Entrevista con el especialista en educación Carlos Skliar, durante su paso por Santa Fe.
El reconocido especialista en educación Carlos Skliar brindó una conferencia el viernes 16 de marzo en Santa Fe. La actividad se denominó “Educar entre la vida y el mundo: la fragilidad de los sujetos de la educación” y contó con un Teatro Municipal colmado principalmente por docentes y estudiantes.
Durante su conferencia, organizada por el Programa UNL Accesible de la Secretaría de Bienestar Universitario, se basó en una reflexión de la filósofa alemana Hannah Arendt para afirmar que la labor educativa se sostiene en un gesto de amor, hacia el mundo y por los otros, en pos de “lograr la liberación de las personas en su búsqueda de una vida diferente a la que le ha tocado en suerte”.
El sistema educativo tiene que ayudar a las personas a cambiar su destino, fundamentalmente a aquellos más desfavorecidos. “Esta condición es crucial porque sino el mundo quedaría dividido en dos: los que nacen con buena suerte y los que no. Aquellos que nacen con buena suerte generalmente van al mundo de lo privado y estudian entre ellos. El problema es que muchas veces también gobiernan lo público y ahí tienen una dificultad de entendimiento. Porque la experiencia de lo público es incomparable, porque allí aparecen todas esas vidas diversas que logran que tu propia vida no sea una sola. Los que hemos pasado por la educación pública recordamos y apreciamos justamente esa multiplicación de vidas: distintas formas de pensar y hacer, que luego incorporadas en uno producen la potencia de la vida”.
Salir al mercado
Skliar planteó que desde la civilización griega se concebía la educación como una travesía en el mundo y un aprendizaje del vivir pero que, dadas las sucesivas transformaciones, en las últimas décadas se ha enfocado cada vez más hacia “una travesía del mercado”.
Al respecto argumentó que hoy el sistema educativo no está pensado para salir al mundo, sino para salir al mercado. “Como si uno y otro fueran lo mismo, pero no es así. El mundo es mucho más interesante que el mercado. Una cosa es salir al mundo, lleno de gente curiosa, de peligros, aventuras y dificultades. Además la trampa reside en que ese mercado no existe. Como sabemos, formar gente con ese enfoque, incluso desde pequeños, crea la falsa noción de que educar y emplear quieren decir lo mismo. También desde esa perspectiva se dice que hay que aprender a ganarse la vida; cuando en realidad de lo que se trata es de aprender a vivir”. Y luego prosiguió: “Entonces transformar el ‘salir el mundo’ en un ‘salir al mercado’ reduce al sistema educativo de una manera espeluznante. ¿Qué tipo de sociedad le vamos a dejar a las nuevas generaciones si estamos educando niños para que se desenvuelvan en un espacio tan estrecho y mezquino como es el mercado? Yo creo que en realidad lo que tenemos que hacer es liberar a la infancia de esas pretensiones para poder tener un mundo mejor. El sinónimo más genuino de educación es formación, no emplear”.
Seguir la novedad
Asimismo, en diálogo con Pausa, el investigador reflexionó sobre los procesos educativos actuales.
—¿Qué piensa sobre las políticas educativas que se vienen implementando en los últimos años a nivel nacional?
—Muy mal en general. Se está impulsando regionalmente, en Argentina, Brasil y Chile, un modelo de educador innovador empresarial. Se está planteando la entrada de la tecnología como única vía y se fundamenta en la búsqueda de nuevos empleados para un mundo completamente cerrado y perdido de pasiones, vocaciones, deseos. Por lo tanto, la educación está perdiendo el carácter formativo y va adquiriendo un valor absolutamente utilitario.
—¿Cómo contrarrestar estas políticas neoliberales productivistas desde las prácticas educativas cotidianas?
—Es muy difícil. Se está naturalizando la idea de que educar tiene que tener la utilidad de conseguir empleo, entonces es difícil crear otro tipo de educador que no reproduzca ese mecanismo de competencia. Yo trato de recuperar dos ideas centrales: la escuela como tiempo libre y no como tiempo de trabajo, para que la infancia tenga un tiempo liberado de la carga de responsabilidad; y por otro lado una formación docente distinta a las que están ligadas a la novedad de la tecnología y del conocimiento.
—Usted siempre menciona que la educación es una conversación con el otro. ¿Cómo es esa conversación en un contexto mediatizado tecnológicamente?
—Es que justamente la educación no tiene por qué repetir lo que la sociedad considera que es homogéneo. Si todos coincidimos que solo se conversa en redes, a través de las tecnologías, es posible que caigamos en la trampa también en que las instituciones educativas deben hacer eso. Yo soy muy de la idea de que las instituciones educativas crean otra conversación, no necesariamente copiando a la industria de la comunicación. Porque una cosa es la comunicación, la información, la opinión y otra cosa es la conversación. En la conversación hay exposición, el juego de verdad de un encuentro de fragilidades. Yo separo comunicación de conversación. Y el modelo de hoy es fuertemente comunicativo; se escribe y se lee para comunicarse, pero no se escribe y se lee para conversar. Y mucho menos para formarse, en una idea de formación más profunda que la idea de instrucción o de capacitación.
—Esto se vincula con su planteo de que en la actualidad no se lee y no se escribe como antes…
—Ocurre que la industria nos hace creer que nunca se escribió y leyó tanto, pero yo hago la acentuación de que no se lee y escribe lo mismo que una generación atrás. Esto no es un problema: la renovación del mundo que hacen las nuevas generaciones ha pasado siempre. Ahí no está la dificultad, sino en que eso implique matar las formas anteriores debido a que hoy la industria está al mando de la novedad y estos procesos están matando lo anterior.
Sobre el autor
Carlos Skliar es investigador Conicet y del Área de Educación de la Flacso. Publicó los libros ¿Y si el otro no estuviera ahí? (2001), Derrida y educación (2005), Pedagogía –improbable– de la diferencia (2006), La intimidad y la alteridad. Experiencias con la palabra (2006), La educación –que es– del otro (2007), Lo dicho, lo escrito y lo ignorado (2011), La escritura. De la pronunciación a la travesía (2012) y Pedagogías de las diferencias (2017).