Hugo & Los Gemelos hicieron otra vez su maravilla en el Paco Urondo.
Hugo & Los Gemelos se despidió del público argentino llenando el CCP Paco Urondo antes de partir de gira por México. En febrero habían anunciado su vuelta –después de no tocar por casi un año- para compartir escenario con La Cruda y Los Espíritus en un festival en Arroyo Leyes, que ellos mismos armaron: el Ananá der Gustock. Apenas unos días más tarde, se aparecieron en la Estación Belgrano para tocar sin el Abuelo pero con camisetas negras.
Su alianza con Seba Barrionuevo y Los Carpinchos para tocar en el Centro Cultural Provincial Francisco Paco Urondo apareció junto con otra novedad: su futuro inmediato serán unas buenas semanas girando por México, ¿cuándo será la vuelta?
Alegría y cosa buena
Apenas media hora después de lo prometido, una sala al 80 por ciento recibió a modo de ovación al primer número de la noche. Muchos recorrían los pasillos con optimismo buscando los (supuestos) últimos buenos asientos.
El sol, el vino y la luna, por caso, son retomadas en las canciones de Seba Barrionuevo y Los Carpinchos, una puesta que suena a candombe y música popular. El carozo de su sonido está en la voz y en las cuerdas plásticas rasgueadas por Barrionuevo, que esa noche tomó aguardiente en una botella también plástica. Para engrosar el sonido, se suman a su propuesta percusiones (Diego Cerrutti, Matías Roble), vientos (Germán Schaumburg, Pablo Doce, Emiliano Dean) y más cuerdas (Augusto Dussex, Pedro Pagés).
Normalmente las canciones presentan melodías alegres, lo que no necesariamente se condice con las palabras elegidas. El agradecimiento y la advertencia son movimientos recurrentes para el hombre de boina, que en su show del sábado 5 bien supo conducir la ansiedad de un gentío muy aplaudidor que, no obstante, estaba expectante por lo que sobrevendría.
Para la mitad de su set, las butacas que quedaban eran las de arriba. Mientras, una cazadora entró durante el bis para luchar contra un oso de peluche. Entre bambalinas, al costado del escenario, Javier Bonatti saltaba en el lugar de calza a bastones, negros y fucsias. El Abuelo Hugo entró para hacer coros en la última de la lista de temas carpinchos.
Si no termina mal…
Telón abajo, luces apagadas, una voz en off sobre todas las cabezas. El psicoanálisis de Juan Ángel irrumpió en la sala y los coros de risas empezaron a caer a chorros cuando entró a contar la historia de Lechita, el paciente que acababa de atender.
Hay espectáculos que nos requieren a los espectadores ponernos cierta sintonía, atraparnos en tal o cual onda, abrir la sensibilidad, hacer palmas. Para ver a Hugo &Los Gemelos alcanza con no entender nada. En su dinámica de comunión con las personas que los van a ver, ellos ofrecen historias de amor incestual como la de Juan Corazón Milonga y también buenísimas canciones, sean tristonas o sean cumbias.Alguna vez hasta pusieron una barra en el escenario para poder subir a tomar un trago.
El universo gemelo es gracioso y bello en su llanura aparente: un árbol de olivo en desgracia, una separación conventillera como la de Osvaldo y Chunchuna (¿el Chavo y la Chilindrina de grandes?) también son posibles unos siameses jalando una garrafa: “trajimos a Helio Rossi”, dijo el hermano interpretado por Bonatti. Excepcionales son los artistas que saben exprimirle magia a situaciones de vuelo cotidiano, Los Gemelos son artistas excepcionales.
El Brujo Martín Pedretti nació cantautor tan modesto como preciso, es la arteria principal del imaginario gemelo, paseando entre la serenidad y el trance. A su fluir bien se acopla cada uno de sus compañeros, desde el cuerpo de vientos (Martín Testoni, Francisco Cecchini, Nicolás Serrano) hasta el de cuerdas (Facundo Geminiani, Lucas Fornillo, Nicolás Bordón) y el de percusiones (Sebastián Villar, Carlos Baima y Nano Filosi, que por estafecha fue reemplazado por Ricardo Rosa).
Desde baladas circenses hasta punks balcánicos, todos los temas presentan alquimias entre elementos que van ganando forma en la confluencia de un grupo de músicos y actores que se exponen casi en situación de ¿laboratorio de emociones? que van traduciendo a través de sus instrumentos. El resultado suele ser entretenido, pegadizo, distinguido.
Cerca del final, el Abuelo se pronunció sobre el aniversario todavía muy fresco de la inundación de 2003, al “despedirnos por un rato, desde la capital mundial de la humedad, desde la ciudad que dejó pasar -por una defensa mal inaugurada el 29 de abril- a un agua que no va a volver a pasar, porque tenemos memoria”.
El calendario lunar es, desde que empezaron hace casi seis años, una guía para ellos no solamente a nivel grupal, sino también individual. Saben que hay un momentos en los que estar juntos es mejor y otros, en los que descansar y prepararse para lo próximo, demandará algo más de soledad.Son como las esferas del dragón que, una vez hecha su gracia, se dispersan a distintos puntos del mundo hasta un año después por lo menos.
Habrá que esperar a la próxima reunión.
Entre el Ananá der Gustock y este nuevo adiós pasaron menos de tres meses gregorianos, parecen alcanzar para mantener vivo el calor que levantan sus ceremonias de comunión. Algunas canciones que grabaron en semana santa y, seguramente, alguna noche inesperada el luxo advendrá para los miedosos que todavía no dimos el salto dimensional.