Entrevista a Maxi Prietto, de Los Espíritus.
Faltan cinco horas para que Los Espíritus actúen en Arroyo Leyes, Maxi Prietto ya tiene puesta la camisa con la que va a subir y una lata dorada de cerveza en la mano. La importancia de seguir jugando, la realidad del país metiéndose en sus canciones y el valor de la autogestión, en un mano a mano con Pausa.
Intentando no pensar en la mosquitada, Maxi se sienta debajo de un ventilador y vuelca la lata casi como un acto reflejo para apagar el calor. Ocho años le alcanzó a su banda para ascender desde el under hasta jugar en primera: su primera fecha, en Zaguán, para 200 personas mientras que en la última fiesta Hacele caso a tu espíritu metieron casi cinco mil. Todo por el camino de la producción independiente.
—Lo que se consigue con la autogestión tiene un valor extra…
—Sí. Además siendo un grupo independiente, siempre es todo disfrute. Primero porque lo armás vos al caminito y después si tenés que tocar muy seguido para respaldar una gira, es lo que te permite hacer esa gira y hacer esa gira, nos permite a todos nosotros vivir de esto, que es una bendición. Un montón de gente sin laburo y nosotros podemos vivir de hacer música, de expresarnos, no nos podemos quejar.
—De la gestión del grupo pasemos a la personal: ¿cómo nacen tus canciones?
—No sé. Lo que pasa que para mí hacer un tema es un disfrute total. Es un juego. Y siempre un poco la clave del juego es que no sabés bien de que se trata. Agarrás la guitarra, hacés unos acordes que te gustan, se te ocurren algunas palabras y empezás a jugar con esas palabras y de pronto se aparece una temática y la empezás a desarrollar. Es como una especie de oráculo, es como que de pronto te das cuenta de que tenías toda una cosa para decir, a veces social a veces personal. Y un poco de la magia está en no saber de qué se trata. Hasta ahora no pensamos nunca un disco, siempre hacemos canciones y de pronto las agrupamos y armamos un disco.
— ¿A qué edad empezaste a componer? ¿se editó alguna de esas canciones?
Hay uno que se colo en Casa I, que es Bozal, que lo hice a los 17 años. Pero, yo me acuerdo que a los 14 años estaba, hasta ahí tocaba la guitarra nomás y en un momento vi una nota, no sé que vi, que decía que Spinetta había hecho una canción, no sé si era Muchacha ojos de papel (sic, es Barro tal vez). La cuestión es que dije pah, a los 15 ya se puede hacer canciones, viste. No sé por qué me imaginaba que era algo más de adulto. Y dije ah bueno, entonces me senté y empecé a hacer canciones así, todo el tiempo, a escribir letras. Y ahí empezó. Pasa que después toqué en otros grupos, más tipo punk, cosas así. Bah, más onda Nirvana que punk y era otro tipo de letra, que se yo. Hasta que después a los 18, mi viejo me compra una portaestudio. Y ahí es como que estuve, uno o dos años, grabando solo en mi casa. Y ahí fue como que empecé de cero todo, como que me reseteé y empecé por ejemplo a tocar con la guitarra criolla que era algo que no había hecho, o sea, en mi casa sí, pero en los grupos siempre tocaba con guitarra eléctrica. En ese momento fue de total exploración y un reset para mí.
—¿Qué es lo que representaba para vos tener una banda, antes de estar en Los Espíritus, y qué representa hoy?
—Antes era quizás como un complemento, como una especie de vía de escape a mis ocupaciones, a mi trabajo, cuando trabajaba en un mayorista de golosinas. La verdad no dormía, porque estaba de primera hora hasta las cinco o a las siete de la tarde, me ocupaba trabajar y volver a mi casa y de ahí, ir a ensayar toda la noche, en ese momento con Mariano y grabar, le ponía ritmo.
—¿Cuándo fue eso?
—Esto fue del 2005 al 2012, por ahí. Y era eso, terminar de trabajar y juntarnos a tocar y armar discos. Todo lo mismo que hacemos ahora pero sin ganar un peso. La música era como un hobbie que cada vez más se comía mis noches y mis sueños. En cambio ahora, este es el momento de trabajo y después se descansa. Es abismal la diferencia, hacemos unos recitales y puedo comprarme algún efecto que quiero para mejorar el sonido. La verdad, la guitarra, la Stratocaster que tengo, creo que la tengo hace dos años y estoy enamorado de ella. Es como la guitarra con la que saqué el sonido que siempre quise tener y hace muy poco que la tengo.
—¿Cómo describirías tu vínculo con la guitarra? ¿A qué edad empezaste?
—Empecé a tocar a los 11. Iba a clases de guitarra sin guitarra. Mi vieja me veía que estaba todo el tiempo comprando discos y hablando de música. Y me preguntó, un día, a qué me quería dedicar y yo dije, “No tengo ni idea”, y me dijo “¿Por qué no hacés música?”. Me preguntó si me gustaba la guitarra, dije “Sí, me encanta”. Y le empecé a dar y en realidad lo que pasó fue eso, hallarme. Me preguntó que quería hacer, le dije qué quería hacer y simplemente fueron horas de hacer eso. Que en ese momento parecía chiste porque era imposible pensar a qué me iba a dedicar a los 11 años. Y ahora nos estamos dedicando a esto y es un sueño.
— Nombrame algunos de esos discos que hicieron sospechar a tu vieja.
Y, a los 11 me acuerdo que directamente pedí plata, para irme a Musimundo y le llevé la plata y dije dame todo esto de Led Zeppelin (risas). Me alcanzo para tres cassetes me acuerdo. Me compré tres cassetes de Led Zeppelin, los volumenes I, II y IV, creo. Y hace poco, tengo un auto que tiene para cassete, y hace poco encontré ese que me compré para mi cumple de 11 y dije que bueno, lo pongo. Iba manejando y no cambió nada desde los noventa hasta ahora. Un placer total, un discazo total. La viola, los solos, me acuerdo de todo. Un flash.
—Una de las consecuencias de ir “ganando” en masificación es que muchas más personas escuchan, ¿va pesando eso en sus composiciones?
—Es bastante personal, me parece que cada uno lo decide. Con Agua Ardiente nos pasó de escribir sobre ciertas temáticas sociales y que al mismo tiempo fue como que el grupo fue creciendo muy rápido en muy poco tiempo. Entonces recorrimos todo el año todo el país, tocamos por todos lados estas canciones, que hablan de cosas que vivimos todos: ya sea desde el gatillo fácil, la violencia, la represión o no tener trabajo, ver cómo la pobreza está diagramada, que no es un accidente. No es que el país no dé abasto, sino que vos sabés que está todo planeado para que exista uno que esté abajo y otro que esté arriba. Y todo ese tipo de temática, cuando la vas a cantar por todo el país, te das cuenta de que la gente la canta con un sentimiento especial, que te hace sentir muy cerca de la gente y que no te estás volviendo loco. Porque si vos prendés la tele es un monólogo que te dicen cualquier barbaridad y si lo consumís todos los días, te empezás a volver medio loco. Encontré como una conexión muy fuerte en ese sentido, sentí que podía ser útil, que estaba ayudando en cierta forma, a todos los que estamos en ese lugar a cantar algo todos juntos, que nos saque a todos algo que nos pesaba a todos. A futuro me parece que está bueno siempre, si me inclinaría más por las cosas lumínicas que por las cosas oscuras, me parece que está bueno. Ya hay tanto caos y tanta violencia que, si bien, en el arte la violencia no es lo mismo que en la vida, a mí me interesaría más que el arte sea traer calma y que haya un entendimiento en las personas, ayudar un poco a unir más que a separar.
—¿Tenés en mente algún "desafío" artístico?
Sí me gustaría aprender a hacer otros tipos de música. Me gustaría pero bueno, es todo un aprendizaje. Pero si me gusta mucho, lo del son cubano, me gusta mucho la salsa. Esa música tiene un sabor, pero bueno es muy compleja no, la orquesta viste, con los instrumentos de viento con las percusiones, los coros. Una orquesta festiva y con letras...
—Pero a Los Espíritus no le falta groove.
—Totalmente. Yo lo que veo es ir más a fondo en eso, a nivel percusiones, vientos, instrumentos típicos de esa música y bueno los tiempos que usan son esos, son más complejos, estaría buenísimo. El año pasado, estábamos grabando un disco con Poli,
Son boleros, con percusiones, pianos, contrabajos y los arreglos de las cuerdas, los está haciendo Charly de la Fernandéz Fierro, orquesta de tango, y ya es un cambio, es algo que nunca hicimos y de pronto lo escuchamos ahí en estudio, lo estábamos grabando, y me pareció una orquesta bastante seria. Estuvo increíble. Pero esto que te digo, sería algo así, pero para el lado de la fiesta y no para la suavidad del bolero. Me encantaría hacer una fiesta enorme y eso que la gente tenga una fiesta, pero una fiesta, pero con letras que tengan un contenido, que a mí me gusten y que refleje un poco cosas mías, que al vivir en este país, serían propias de este país.