Armando, los vecinos le decían Armandito porque él se llevaba bien con todos.
Miguel y Delfina, hijo y esposa de Armando Oliva (56 años), lo recuerdan en su casa de barrio Alfonso.
Antes era todos los domingos asado. Antes de la inundación. Después eso cambió.Porque no estaba él y eso era diferente. Yo me acuerdo que de chico jugaba a la pelota los fines de semana y ellos siempre iban en familia a verme. El fin de semana familiar de nosotros era ese. Cuando yo era chico siempre acompañándome. Y de grande los asados o reuniones familiares. No sé por qué pero eso estuvo mientras estuvo él, cuando él faltó eso se perdió.
Delfina se acongoja sentada en el sillón, los recuerdos atraviesan los años.
Él era muy compañero conmigo, éramos muy compañeros los dos. Éramos una familia unida, hasta ahora lo somos con mis hijos y mis nietos. Lo recordamos siempre con amor.
Ella todos los días lo recuerda. Ellos se casaron el día que el hombre llegó a la luna. Dicen que cuando vinieron a vivir acá esto era una cava, había tres o cuatro casitas. El viejo construyó esta casa.
Él era todo acá, él hizo la casa, todo. Ellos eran chiquitos todavía.
En su juventud, Armando trabajaba como changarín en el mercado de abasto, hombreaba bolsas, cargaba camiones.
Venía de trabajar y se metía adentro. No era una persona que se llevara mal con los vecinos.
Los domingos se levantaba temprano, tipo siete de la mañana. Se ponía a arreglar, por ahí le traían zapatos y los arreglaba, o nos cortaba el pelo a nosotros. Tapizaba, hacía cualquier cosa. No podía estar quieto.
Él nunca salía. Si salía salía conmigo, si no no. No hemos salido mucho tampoco. Siempre tenía algo que hacer acá.
En la memoria de Miguel aparecen las inundaciones previas, el agua de lluvia tapando los pies.
Caían dos gotas y enseguida se inundaba. Estábamos acostumbrados digamos, pero nunca pensamos que iba a venir tanta cantidad de agua.
El día de la inundación yo estaba mirando porque acá atrás estaba el terraplén y yo veía cómo toda la gente de Santa Rosa sacaba sus cosas. Y yo venía acá y le decía “Pa, va a venir el agua”, y él me decía “no, qué va a venir el agua, nunca en la vida vino”. Y después empezó a poner bolsas. Como acá siempre se inundó, él había puesto unas bolsas de alpillera en la entrada de la casa. Y después no las podíamos sacar, para sacar las cosas o para salir. Báh, en realidad no pudimos sacar nada. Yo le decía “Pa, sacá las cosas que viene el agua”. Y él me decía que no. Hasta que llegó un punto en que tuve que venir con un amigo en un bote y salimos con ellos.
Era a la tarde, que los tuve que sacar. Estaba mi hermana con el nene, mi cuñado y ellos dos. Así que salieron ellos. Los llevaron y yo me quedé en un tapial hasta que vi que ya no podía quedarme más. Pensé que me iban a venir a buscar, y no aparecieron por una o dos horas. Cuando vi que el agua me tapaba, y eso que yo soy alto, tuve que saltar el tapial e irme. Y ahí pude sacar a dos o tres personas más. Y justo acá a dos cuadras había una mujer que llevaba una nena. Pero a la mujer el agua la estaba tapando. Así que la ayudé y me puse la nena arriba. Después no me acuerdo más nada porque creo que me desmayé, del frío o de la adrenalina.
Mis padres se fueron a una casa que tenía un cuñado por calle Corrientes, que tiene dos pisos y se quedaron ahí.
Mi papá estaba triste por las cosas que perdimos, los recuerdos, las fotos. No era de mucho hablar, era callado. Él a lo último trabajaba como barrendero de CLIBA. Se desmayó trabajando, y ahí empezó todo. Estuvo internado, le hacían estudios. Digamos que fue rápido todo, dos meses.
Armando Oliva murió el 28 de octubre de 2003. En ese momento aún estaba evacuado.
Delfina escribió su nombre y la fecha de su fallecimiento en el marco de una de las fotos que rescataron del agua. La llevó a las plazas donde se pidió memoria y se exigió justicia.
Le agarró una embolia. Nosotros decimos que murió de tristeza.