Cómo el movimiento del dólar describe cómo actúan y qué piensan los más poderosos.
Hay una nueva fisura económica que no coincide con la vieja grieta que hábilmente facturó Cambiemos en 2015. El trazo grueso dicta: los rentistas ganan, los trabajadores pierden. Pero eso no alcanza a explicar la persistencia del gasto gastronómico que se ve toda la semana en barrio Candioti. El presidente no mintió en su discurso de apertura de sesiones en el Congreso: van varios meses de record consolidado de venta de autos cero kilómetro y usados, motos, cemento, viajes al exterior. Pero no dijo la verdad en otros aspectos: el salario real cae, la precarización crece, los despidos abundan. En rigor, de eso ni mu.
Dos mundos diferentes, muy difícil es delimitar con precisión el recorrido del abismo que separa a quien cambió sus hábitos alimentarios y de esparcimiento (baja histórica del consumo de carne y merma fuerte de las ventas de entradas al cine) respecto de quien viaja a Brasil y cambia el auto (en enero el segundo modelo en ventas fue un emblema del 2008, la Toyota Hilux, que arranca en 499 mil pesos). Más difícil es observar cómo opera esa creciente brecha de desigualdad en términos políticos o territoriales. El voto a Cambiemos de 2015 fue una mancha amarilla concentrada coincidente con la zona agropecuaria transgénica. ¿Habrá mutado con este nuevo escenario de creciente desigualdad social?
¿Cuál es la verdadera situación económica? ¿No son asalariadas las hordas sedientas que pueblan las cervecerías artesanales en una noche de miércoles?
Columnas de Excel
En el reverso de todas estas escenas –en verdad, de cualquier escena–, hay larguísimas y monótonas columnas de Excel, innumerables, una al lado de la otra, de decenas de miles de cifras apiladas bajo diferentes categorías. “Inversión de portafolio de no residentes”, “Formación de activos externos del sector privado no financiero”, “Viajes y otros pagos con tarjeta”, “Inversión directa de no residentes”, “Intercambio comercial argentino”. Son el código informático de la realidad diaria, los numeritos verdes que Neo veía en Matrix.
A fines de 1975 salió el primer aviso clasificado con el precio de un inmueble consignado en dólares. La megadevaluación recordada como el Rodrigazo cambió para siempre la relación de los ciudadanos con el dólar, la hiperinflación que fue de 1989 a 1992 y la Convertibilidad reforzaron ese vínculo. Pensamos la economía en dólares y hacemos bien, porque en dólares se mueve. El precio del dólar expresa las dependencias y déficits estructurales de nuestra economía y, también, las grandes decisiones de los dueños del billete, que con un movimiento arrastran detrás de sí al que se compró un Gol usado y al que los domingos cambió costilla de ternera por alitas de pollo.
Los interminables listados de numeritos ordenados de forma vertical que versan sobre cómo entran y salen dólares del país son la huella de lo que realmente pasó, de lo que pasa y de lo que pasará. Y lo que viene pasando es un drenaje fenomenal de dólares, que huyen en cantidad y a una velocidad de escándalo. El endeudamiento externo es la única fuente de verdes para sostener a fuerza de hipoteca un modelo que en muy poco tiempo luce extenuado e incapaz de evitar nuevas devaluaciones.
Y con cada nueva devaluación la nueva fisura cambia de fisonomía. Un rasgo, sí, es claro, tanto que el Banco Central finalmente lo admitió en un comunicado de enero, tras dos años de negación: la devaluación trae más fuego a la inflación. También hace más difícil de pagar la deuda externa, excepto que se haga crecer esa bola todavía más.
¿Qué dice la Matrix?
• Los dólares salen y entran por lo que se compra y se vende con otros países. El rojo de 2017 fue el mayor de toda la historia argentina: 8.471 millones de dólares. Nuestro comercio exterior es ínfimo, con un mes de hipoteca el ministro de Finanzas Luis Caputo zanja ese agujero. Pero el récord histórico es ineludible, sobre todo si se agrega la comparación: el promedio anual entre 2003 y 2015 en el comercio exterior es favorable en 9.708 millones de dólares. El 2016 fue positivo en apenas 1.968 millones de dólares. En enero de 2018 el rojo ya fue de 986 millones de dólares, 16 veces más que el rojo de enero de 2017. Van quince meses seguidos de déficit imparable. ¿Qué más dice esta columna de la Matrix? Tomemos el dato de enero de 2018: entran autos, celulares y computadoras, sale maíz, petróleo y oro. Siglo XIX.
• Cuando hay confianza de los que deciden, o control de cambios y regulaciones a la timba financiera, los dólares se quedan. Sino, se fugan. Esa es la columna “Formación de activos externos del sector privado no financiero”. En promedio, entre 2003 y 2015 se fugaban 7.858 millones de dólares al año. Ese promedio sube en la era Cambiemos a 16.049 millones. En 2017 se fugaron 22.148 millones de dólares. Equivale grosso modo a casi 90 presupuestos de la ciudad de Santa Fe. No hay tal confianza, la guita viene, se multiplica en el sector financiero y se va.
• La fuga transparenta decisiones. Por ejemplo: entre enero de 2003 y mayo de 2007 el promedio mensual de dólares fugados es de 160 millones. Bajísimo. Entre julio y octubre de 2007, período electoral, salta a 1.783 millones. Después vuelve a bajar abruptamente hasta que llega el conflicto por la 125. A partir de abril de 2008 hasta julio de 2009 se van en promedio 2.096 millones de dólares por mes. Luego baja y se normaliza. Pero en enero de 2011, de cara a las elecciones, se dispara de otra vez la fuga hasta octubre de 2011, clavado. El promedio mensual sube ahí a 2.122 millones. Tras la reelección cae abruptamente y se normaliza, luego el cepo lleva la fuga a promedios ínfimos. Cuando llega Cambiemos y se liberaliza el mercado de cambios, la fuga se va a las nubes. En un momento era un sistema de apriete político. En el otro, una forma de consolidar las ganancias obtenidas por la timba.
• Si hubiera confianza, vendrían de afuera a invertir guita de la buena. La columna “Inversión directa de no residentes” expresa cuántos dólares vienen para producir mercancías. “Inversión de portafolio de no residentes” son los dólares que vienen para timbear en el mercado financiero. Nunca los dólares de timba superaron a los de buena inversión de capital duro. En 2017 los sextuplicaron. La Matrix dice: somos un casino.
• Otra vía de drenaje es el gasto de quienes vacacionan afuera menos los dólares que dejan los extranjeros que vacacionan adentro. La revolución del turismo va para atrás mal. El promedio 2003 a 2015 de pérdida de dólares por turismo es de 1.887 millones al año. En 2016 y 2017 ese promedio subió a 9.728 millones. Sólo en 2017 se fueron 10.787 millones.
• Como los dólares en fuga, los dólares que ingresan del sector agropecuario también dicen mucho sobre política y sobre qué puede pasar. Por ejemplo: entre 2008 y 2014, sin contar 2009, el complejo cerealero y oleaginoso liquidó en promedio unos 23.252 millones de dólares anuales. Queda afuera el año en que se cobraron la 125: la liquidación bajó a 16.198 millones. Hay que ir hasta 2015 para encontrar una cifra parecida, 19.952 millones en el año, con el mes de menor liquidación desde 2003 a la fecha. ¿Cuál va a ser? Octubre de 2015, con 450 millones. No sólo esperaban una devaluación, la presionaron.
• Durante la era Cambiemos aprovecharon la quita de retenciones para dormir sobre los laureles. Para el caso, en 2017 liquidaron 21.399 millones de dólares, la menor cifra desde 2008 (exceptuando las apretadas de 2009 y 2015). La gracia es que a finales de 2017 y principios de 2018 se desató la seca más brutal de los últimos 44 años.
Imán en la heladera
El único mecanismo para controlar el precio del dólar que desarrolló el gobierno es la venta de Lebacs, unos pagarés de intereses altísimos. Pese a que cualquier ciudadano bancarizado puede comprarlos, apenas unas decenas de miles de personas operan con estas letras, que se pagan en pesos. Se supone que deben ser más atractivas que el dólar. En los hechos, los dólares vienen de afuera, cambian a pesos, se vuelven Lebac, cobran el interés, se vuelven dólares de nuevo y se fugan. Esa es la mentada bicicleta financiera. Tan mentada que el Banco Central cuadruplicó el volumen de las Lebacs durante la era Cambiemos. Es tan desproporcionada esta deuda que equivale al total de las reservas o al total del dinero que hay circulación.
Así cree el gobierno que puede controlar el dólar. En realidad, por vía del endeudamiento externo está financiando la timba y la fuga. Timba y fuga, suena a tango.
Los ciclistas de las Lebacs levantan julepe cuando ven que el dólar sube o que puede haber en el futuro escasez de dólares (o sea, que en el futuro va a subir). Cuando hay julepe, los ciclistas no renuevan las Lebacs y se van a los dólares: demandan dólares y el precio del dólar sube. El resultado final es el mismo. Tras las últimas licitaciones y liquidaciones de Lebacs (los momentos en que se compran y cobran estos pagarés) se produjeron las últimas apuraditas del dólar: 17 de enero y 21 de febrero.
La liquidación más importante de los dólares del campo se da entre mayo y julio, todos los años. Pero este año hay seca: van a entrar muchos menos dólares. ¿Qué harán entonces los ciclistas el 17 de mayo, el 22 de junio y el 19 de julio, tras las licitaciones y liquidaciones de Lebacs de esos meses? ¿Anticiparán su pasaje a dólar al 22 de marzo o el 19 abril?
Por lo pronto, pegá esas fechas con un post-it en la heladera. Pensá en tus ahorros, si tenés, o en por qué todo se ha vuelto tan, tan frágil como para derrumbarse por los caprichos de una banda de tahúres.