Llegaron los primeros anuncios de recortes en la obra pública y el sector reaccionó automáticamente. El año pintaba para superar a 2015 y ser el mejor de la historia, pero ¿habrá llegado el parate?
Desde su reactivación en 2017, el sector de la construcción fue uno de los principales aportantes de empleo privado, por fuera del boom del monotributismo. Sin embargo, muy sensible a los vientos económicos, apenas el gobierno anunció ajustes en el presupuesto de obra pública –con el inicio de la corrida cambiaria–, cayeron los despachos de cemento. Mayo marca la primera merma interanual, del 4,31%, después de 14 meses corridos de alzas, según los datos de la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland.
El incentivo en el año electoral 2017 permitió repuntar el horrible 2016, cuyos despachos fueron menores incluso a los de 2012. El 2018 viene todavía bien –en el acumulado de enero a mayo está un robusto 9,49% por encima del año anterior–, pero la reacción enciende, al menos, una luz amarilla, sobre todo si se considera que ahora vendrán ajustes todavía mayores por obra de nuestra transición a virreinato del FMI y por consecuencia de la devaluación, que encarece brutalmente el costo del metro cuadrado y afecta directamente a los privados, descontando el encarecimiento de las tasas de interés.
Un panorama de paralización se abre, entonces, durante los meses en los que, estacionalmente, la construcción hace su fuerte. Cabe señalar que durante la era Cambiemos nunca se logró superar el récord de despachos de cemento de 2015. Al parecer, ya empieza este año a convertirse en otro ciclo perdido.