Estuvimos en Buenos Aires viendo el show histórico de la banda más grande de la música santafesina.
Los Palmeras llegaron a la hora que se los esperaba para la prueba de sonido, ahí nomás llegaron los músicos de la filarmónica y los coristas. Pero antes que todos ellos, Martina ya estaba con su mamá y su hermana encallada en la valla, recibiendo la intermitencia del sol debajo de un piluso blanco con una tira azul y “Los Palmeras” en dorado, desde hacía unas horitas. Un pelado con una campera azul inflable y calzas, preguntó con un acento muy difícil de descifrar:
— ¡¿Qué hará acá?!
Un hombre con la cara roja por el esfuerzo de estar levantando una cámara pesadísima se da vuelta con dificultad y le contesta:
—Ehm… va a tocar un grupo de música, con una sinfónica (sic), ocho y media. (sic)
La situación se repetía a casi cinco horas del show por todo el tramo de la Avenida Roque Sáenz Peña que concedió Horacio Rodríguez Larreta para uno de los grandes hitos de la música santafesina en tierra porteña. Marcos Camino se sentó a un lado del escenario a tomar mates y mirar cómo se iban armando los micrófonos. En el otro costado, se estaban montando choperas y los mozos ya estaban cambiados, de pantalones negros, camisas blancas y boinas grises. Cuando Cacho Deicas se apersonó para probar sonido hubo muchos gritos y aplausos, también un primer mensaje: “aguante Colón”, se escuchó a través de su voz severa, esa que parece ser la de un tipo distinto al que canta lo que pasó cuando te vi por primera vez.
Hasta que Baglietto Producciones terminó el montaje de sonidos, con el mismísimo Juan Carlos de acá para allá, Camino aprovechó para hacer su ensayo de stand up que tiene como fuente anécdotas asociadas a cada uno de los palmeras: “y con este, llevamos más de 40 años juntos y sin casarnos”, dijo al hablar de Cacho.
Tocaron “Tiempo de bailar” y “El bombón asesino” mientras los mozos, que fueron desde Santa Fe, no llegaban a dar muchos pasos antes de que brazos como víboras fuesen directamente hacia ellos para vaciar sus bandejas repletas de lisos. Enseguida salieron Gisela Vallone y el Negro Velásquez a lidiar con los ánimos de la gente, algo que lograrían sin sobresaltos casi toda la noche.
“Yapeyú”, “Alto Verde”, “Arroyo Leyes”, “Paraná”, “Santiago del Estero”, “Mar del Plata”, “Ecuador”, decían los carteles de papel. Uno de los asistentes contaba: “hace dos miércoles que no estamos en casa. Bah, unas horas sí, pero hicimos notas todas la semana en Buenos Aires, después tuvimos shows en Chaco, Corrientes, Gálvez, Paraná”. De espaldas al escenario, por uno de los ingresos para prensa e invitados, los que no llegaron a ser más puntuales pretendían cortar camino por ahí. Las chicas de seguridad eran bravas, de pequeño porte pero con la actitud necesaria. Carlos, uno de los pibes de seguridad en una zona más tranquila, hasta tenía tiempo de comerse unos mixtos.
Nery Pumpido, el Chino Maidana, la Chiqui González llegaron un ratito antes de que empiece el show. Desde el escenario, las cuadras de gente se veían poco pero se escuchaban mucho gracias a las dos hileras de edificios que delimitaban el campo e inflaban los gritos: “era casi como tocar en un teatro, por ahí un poco retumbaba”, dijo el director de orquesta y el encargado de componer los arreglos, Rubén Carughi. Los Palmeras inventaron un teatro de tres paredes.
Una vez que empezó todo, no hubiera nadie que no estuviera cantando, las únicas personas que estaban obligadas a medir su canto eran las del coro. La conductora, los camarógrafos, Martina, Baglietto estaba boquiabierto en “Diferencias”, durante la que además de las banderas y los celulares, se hacían señas de cuernitos al blanquear que “soy casado y tengo hijos/pero yo/igual te quiero”.
Después del tema 13, un eco empezó a empujar un canto que ganó todo el ambiente y dejó brevemente en offside a los conductores: “Mauricio Macri, la puta que te parió”, justamente después de que desde el atril le encargaban placas a Crónica TV y leían un tuit de Miguel Ángel Pierri acusando 120 mil personas en el lugar. Es decir, en el momento de mayor exposición nacional, siendo primera tendencia nacional en Twitter, se cantó contra el presidente. El timing necesario para ganar en Rusia, lo tuvo la gente.
Apenas unos minutos más tarde se empezaron a destacar los esfuerzos que tuvieron que aunarse para que un acontecimiento tal sea posible, lo que resultó ser un pie de entrada para el gobernador Miguel Lifschitz. A los gritos y siendo objetivo de algunos silbidos pero mayormente de la indiferencia general, agradeció a la banda y a Rubén Carughi y celebró que la música “una” a las personas.
Un poco más de hora y media de fiesta después, Los Palmeras ya estaban recibiendo abrazos y preguntas en el Hotel Panamericano, porrón en mano. A la vuelta, mesitas con manteles blancos ofrecían sanguches de queso y salame, tres latitas por cien, pósters a 10 pesos. Cruzando la 9 de julio, un gordito de remera roja le preguntó a un desconocido:
— ¿Y amigo?
— Eh, mortal.
— Mortal Kombat.