Confianza, lo que se dice confianza, parece que no hay mucha. En mayo la fuga de capitales superó a la de todo el año 2012 y el 2014, por ejemplo. Con la corrida cambiaria los especuladores se esfumaron con 4.616 millones de dólares.
La fuga de capitales es la expresión más ruinosa de un política de vaciamiento. Es básicamente riqueza argentina que se va al exterior. Sólo considerando el rubro "Formación de activos externos del sector privado no financiero" (que se lee "plata que se llevan afuera los que no son bancos"), en mayo se fueron del país 4.616 millones de dólares. Equivale, grosso modo, a más de 20 presupuestos anuales de la ciudad de Santa Fe. No hay ningún mes, desde enero de 2003 a la fecha (y no hay registros anteriores) en el que se haya fugado tanta guita.
La fuga en lo que va del año alcanza los 13.601 millones de dólares. En cinco meses se fugaron más dólares que en todo el año 2016. En rigor, en cinco meses se fugaron más dólares que en cualquier otro período igual, desde 2003 a la fecha. Los 4.616 millones de dólares fugados sólo en mayo de 2018 rompieron la marca de los 4.355 millones fugados en octubre de 2008, cuando el sector financiero y el rentismo agropecuario acogotó el tipo de cambio, en directa reacción al conflicto por la 125.
El 2017 está en el segundo lugar, primero está 2008, en la cantidad de dólares fugados: 22.143 millones de dólares en 2017, 23.098 millones en 2008. En los primeros cinco meses de este año la fuga de capitales es un 104% más alta que en 2017.
La corrida cambiaria no terminó, solo que ahora hay nuevo endeudamiento para sostener una calma relativa. Unos 7.500 millones de dólares enviados por el FMI están siendo utilizados en dosis homeopáticas (100 millones por día) para que los timberos puedan fugar tranquilamente. No es un exceso: el Banco Central está financiando esta fuga con deuda del FMI, todos los días, licitando en el mercado mayorista 100 millones por día, durante 75 días. El país se está endeudando para sostener esta orgía financiera un poco más de dos meses, tal como viene pasando en estos últimos dos años. Lo peor es que ni siquiera alcanza: el ritmo de la fuga supera los 100 millones diarios.