Mientras los debates se mediatizan, en la vida real las mujeres abortan y se ayudan a abortar.
En los 11 años que el Congreso lleva cajoneando el proyecto que con persistencia sigue presentando la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con el aval de legisladoras y legisladores de todo el arco político, las mujeres siguieron, y seguirán, abortando. El problema es en las condiciones en que lo hacen empujadas por la ilegalidad: mientras las ricas pueden pagar un aborto seguro (hasta 30 mil pesos en una clínica privada, o tres mil una caja de Misoprostol), las pobres se mutilan y mueren.
Con el tema instalado en la agenda, las cifras de las muertas por abortos o por complicaciones debido a prácticas clandestinas se utiliza como moneda de cambio para valorar la importancia o no de la legalización. Las cifras oficiales del Ministerio de Salud de la Nación hablan de 46 muertes en 2016, pero la ilegalidad de la práctica hace casi imposible tener estadísticas y números reales. Sean 100, 46 o una, son muertes evitables, eso es suficiente, o debería serlo.
La voz en el teléfono
Esas muertes que el Estado se niega a evitar, las están evitando en gran parte las socorristas de todo el país. Grupos de mujeres que de una manera totalmente desinteresada y solidaria informan y acompañan a quienes necesitan abortar y no saben cómo hacerlo, y presionan en los efectores de salud, en los ministerios y en la justicia cuando los derechos son negados.
“Si no estamos ahí y obligamos nos pasan por el costado, así funcionan los derechos de las mujeres”, dice María Claudia Albornoz, integrante del primer grupo de socorristas de la ciudad, conformado dentro del Foro Santa Fe Contra la Trata. “Nada publicita en los hospitales y centros de salud que vos podés hacerte una Interrupción Legal del Embarazo (ILE), es información que se oculta. Cuando llega una mujer embarazada a un consultorio, lo primero que se debe hacer es dar las opciones, no asumir que quiere ser madre. Esto no sucede, por eso las mujeres recurren a las socorristas”.
Desde 2014, cuando habilitaron la línea para recibir consultas (0342-156309252), las socorristas del Foro realizaron más de 200 acompañamientos a mujeres de todas las edades, principalmente de los barrios más postergados.
El trabajo de estos grupos es vital. Son mujeres que se preparan, que aprenden de legislación, de derechos, de los caminos, atajos y desvíos que el sistema de salud público toma para privar a las mujeres del acceso a un aborto legal y seguro. “Hay un marco legal para esto que nosotras exigimos. El artículo 86 del Código Penal detalla las causales y según ese artículo todo aborto es legal”, comenta Melania Pierini, socorrista y médica.
Según lo tipificado en ese artículo al que se refiere Pierini, el aborto es legal si pone en riesgo la vida o la salud de la mujer o en caso de violación. En 2015, el Ministerio de Salud de la Nación publicó el “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”, al cual la provincia de Santa Fe adhiere, para estandarizar la práctica en los centros de salud. Este protocolo toma el concepto de salud definido por la Organización Mundial de la Salud como un “completo estado de bienestar físico, psíquico y social, y no solamente como la ausencia de enfermedades o afecciones”. Si una persona gestante no tiene, por ejemplo, las condiciones socioeconómicas para poder desarrollar su llamado “proyecto de vida”, eso hace a su salud integral y debe ser atendido.
El aborto en Santa Fe
Si bien la provincia adhirió al protocolo de Nación y por lo tanto la ILE debería estar garantizada, eso ocurre de forma dispar en los diversos efectores de salud de la ciudad, en gran medida porque los y las profesionales de la salud son objetores de conciencia. “La salud pública de la provincia de Santa Fe no está garantizando el acceso a la ILE en la ciudad, en Rosario funciona un poco mejor”, explica Albornoz. “Esto tiene que ver con los objetores y con los objetores encubiertos. Porque hay muchos que objetan pero no se inscribieron en la lista, que ya está cerrada”.
Según la experiencia y el recorrido de las socorristas, las objeciones siempre tienen que ver con la salud reproductiva de las mujeres. “No objetan vasectomías, lo que objetan es una ILE, una aspiración manual endouterina (AMEU), la colocación de un DIU, el uso de anticonceptivos de emergencia, la ligadura tubaria. No hacen el aborto pero tampoco le aseguran a la mujer métodos para que no vuelva a quedar embarazada, y para objetar ellos analizan la edad, cuántos hijos tenés, si te podés arrepentir o no. Es el sistema de salud decidiendo sobre nuestro cuerpos”, agrega Pierini. Albornoz es tajante: “el Cullen y el Iturraspe funcionan de una manera perversa y esto los funcionarios lo saben”.
“Nosotras al Iturraspe ni nos acercamos”, coincide Juliana de Las Nanas, otro grupo de socorristas de la ciudad que desde hace un año realiza acompañamientos. “Nosotras referenciamos a las mujeres al Hospital Protomédico, es el lugar más amigable que encontramos”. Las socorristas del Foro, por su parte, trabajan con centros de salud “a los que dejamos de decirles amigables, porque en realidad son lugares que cumplen con su función como corresponde”, explican.
Ambos grupos coinciden en que el primer nivel de atención (los centros de salud) son los lugares donde mejor se está trabajando respecto al acceso al aborto y que el tercero –donde se encuentran el Cullen y el Iturraspe– es el más hostil.
Mariano Figueroa, representante de la comunidad dentro del Hospital Iturraspe, indicó a medios locales que “en el hospital sólo se practican abortos en casos donde la mujer sufrió una violación, o si hay alguna patología de base que pone en riesgo su vida; en cualquier otro caso, los médicos se niegan a hacerlo por ser objetores de conciencia”.
Pero el protocolo también es claro en este punto, las objeciones pueden hacerlas los individuos, no las instituciones, por lo tanto cada efector debe garantizar tener profesionales que realicen las prácticas o referenciar a otros profesionales y espacios no objetores. “El protocolo explicita que en el caso de que los médicos de ese centro fueran todos objetores, el jefe de servicio es quien debería hacer la práctica. Pero en el Cullen y el Iturraspe no sólo todos los médicos/as son objetores sino también los jefes de servicio. Muchos no firmaron la objeción de conciencia porque un objetor no puede ocupar un cargo jerárquico dentro de la salud pública”, explica Pierini.
“Mi rol es plantear la discusión porque necesitamos un servicio de ginecología con otra cabeza”, indicó Figueroa, quien además destacó el rol que hoy cumplen los centros de salud –el año pasado se distribuyeron 250 cajas de Misoprostol en 25 centros– y agregó “es lo que nosotros esperamos que se haga en el hospital”.
El socorrismo en números
Las Nanas (0342-154461911) integran Socorristas en Red, un espacio que aúna a grupos de más de 16 provincias y que surgió en 2012 cuando diferentes colectivos que venían trabajando en el tema realizaron un encuentro en Córdoba.
Según un informe de sistematización de prácticas que presentaron recientemente, en los últimos cuatro años acompañaron a 12.590 mujeres a abortar de manera segura con Misoprostol y 379 fueron acompañadas en garantizar el acceso a una ILE. El año que pasó fue el de mayor cantidad de intervenciones: 4781 acompañamientos con Misoprostol y 161 de ILE. El equipo de Santa Fe registró, en su primer año de actividad, 30 acompañamientos.
Del informe también se desprenden algunos rasgos socioeconómicos de las mujeres que abortaron junto a las Socorristas en Red: la franja etaria más numerosa es la de 20 a 24 años (30,7%); el 58% dijo profesar alguna religión, pero sólo el 21% es practicante de la misma; en el año 2017 el 77% de las mujeres entrevistadas manifestó haber sufrido diversos tipos de violencias sexistas; el 57% se encontraba percibiendo algún salario por su actividad laboral pero sólo el 45% lograba ingresos superiores a un Salario Mínimo, Vital y Móvil ($9.500); y el 57% manifestó haber tenido embarazos a término previos al aborto.
“Cuando conoces a estas mujeres, todo cambia. Son muchas las realidades y factores que llevan a una mujer a abortar”, dice Camila, de Las Nanas. “Cuando nos encontramos, lo primero que le surge a estas mujeres es justificarse, querer explicarnos por qué lo hacen. Nosotras las escuchamos pero les decimos que no es necesario que se justifiquen, es lo que ellas quieren y necesitan hacer. Toda esa culpa que se siente hoy al tener que enfrentar una aborto puede ir cambiando si sale la ley y se despenaliza, se va a poder hablar con más naturalidad del tema”. En el mismo sentido, Juliana agrega: “Queremos cambiarle este sentido sombrío que tiene el aborto y la idea de que es sólo para circunstancias extremas. Necesitamos la educación sexual, los anticonceptivos y el aborto legal para ser libres”.
“La cultura nos hace pedazos a las mujeres, cargamos con la culpa a todos lados”, reflexiona Albornoz. “El trauma o no que puede generar el aborto tiene que ver con lo cultural, con que nos dicen que estamos haciendo algo espantoso, horrible. Pero también puede ser un trauma importante ser madre cuando no querés serlo. En las socorristas las mujeres encuentran una contención que no juzga”.