Los responsables de la muerte de mi abuela son las personas que están en esa foto inaugurando ese terraplén que no estaba terminado y que no sólo no estaba terminado, sino que estaba mal hecho. Reutemann y Álvarez, por… esto de que nos quedáramos tranquilos...
Y nos quedamos tranquilos.
Sabemos, o sabíamos, que si el Estado causó la inundación no va a reconocer todas las muertes que causó la inundación. Fueron muchas más de 23 o 28, no sé cuál es la lista oficial. Inclusive debe ser mucho más que la lista que se menciona todos los actos en plaza.
Hay una responsabilidad social. Hay mucha gente que pretende que la ciudad es el centro y determinados barrios y hay un montón de otros barrios, donde pasan un montón de cosas, que no son todas malas, hay gente, que tiene derechos, y que no somos los negros que nos gusta inundarnos y que por eso nos quedamos ahí.
Analía Molinari vivía con su abuela, sus padres y sus dos hermanos en una casa en Santiago de Chile y Pietranera, barrio Chalet. Elvira Piedad Carrara de Molinari (72 años) se llamaba la abuela, era una docente jubilada, maestra de cocina y repostería de la escuela San Lorenzo, del barrio San Lorenzo.
Se dedicaba a abuela y a ser vecina y a malcriarnos a nosotros que vivíamos con ella.
Mi abuela y mi abuelo se habían ido a vivir al barrio en la década del ’60, cuando sale un plan de armar el barrio. Las casas iban a ser todas pequeños chaletcitos, de hecho hay algunas que todavía mantienen ese formato. Cuando mi papá se casa hacen la casa arriba, entonces abajo vivían mis abuelos y arriba vivíamos nosotros.
El barrio siempre se inundaba, se inunda ¿no? Siempre estaba el temor de que se rompía el terraplén y de que nos íbamos a inundar, o de que se venía el agua. Eso era algo que circulaba permanentemente ¿no? entre la gente del barrio.
Yo estudiaba con una compañera de la Facultad que era de Esperanza y ese verano ella venía a mi casa o yo iba a Esperanza y se veía a los costados de la ruta que el agua no estaba teniendo como un... estaba saliendo de sus cauces normales.
El 29 de abril todos escuchamos la radio, que decía que no nos íbamos a inundar, habíamos escuchado las noticias también del domingo anterior, que habían sido las elecciones, y estaba todo confuso entre los resultados de las elecciones presidenciales y el agua, que en algunos lugares ya había llegado. Y entonces todas las noticias estaban como muy mezcladas. Y ese martes que, en la radio escuchamos al intendente de ese momento, diciendo todos los barrios que no se iban a inundar. Todos los escuchamos, mi papá llamó del trabajo también diciendo que “Nos quedáramos tranquilos, que no nos íbamos a inundar”
Pero los vecinos, sobre todo los que tienen las casas más bajas, empezaron a levantar las cosas igual. Ya otros vecinos habían ido a ver por dónde estaba entrando el agua, habían ido a otros barrios.
Ese día yo estaba estudiando con esta amiga de Esperanza. Estábamos estudiando, medio en un frasco, y una de las vecinas me grita de la ventana “Analía, esta noche”, con la perra a upa “¿si se viene el agua, podemos venir a su casa?”. “Siii” le digo “Leonor, sí puede venir”. Y con mi amiga nos dijimos “qué exagerada la gente, o sea”.
Mi abuela ese día también había ido a visitar a la vecina, que tenía todas las cosas arriba de la mesa, arriba de los muebles, arriba de todo, lo más arriba que se podía y había un clima muy raro. Mi abuela volvió y le preparó unos buñuelos y se los llevó.
En un momento le digo a mi amiga “Che, me parece que, por las dudas, andate a tu casa, no vaya a ser que la gente tenga razón”.
Y no se bien en qué momento del día el agua empezó a subir. Empezó a tapar primero lo que tapa siempre, las calles que se cubren siempre en el barrio. Muchos de los vecinos nos pedían si podían dejar sus cosas en nuestra casa, y sí, los empezamos a ayudar. Después, cuando vimos que el agua empezó a entrar a nuestra casa, que nunca había entrado a nuestra casa porque era alta, recién ahí empezamos a subir alguna cosa que otra. Y después parecía que el agua nunca iba a parar de subir, a cada rato era fijarse y era un escalón más, un escalón más, un escalón más.
Nosotros tuvimos más de cuatro metros de agua.
Cuando estábamos ya en la terraza de mi casa veíamos las casas que estaban desapareciendo, cuando nos fuimos a la mañana del 30, el agua seguía subiendo, así que no sé bien hasta dónde llegó.
Y el agua nosotros la tuvimos más de 15 días. Cuando se explota la avenida y el agua empieza a bajar, quedó un metro y medio, dos de agua durante 15 días, llenado todo de mucho olor.
Cuando volvimos, ya no estaba. Éramos menos.
Una lancha de algún vecino anónimo, que realmente no sé quién es, nos saca, podemos salir para el lado de Santo Tomé. Estuvimos en la casa de los suegros de mi hermana. Primero estuvimos en un centro de evacuados.
Mis viejos tienen que volver a mi casa, a entrar por las ventanas que habíamos salido para cuidar. Hay que acordarse también del helicóptero, de los tiros que se escuchaban, de toda esa situación que además del agua generaba como mucha angustia y mucha incertidumbre.
Mi abuela estaba con nosotros. El 2 de mayo, viernes, mis viejos vuelven a mi casa y mi abuela, además de toda la angustia de haber tenido que salir por la ventana, de haber dejado toda su casa… Ella sabía cómo estaba todo, a ella no le gustaban el agua, las tormentas, ella de chica había vivido en el campo y tenía malos recuerdos del agua y de las tormentas. Y bueno, el 2 de mayo se fue a bañar y en eso mi hermana fue a golpearle la puerta, a preguntarle como estaba, si estaba bien el agua, todas esas cosas de cuando uno va a una casa que uno no conoce, y... golpea, no le responde, golpea, no le responde, y cuando abre la puerta mi abuela estaba tirada en el baño descompuesta, sin reaccionar, sin hablar, sin nada.
Entonces yo me subo con mi abuela a la ambulancia y voy al sanatorio con ella y ahí entra en terapia y ya no me dejan entrar más, a verla más y... bueno, queda ahí. Al otro día, a primera hora, cuando pasa de vuelta el médico, nos dicen que mi abuela había muerto.
Estaba mal, más que nada porqueee había perdido una foto que ella nos quería dejar a nosotros de ella y mi abuelo cuando fueron a Bariloche. Era un cuadro re lindo que se quedó abajo del agua. Eso le dolía mucho, las fotos. Y también se sentía muy mal porque nos habíamos olvidados los loros en el patio. Y ella amaba los loros, teníamos tres, los habíamos puesto arriba del asador y ella vio cuando les entró el agua. Hablaba mucho de “Pobres animalitos, cómo no los vamos a sacar”. Y también estaba preocupada, más que nada, por los vecinos que habían perdido todo.
Entonces, hablaba de eso “Uy, qué va a hacer la Mary cuando llegue a la casa, y que van a hacer ellos cuando lleguen a sus casas y no tengan nada, y pobres animalitos y las fotos que les quería dejar”. Hablaba de eso. Ella nunca se quiso ir del barrio ni de su casa, siempre hacía mención a todo lo que le había costado con mi abuelo levantar la casa. Eso.
Por lo único que nosotros la cargábamos es porque ella caminaba medio rengo y le decíamos “hondo-playo, hondo –playo” y siempre nos reíamos de eso. Pero después estaba re bien. Le encantaba cocinar, comer, era muy buena cocinera, estaba bien.
A las autoridades no notificamos. Primero era notificarle a la familia, al resto de la familia, los primos, que de por sí estaban al tanto de todo, de dónde estábamos, qué era lo que necesitábamos.
Cuando se abrió un registro en la Universidad, en Rectorado, era donde había que ir a anotarse para hacer después cualquier otro tipo de papeles. Voy a anotarnos a todos los que estábamos y le digo “Nosotros de mi casa salimos seis y ahora somos cinco, ¿dónde dejo eso anotado?”, “No, no eso tenés que verlo después”, qué se yo.
De a poco pudimos empezar a entrar al barrio y a la casa de vuelta. Encima que uno veía todo ese panorama, estaba tratando de entender lo que pasó, lo que estaba pasando, y de limpiar y de acomodar, me acuerdo que cayeron grupitos de abogados a abrir causas… como tres por lo menos, habrán ido. Mi papá abrió una causa con un abogado, que no recuerdo el nombre, que quedó en comunicarle avances que nunca... llegaron
En el 2007 nos entró agua a nosotros hasta el patio y el garage, pero todo alrededor no se podía entrar, no se podía salir. A los vecinos de al lado...
No sé cuál fue peor en comparación. Porque en la del 2003 hubo mucho más... vínculos solidarios, si se quiere. En la de 2007 fuimos siempre los negros de mierda que se inundan siempre, digamos. Fue como muy eogísta en términos sociales.
El sentido de las marchas de los 29 es, primero, dar cuenta de que, y que todos sepan, y nos dejemos de engañar, de que fue una catástrofe natural. El sentido que tiene es saber, y que no nos olvidemos, de que hay responsables, responsables políticos, de lo que nos pasó.
La marcha el sentido que tiene es el de gritar el nombre de mi abuela, que está presente.
Como recuerdo a mi abuela. La recuerdo una persona muy alegre, muy solidaria, menos para cebar mate, hay que decirlo, no te iba convidar un mate mi abuela, pero era una persona muy amigable, muy dada. De hecho, ella se sentaba a tomar mate en la vereda y todo el mundo la saludaba. Después decía “¿Quién es la que me saludó?” porque a veces la saludaban alumnas que iban a la escuela San Lorenzo. No hay de que nadie que la haya conocido se acuerde mal de ella. Sobre todo era una persona muy alegre que cantaba, hacía las cosas cantando, escuchando música. Y nos malcriaba mucho. Y estaba bueno.
Entrevista registrada en 2013 en el marco de un rodaje documental con participación de La Huella Contenidos, Alejandro Pérez y Juan Curto.