Río Gallegos. Julia Del Prete sale de trabajar a las 20.00 y vuelve a su casa. La llaman por teléfono.
Hablábamos siempre por teléfono con mi mamá, ella contó que hacía varios días que llovía, que le iba salir moho, que se iba a poner verde. Ese día mi hijo rindió a la mañana una materia. A las 13, 13.30 llamó por teléfono para contarle a la abuela y la abuela no comentó nada, como que no nos alarmamos para nada. Veíamos, si uno ve desde allá un noticiero, que llovía, que había determinados lugares que estaban inundados, pero jamás imaginamos una cosa así. Yo en ese momento trabajaba, actualmente estoy jubilada, de 13 a 20. Cuando salí de mi trabajo y llegué a casa una amiga me llama diciéndome “Juli, poné el noticiero, se está inundando Santa Fe”. Yo todavía le digo “Nooo, dejate de embromar, si los chicos hablaron al mediodía con la abuela y no dijo nada de que haya alguna gravedad o algo extremo”. ¿Qué hago? Revoleo mis zapatos y prendo la tele. Cuando veo los chorros de agua... era mi barrio
Julia Peirano (72 años) vivía en Roque Sáenz Peña 2950 con su nieto menor, que estudiaba en la Universidad Católica. El 29 de abril, el joven estaba en Río Gallegos porque debía una materia de quinto año del secundario.
Ahí mi hijo, el que vivía con ella, se comunicó con sus amigos a través de celular, que era el único medio, chicos del barrio, de la vuelta. Y creo que en canoa o no sé cómo a pesar de las dificultades se acercaron por arriba de los árboles, por los techos de las casas, porque todo era agua. Nosotros nos enteramos esa noche, que mi mamá estaba flotando en el patio. El 29 de abril. Por más que la partida de defunción diga 30 de abril. Porque claro, al otro día me comuniqué con un primo, por Santo Tomé, para que me hiciera las gestiones con la policía y todo lo demás, buscar un testigo, buscar alguien que la reconozca, todos los trámites que hay que hacer en esos casos.
Y toda arramillada como que estaba su carita, como que había estado un oleaje.
Yo llegué a Santa Fe recién el día 1º de mayo, vía Paraná, porque por acá no se podía entrar. En avión vine. Entonces yo de ahí fui a la Comisaría 4ª. Yo cuando llegué mi mamá ya estaba en un cajón.
En la casa no se podía entrar porque tenía agua hasta la altura de las puertas.
Y ahí me entregaron el bastón de mi mamá. Ellos tenían el bastón que se ve quedó ahí flotando, no sé. Ella lo usaba porque la rodilla se le aflojaba.
Tuve que luchar dos o tres días para obtener el certificado de defunción de mi mamá. Renegar, ir al juzgado, de aquí, de allá, porque nadie quería poner la causa de la muerte.
Mi hijo entró al segundo o tercer día con el agua al cuello, a sacar algunas cosas, alguna ropa, porque el vivía acá. Pero después nosotros, en entrar, con el agua hasta media pierna, creo que tardamos unos 10 días.
Hay cosas que por ahí ya no me acuerdo tanto o no me las quiero acordar.
Caminé mucho en Tribunales, Tribunales o lo que se llame, donde se hacen las marchas, por todos lados, porque nadie quería darme el certificado de defunción. Y yo ¿por qué quería el certificado de defunción? Porque quería hacerla cremar a mi mami.
Lo que a mí nunca me abonaron fue una ley, un decreto, no sé qué cosa salió, de los famosos $45 mil pesos, que era de los fallecidos reconocidos por el Estado provincial. Hay un expediente, yo lo vi, mi mamá está en el quinto lugar de los 23.
A mí me llamaban de todos lados a Río Gallegos. Me llamaban y me llamaban hasta mi trabajo, de la Fiscalía de Estado. Me ofrecieron una vez 10 mil pesos, porque yo puse un abogado y les hice juicio... para que yo desistiera del juicio. Me perseguían, yo me sentía perseguida, me molestaban, me corrían con plata para que yo desistiera del juicio.
Después dijeron que, así me informó mi abogado, que esos 45 mil pesos a mí no me los pagaban, no me correspondía, porque eran solamente para los hijos menores. Yo era mayor de edad. Nunca lo entendí y bueno, ya está. No los cobré nunca, por supuesto.
Nunca logré, digamos, prestar un testimonio, que me escuchen a mí personalmente, salvo los escritos o las cosas del abogado. Jamás, jamás. Sí me han citado, una, dos, tres oportunidades.
El sentido que yo le encuentro al movimiento, a las marchas, a todo lo que sea referente a los inundados es que se haga justicia, que alguien dé una respuesta (silencio). Quizá no tanto resarcimiento económico pero que quien haya tenido culpa que pague la culpa.
Yo la recuerdo a mi mami, que es una cosa que me cuesta borrarla. Primero agradezco a todos los que me ayudaron por haber visto el cuerpo.
Pero la imagen que vi de ella es muy fea. Yo la abrí toda, miré todo, tenía una campera, un par de medias. Es de cuando yo la vi en el cajón la imagen. El resto son todos recuerdos hermosos, cosas lindas ¿no? Toda esta situación me llevó seis años de psicólogos y varios meses de carpeta médica.
Cuando entramos a la casa parecía como cuando destapás una olla y ves un guiso, así estaba todo. El modular caído. Lo que más me sorprendió era que las puertas placas no estuvieran puestas, se habían salido.
Cuando yo llegué la imagen con el avión, a Paraná, lo único se veía era agua, agua por donde mire.
Los responsables de la inundación son también los responsables de la muerte de mi mamá. En ningún momento hubo aviso, para que la gente se evacúe o salga de sus casas. Una vecina, la vi después, le dijo “Julia, vámonos” y ella dijo “Nooo, si la tele dijo que no pasa nada, que no es para tanto”.
Entonces, así como pasaron a dejar bolsas por la puerta, que después las vi, hubieran golpeado para ver quien vivía y si vivía gente mayor la hubieran llevado. Algo tendrían que haber hecho. Y fundamentalmente, avisar, dar la voz de alerta.
En todo el trámite del juicio, que está dando vueltas, se han burlado de mí, porque me citan, se excusan, con excusas insignificantes.
Entrevista registrada en 2013 en el marco de un rodaje documental con participación de La Huella Contenidos, Alejandro Pérez y Juan Curto.