo de Mirtha, encaró nuevamente hacia la Justicia y la defensa de la democracia. “No tengo miedo de ir preso. Estoy dispuesto a ir preso si la Justicia lo dice. No tengo miedo de que me maten. Estoy dispuesto a dar la vida por los trabajadores” prometió, para luego ubicar otra vez al gobierno: “No somos golpistas, como fueron ellos en su momento. No somos antidemocráticos”.
El día transcurrió sin incidentes, Moyano lo cerró con una sentencia tajante: “Preparémonos los trabajadores. Sepamos elegir. Los gorilas no pueden estar más en la conducción del país, porque nos quieren quitar la dignidad”.