Mi abuela fue la que siempre me apañó. La que siempre me cuidó, la que siempre me ayudó en todo sin hablar, porque con actos ella me demostraba a mí lo que me quería. Y yo lamentablemente me di cuenta después de que no estuvo.
En Recreo el agua comenzó a llegar las viviendas el 28 de abril. A la casa de Ricardo Coronel, que vivía con su abuelo y su abuela, Norma Josefa Campos (53 años), llegó a las nueve de la noche.
Vivíamos con mi abuelo y mi abuela los tres solos en una casa en Recreo. El resto de mi familia vivía en otro lugar: mi mamá en Recreo, mis tías en Esperanza, otra en Rafaela, y otra en Sunchales. Desde que yo tengo 5 años vivimos en Recreo.
Nosotros tuvimos suerte, dentro de todo, se puede decir, porque tenemos campo en la parte de atrás de Recreo y la gente se había alarmado a la mañana, tipo 10 de la mañana, de que estaba viniendo mucha agua.
Empezó el 28 de abril a la mañana, nadie sospechaba que el agua iba a llegar al pueblo. Fuimos todos a ver cómo corría el agua de atrás del Cementerio. Tipo 12 del mediodía el agua empezó a correr por la avenida principal de Recreo. En casa, nadie estaba preocupado. Por esa razón nadie salió de casa.
Tipo 9 de la noche el agua empieza a llegar a mi casa, afuera. Mis abuelos se habían ido a dormir como si nada. Yo estaba con mis amigos mirando cómo venía el agua. Tipo 4 de la mañana el agua tapaba el colchón de casa y mis abuelos deciden irse a un centro de evacuados, en una escuela, y cuando sale de casa mi abuela trastabilla la puerta y se lastima, se le corta el dedo meñique, el dedo chiquito del pie. En ese momento nadie le dio importancia, ni nosotros le dimos importancia.
Nunca más se pudo curar.
Nadie nunca imaginó, ni yo, que ahí nació la infección del pie de mi abuela. Después de que pasa el agua, cinco meses después, a mi abuela le cortan un dedo, ocho meses después le cortan una pierna, después la internan y fallece. Nunca pudo sanar las heridas que ella tenía. La herida le provocaba fiebre. Le daba fiebre.
Después de la última internación, después de haberle cortado el pie arriba de la rodilla, nunca más volvió a casa.
Pasó que falleció y nosotros después nunca jamás nos preguntamos el por qué, nunca nadie en mi familia jamás nos preguntamos por qué mi abuela había muerto, solamente murió como suele ser. Se la... en todos los casos que... no entendíamos, mi abuela falleció y no... nada más, fue eso solamente.
No más de un año duró.
Mi abuela y mi abuelo estuvieron unos ocho días en el centro de evacuados, yo no fui en ningún momento, había que quedarse a cuidar la casa porque, como pasó en todos lados, siempre había la intención de que te robaran, se comentaba que no podías irte de la casa. Y bueno. En la esquina de mi casa hicimos tipo un campamento con mis amigos arriba del techo y ahí nos quedamos una semana y no fui nunca al centro de evacuados yo a pasar ninguna noche.
Para nosotros era como un juego. Estábamos jugando a que teníamos agua. Nunca hubiéramos imaginado que eso era una catástrofe. Para nosotros era, qué se yo, comer asado, tomar vino, que la gente nos lleve mercadería para que cuidemos las casas... no era una catástrofe para nada. Nosotros lo vivíamos desde otro punto.
En el barrio no llegaba nadie. Los vecinos. Los mismos vecinos del barrio que se iban y volvían de vez en cuando a traer un poco de mercadería y preguntar si había sucedido algo. No hubo luz por mucho tiempo. Los negocios supervaluaron los precios, una vela valía, me acuerdo, 7 pesos. Se aprovecharon mucho de la situación. Nosotros en ningún momento salimos a nada, nos quedamos en casa. Pero nadie, nunca apareció nadie durante ese período de 15 días. Después sí aparecieron los militares con ollas populares para repartir comida.
Después, el proceso con mi abuela fue difícil porque era como que yo empecé a darme cuenta de que tenía que estar yo ahí, mi abuelo era jubilado, de que yo tenía que estar mucho en la familia, de que me tenía que dedicar más de lo que me había dedicado nunca antes.
Mi abuela era muy diabética. Yo era el que le medía la glucosa con el aparatito que la pinchaba siempre y fue como muy rápido todo para mí, tomar una responsabilidad muy grande en una edad corta, como que yo nunca dimensioné… ni hoy puedo dimensionar todo ese periodo
Nosotros nunca denunciamos nada. Nunca... El único trámite que hicimos fue el trámite que nos decían para hacer de que iban a pagar una indemnización a las personas afectadas por la inundación y nos demoró un montón de tiempo. Y bueno se cobró, mi abuelo había cobrado una plata, una cifra no muy elevada, no se cubría ni la mitad de los gastos de lo que habíamos perdido.
No hicimos denuncia porque nunca supimos, pensamos que fue natural, y nunca supimos que podía haber un responsable de lo sucedido. Nadie nunca se preguntó por qué nadie avisó, por qué nadie estuvo con nosotros en ese momento, por qué nadie fue a decir por lo menos en la radio que venía agua. Nunca nos preguntamos eso hasta después de mucho tiempo y...
A quién ir a reclamarle, si nadie nos iba a dar una solución, ya había pasado.
Es un tema que no hablo con nadie, porque es un tema doloroso, triste. Un recuerdo que, como que quedó ahí. Me cuesta hablarlo, no lo hablo. No hablo el tema de la abuela y de lo que sucedió, sino cuento mis anécdotas dentro de la inundación. Nunca yo me imaginé hablar del tema de la muerte de mi abuela tomando conciencia de lo que sucedió. Recién ahora puedo hablar y decir “Sí, mirá, mi abuela murió culpa del agua”.
Gente con ganas de irse del lugar, mucha gente se fue. Mucha gente tuvo que cambiar. Fue raro. Huir del lugar donde vivíamos. Fue lo que yo hice, fue lo que hicieron muchos. Creo que fue más o menos así como sucedió todo
A mi abuela yo la recuerdo siempre con alegría. A los 18 años la valoraba y la respetaba. Mi abuela me criaba de una manera especial. Alegre, la recuerdo alegre, siempre alegre, y siempre el nieto, siempre el que nunca hizo nada, siempre el buenito, el que siempre me apañó. Mi abuela me mostró, me mostró con actos lo que me quería y yo no lo supe reconocer porque en ese momento estaba en la boludez mayor de mi vida.
Los responsables fueron los que supieron y se hicieron los boludos. Los que no avisaron a nadie. Y los que no estuvieron en el momento en que estuvieron que estar. Si hubiera habido estructura para recibir a los enfermos y a los golpeados y a los dañados. Rápida, una acción rápida de los responsables del sistema, creo que con una atención rápida a una lastimadura se la cura rápido. Y no hubo, no hubo nadie. Los 15 días primeros no hubo nadie.
Existen culpables que, lamentablemente, están igual que nosotros, como si nada hubiera pasado. Y están libres y están haciendo su vida. Y para ellos es un recuerdo y para mí el recuerdo renace ahora para poder contarlo.
Entrevista registrada en 2013 en el marco de un rodaje documental con participación de La Huella Contenidos, Alejandro Pérez y Juan Curto.