La marginación, el hostigamiento, la agresión, el acoso y la burla dentro de la escuela, entre los niños o adolescentes, se han constituido en un problemática que trasciende la mera calificación de bullying.
Mientras los padres y los docentes ponen la atención en los chicos en procura de prevenir este tipo de comportamientos, los especialistas focalizan la situación en el marco de las relaciones humanas. Es decir, en el modo en que se entablan los vínculos con el otro, en tanto es un factor que no está aislado de lo que sucede en el entramado familiar y social.
Desde el Estado provincial se crearon programas específicos destinados a los equipos socioeducativos que tienen la misión de promover y garantizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes, pero al mismo tiempo a enseñar a construir acuerdos y expresar las diversas miradas que puedan surgir ante un conflicto. Se trata de hablar de lo que sucede para desalentar la discriminación en un ámbito de convivencia como la escuela teniendo en cuenta el rol protagónico que le cabe dentro de la sociedad.
La comprensión resulta clave para quien padece el hostigamiento, tanto como para quien hostiga. Acorde al análisis de psicólogos, el abuso de poder puede ser una manifestación de la violencia social en su conjunto o de los modelos que se presentan al interior del hogar, más si se tiene en cuenta la identificación que los chicos desarrollan con el mundo adulto. El maltrato entre compañeros no se ajusta a una determinada clase social, su expresión más elocuente es el silencio.
Los padres, la comunidad educativa y el Estado han intervenido para lograr la detección, el tratamiento adecuado y el diálogo entre las partes bajo un parámetro de respeto por el otro: un desafío cuando lo que se reproducen son estereotipos individualistas.