Criando un carisma único y acumulando hits, Mario Pereyra repasó con Pausa sus casi 40 años en los escenarios.
Cambia de foto de perfil en Facebook y ahí están comentando con fotos que se sacaron con él. Sube una foto con su novia, ahí están diciéndole que hacen linda pareja. Apenas les provoca diciéndoles que se les nota la sed y ya le están dejando el vaso propio entre los parlantes, para que tome él. Para la gente es una institución, mientras que para sí mismo Mario Pereyra no es más que alguien con la suerte de vivir haciendo lo que mejor le hace: tocar música.
Las luces de las calles todavía no se prendieron, el Puente Colgante, el Oroño y los edificios de Bulevar se transforman en sombras negras confundiéndose bajo el cielo anaranjado que revela el fin de la tarde y el despertar de los mosquitos. El Máster está de espaldas a la escena, con un codo sobre la barra respondiendo whatsapps. Parece que hasta los bichos le guardan respeto a su investidura tropical, pues en ningún momento intenta matar a alguno.
Esta noche –jueves 5 de abril– presentará el tercero de sus shows acústicos, en los que no solo se anima a incursionar en otros géneros como el chamamé, sino que también ensaya cruces con el rock como ya lo hizo con Javier Calamaro y JAF –el tercero será CAE- y, como si fuera poco, ejerce como baterista acompañando a estos invitados: “mi tío Jorge me enseñó a tocar la batería, que es una de mis grandes pasiones, junto con el rock. Me gusta mucho el batero de Maná (Álex González), Los Redondos, La Renga”, le cuenta a Pausa avisando que no solo a güiro y timbal se vive en Santa Fe.
“Que tremendos artistas hayan aceptado tocar con nosotros habla del respeto que les merece nuestro trabajo y eso es lo que más rescatamos”.
Aquí te traigo mi cantar
Nacido el 1 de diciembre de 1964, Mario Ramón Pereyra llegó con el espíritu de frontman impreso en su ADN: “Me acuerdo que ya siendo yo muy chiquito, cuatro o cinco años habré tenido, mis tíos me tocaban la guitarra para que yo cante y me grababan haciendo temas de Juan Marcelo, Los Ángeles Negros, Trocha Angosta”. Cuando se mudó de Barrio Centenario a Adelina Oeste, en Santo Tomé, el destino del hijo de Irma y Aurelio ya era casi obvio: “aunque me fui muy chico del Centenario no perdí relación con el barrio, mucho menos con mis tíos que eran músicos. Iba a los ensayos siempre que podía, hasta que tuve 14 y ahí formé con ellos mi primer banda: el grupo Vibración”.
Sus siguientes grupos fueron Amanecer Tropical y Los del Mar, proyectos que fue mechando con otros trabajos como ser peón de albañil, pintor, plomero y hasta encargado de mantenimiento del Motel Mindanao, puesto que consiguió teniendo 15 años. En 1986 llega a Los del Palmar para reemplazar a Marcelo Olivera, que ya venía cantando el primer tema que escribió el Máster: “Cumbia dile”.
En 1987 el grupo se mete a grabar Ritmo del Palmar, en el que ya hay aires de chamamé en el tema homónimo, un hitazo como “Dile tú” y un murmullo ambiente que años después terminaría signando, en distintos niveles, su trabajo solista: “con o sin éxito yo hubiera elegido a la música igualmente, aunque tuviera que conformarme con cantar en la ducha o en el cumpleaños de algún primo. Para mí, estar conectado es hacer música, para relajarme cocino o me voy a pescar”.
Para Darío, Sergio, Fabri…
En Los del Palmar estuvo 12 años y grabó 12 discos. En una, aparecieron unos del Palmar paralelos y Mario vio que había llegado el tiempo de terminar la sociedad artística con el bajista Miguel Vivas, junto al que compuso piezas de culto para las antologías cumbieras. Así fue que empezó su trayectoria como solista con una decisión jugada: que el primer disco sea en vivo. El aguante se grabó en La Bamba (Rafaela) y Lola Mora (Santo Tomé) y, siendo el primero de la movida en grabarse en más de una ciudad, lo disparó hacia todas las radios y bandejas de tres discos, que tan bien quedaban en las vidrieras del entonces santafesino Megatone.
Un repertorio de 33 canciones bien elegidas desde el inicio épico a partir del “hay amores, que en la vida…” de “Solo heridas”, un tema que Mario compuso para Bien bailable (1994), el séptimo disco de Los del Palmar. A lo largo de sus 41 minutos la voz del pelilargo se cobra el status de ícono, de divinidad: “Todos los pueblos que visitamos durante nuestras distintas etapas, los personajes que nos han seguido a través de los años, también las familias, son ellos quienes nos han hecho crecer hasta donde hemos crecido y hasta donde seguiremos mientras podamos. Por eso está tan presente la intención de que los saludos que vamos metiendo en los discos sirvan como archivo de toda esa gente que estuvo con nosotros”.
Profeta
Con más 20 años de escenarios en aquel momento, Mario no podía haber empezado mejor su etapa solista, con aquel primer disco y también con el segundo, El aguante continúa (2001), prácticamente definió las características de su carrera: una intensa fidelidad y el carisma distintivo de un artista popular. Con profundo agradecimiento, dice: “Siento que mi carrera fue siempre creciendo a la par de que el público que viene desde las viejas épocas fue heredando mis canciones a los más chicos. Traspasar ya varias generaciones es lo que nos ha permitido constituirnos en un clásico. La clave del éxito la tiene el público”.
Charlando de su talento para meter saludos que se cantan como parte de las canciones, llegan a pedirle una foto. La admiración y el cariño que recibe son para él regalos que nunca había soñado conseguir: “hago a gusto lo que amo y soy profeta en mi tierra, no pretendo nada más”.