La investigadora Dora Barrancos se refirió al debate sobre la legalización del aborto y al ajuste que está sufriendo el Conicet.
Dora Barrancos es historiadora y actualmente es representante del área de Ciencias Sociales y Humanas en el directorio del Conicet. Es reconocida por sus estudios sobre la situación de las mujeres y el desarrollo del feminismo en Argentina.
Recientemente participó de las Jornadas de Ciencia Política del Litoral realizadas en la UNL, donde disertó sobre los estudios de género en las ciencias sociales. En diálogo con Pausa, reflexionó sobre el presente del movimiento feminista y las condiciones actuales del Conicet.
El debate sobre el aborto
-¿Cómo ingresan actualmente las problemáticas del feminismo en las políticas públicas del Estado?
-Bueno, ojalá pudiéramos concretar en políticas públicas todas las demandas en torno de la igualdad, de equiparación de derechos, planteadas en la saga histórica de los feminismos. Estamos bastante lejos de una impregnación en políticas públicas de todas las demandas. Aunque también me gustaría subrayar que sí hemos logrado una publicitación, una manifestación pública de nuestros reclamos, a partir de movilizaciones, derivadas de la lucha contra la violencia endémica contra las mujeres –la marcha del “Ni una menos”-, y luego la extraordinaria expansión que tuvo el sentimiento, la sensibilidad de las mujeres, en torno de sus problemas, logrando que muchas se identificaran mejor con ellas. Esta interpelación pública dio como resultado que ahora estemos efectivamente a un pie de conquistar la legalización del aborto seguro y gratuito. Ahí me parece que hemos avanzado en materia de lo público. Ese debate parlamentario sobre el aborto está siendo acompañado por una extraordinaria agenda de movilizaciones. Hay una movilización muy visible frente al Congreso cada martes y jueves. Pero esto es el preámbulo. Luego vamos a tener una gran ola de movilizaciones cuando el debate llegue al plenario de la Cámara de diputados.
-Con respecto al debate sobre la legalización del aborto, usted en su exposición en el Congreso habló de la relación entre el derecho al aborto y el goce de las mujeres...
-Porque efectivamente el Estado inhibe el goce de las mujeres, con una serie de circunstancias legales. Justamente la penalización del aborto es un inhibidor absoluto de la franquía de la sexualidad femenina. Desde que una mujer tiene relaciones heterosexuales, tiene actividad sexual o incluso juegos sin penetración completa, aunque tome todos los recaudos para no embarazarse, el embarazo existe como una sombra problemática. Es un acompañante fantasmático. Y es notable lo que me ha pasado: después de decir esto en el Congreso, me he encontrado con congéneres que agradecieron este punto de vista. ¿Por qué? Porque yo interpreto que -aunque haya píldoras, fármacos o técnicas fiables- siempre existe esa posibilidad. El embarazo contiene la contingencia. Y esa contingencia es un inhibidor del deseo, es un aplacador del deseo. Por lo tanto, si no hay aborto legal, libre y gratuito, no hay democracia sexual en Argentina. Estamos diciendo que hay una inhibición, una fractura de la propia democracia de la sexualidad.
El ajuste en Conicet
-¿Qué piensa de las políticas que se vienen implementando allí en el último tiempo?
-Hemos entrado en un sitio aciago, se ha quebrantado la promesa de continuar la democratización, la ampliación de posibilidades para muchísimos jóvenes que hoy ven fracturado ese camino para el que tenían expectativas. Es decir, hasta hace dos años había una posibilidad real de que alguien que se doctoraba y quería hacer investigación científica tenía altas chances de entrar a la carrera de investigador científico. Hoy esas chances disminuyeron más del 50%. Por lo tanto, ese ciclo se cerró y me da una profunda consternación y estoy azorada con ese retroceso, que además convive con otras series de medidas con las que claramente he disputado en el seno del directorio. Estoy contrariada con las opciones de las políticas en relación a la división entre temas estratégicos y temas generales, porque el resultado también de esa política de segmentación en proporciones tan altas ha significado retrocesos en la participación de las ciencias sociales y humanas.
-¿Los temas estratégicos tienen un muy perfil productivista que perjudica a las ciencias sociales?
-Ojalá fueran verdaderamente estratégicos y pudiera ser una posibilidad de un desarrollo que finalmente den resultados plausibles para comunidades. Pero no estoy nada segura que esto sea así. Además a esos temas estratégicos hay que revisarlos. Me parece que ya tienen una continuidad de unos seis años. Debemos pensar si no hay saturación de estos temas. En fin, me parece totalmente desacertado haber dejado sólo el 50% para lo que llaman los temas básicos. Esos son temas de alta problematización, no son temas de ausencia a las circunstancias de la realidad de nuestras comunidades. Sin ciencia básica no hay ciencia aplicada. De modo que esa divergencia, esa alteración que ha tenido en los últimos tiempos la línea de las políticas del Conicet diferenciando básicas de aplicadas, es no sólo desacertada sino también inexistente en la historia de las propias ciencias.
-Con esta diferenciación los temas de las ciencias sociales quedan un poco relegados de los temas estratégicos.
-Así es. Aunque debo decir que conseguimos que se incorporaran tres tópicos en el listado de temas estratégicos: violencia de género, identidades y ciudadanía y trabajo infantil. Pero esto para nada resuelve el tema de base y es que hay que volver a una gran proporción de cuota para los temas generales tan fundamentales como los llamados estratégicos. Vale decir también que esos temas estratégicos fueron definidos hace varios años en el Programa Argentina Innovadora 2020, y que varios de los ítems de ese programa ya no se están aplicando más. Por ejemplo, la ampliación del Conicet: en ese plan se preveía que haya cinco científicos por mil habitantes y eso ya no sucede...