Categórico y apasionado, Mario Sebastiani fundamentó su postura favorable en relación con el aborto legal. Es médico integrante de la división de Ginecología y Obstetricia del Hospital Italiano de Buenos Aires y autor de libros sobre la temática. Pasó por nuestra ciudad y habló sin rodeos con Pausa.
A sus 67 años, Mario Sebastiani no deja espacios para las vacilaciones. Sus palabras, basadas en el conocimiento y la experiencia, transmiten firmeza y convicción. Es médico integrante de la división de Ginecología y Obstetricia del Hospital Italiano de Buenos Aires y un ferviente defensor de la despenalización del aborto en consonancia con la salud pública. En una cálida charla con Pausa, no solo fundamentó su postura sino que apeló al deber moral de los legisladores que se encuentran a días de tratar una ley histórica.
–¿Por qué está a favor?
–Tenemos una ley que no sirve. El que inventó esta ley de penalización, supongo que habrá pensado que prohibiendo abortos iba a tener menos abortos. Un pensamiento probablemente honesto. Pero tenemos un problema que es el aborto y es cinco o seis veces más importante que en otros países que lo han despenalizado. El 13 de junio, estos legisladores tienen el imperativo moral y ético de revisar la ley porque no sirve. A diferencia de los países que han despenalizado, tenemos una ley que enferma, mata, no ejerce ninguna actitud de prevención, clandestiniza y es indigno para la mujer. Si hablo de salud, de educación, son derechos y hacen a la dignidad de las personas. Si una mujer interrumpe un embarazo y la salud pública le da la espalda no es salud pública –enfatizó–. No hay concepto de salud pública cuando tenemos el aborto penalizado. Estoy a favor porque hay que dar vuelta esto. No hay ningún motivo, el miércoles que viene, para votar por el no. Las ciudadanas de nuestro país no son dignas porque no tienen la atención adecuada. Por esos motivos votar por el no es una inmoralidad. Y votar por el sí es abrir una puerta para darles seguridad, que desaparezca la enfermedad y la muerte.
–Se trata también de no cerrar el proceso de interrupción del embarazo en la mera práctica…
–Se trata de preguntarle a la mujer qué necesita, ver cómo esta sociedad puede ayudarla. Si tiene dudas, ver cómo se la ayuda con la psicología y el trabajo social. Se terminó el proceso y seguir con el acompañamiento, no la maltratamos, no te juzgamos, pero además le decimos que tome los anticonceptivos que le vamos a dar gratuitamente y tratar de no repetir esta situación.
–¿Cuál es su percepción acerca de lo pueda suceder el 13 de junio en el Congreso?
–Faltan cinco días y es una eternidad. El no es un adversario, es un antiderechos, no es un defensor de la vida. Pero es un adversario al que hay tenerle mucho cuidado. Hoy, me parece que estamos en un empate. Este empate solo ya me molesta. Las encuestas que se han hecho más o menos muestran una Argentina donde dos tercios están a favor y un tercio está en contra. No entiendo el empate –planteó contundente– sin son los representantes del pueblo. Un indeciso no puede mantenerse indeciso porque no puede comprar ese combo dulce y acaramelado que defiende las dos vidas. El no puede ser por ignorancia porque viene de alguna institución, del gremialismo, del campo y porque el problema es el dólar, la soja, los camioneros. Pero hay otros no que no son libres porque todos los que estamos a favor de la despenalización somos libre pensadores, no hay nadie que represente a una institución. Estamos a favor de la dignidad de las mujeres. En cambio, ellos tienen conflictos de intereses porque vienen de instituciones en las que si se cambia un ápice el relato no se vuelve a trabajar en esa institución.
–¿Se puede precisar el número de abortos que se realizan anualmente en Argentina?
–La comunidad internacional dice que por cada aborto que se interna hay 10 que no se internan o no se infectaron. El Ministerio de Salud dice que en 2016 se internaron 47 mil mujeres. Multiplicado por 10, 470 mil. Digo que debe haber más o menos 500 mil abortos en Argentina por año. Esta sola reflexión me parece de una inmoralidad total: no saber cuántos abortos tenemos. Hay que saber quién se hace el aborto, qué edad tiene, dónde se lo hace. Y qué políticas públicas hay que tomar. Una cosa es que se hagan los abortos el 90% de las mujeres que tienen 42 años –ejemplificó– y esa es una política pública. Otra cosa es que aborten chicas de 17 años y es otra política pública. La política pública lo primero que tiene que tener es información. En la clandestinidad jamás vamos a saber cuál es el número de abortos.
–Teniendo en cuenta que ya se anunciaron cambios en el proyecto de aborto legal referido a la objeción de conciencia, ¿cuál es su opinión al respecto en su carácter de médico?
–Es un conflicto de derechos. Todos tenemos la posibilidad de la objeción de conciencia. La objeción de conciencia es proteger una minoría, atribulada por las creencias, la religión o un evento íntimo. Pero tenemos gente que tiene derecho a la salud en el caso del aborto, de la ligadura tubaria, de la vasectomía. Si bien existe el espacio de la objeción de conciencia, no puede jamás superar la instancia del derecho que tiene el otro. Como se ha manipulado esta objeción de conciencia, como se ha generalizado, el otro pide que se prohíba. Entonces, es un conflicto de derechos. Pero, en realidad, fue creado para una minoría. Creo que hay que tener una libertad para la objeción de conciencia, pero no puede haber un servicio que tenga todos objetores de conciencia. Eso huele a que hay una presión para que nadie haga lo que el derecho del otro necesita. El Estado debe garantizar que se cumplan nuestros derechos como pacientes –sentenció el autor de libros como “¿Por qué tenemos hijos?” (2012) y “Aborto legal y seguro” (2017).
–También se planteó la aptitud de las adolescentes entre los 13 y los 16 años para decidir…
–Eso da por sentado que no hay autonomía y la autonomía en la juventud es creciente. De por sí cuando alguien quiere poner un palo en la rueda está definido que el buen padre es el que le dice que tiene que seguir –con el embarazo– y el mal padre es el que le dice que tiene que interrumpir. Hay una subestimación y discriminación. Si se presenta la niña, se me ocurre que debería estar acompañada. No más que eso. Nadie tiene que pasar por estas cosas sola. Pero como ven que esto puede salir con un marco legal ponen trabas en el camino.
–Algunos legisladores han anticipado su voto negativo y adujeron que la legalización convierte al aborto en un método anticonceptivo, ¿qué reflexión le merece esa mirada?
–No me gustan las desvalorizaciones de las decisiones y conductas que toman las mujeres. No pienso que la mujer sea liviana, la mujer toma una decisión de responsabilidad cuando se hace un aborto. Lo que tiene que hacer el Estado es tratar de evitar que el aborto se convierta en un método anticonceptivo, para eso tiene que estar presente en la anticoncepción y en la educación sexual. El escenario que he visto en mi vida, acompañando a las mujeres, no es el de la anticoncepción, sino el de la duda, el de mirar cuántos hijos tienen, la economía de la familia, mirar su lugar en el mundo en ese momento con respecto al trabajo y la educación. La mujer sale de la farmacia, se hace un test de embarazo y pregunta ¿qué hago? Un político de fuste es aquel que deja sus convicciones en favor de una política pública. El no es garantizar la clandestinidad y la indignidad de la mujer –insistió–.
–Desde su labor en el hospital público, ¿hay un mayor índice de abortos en las clases bajas?
–No lo sabemos. Lo vamos a saber si se despenaliza. Al margen, no me gusta la manipulación de los pobres. No me gusta hacer una campaña por el sí a través de los pobres, aunque está claro que si tenés plata te va una manera y si no tenés te va de otra. Eso se llama salud pública. Quiero una ley que iguale a pobres y a ricas, que iguale a las mujeres. La ley traería equidad porque, obviamente, a la pobre le va mal. Ahora, esta es una ley para la mujer argentina –respondió categórico–.
–¿Cómo analiza el movimiento de mujeres que sacó el tema a la calle y lo instaló en la agenda pública?
–Es lo único bueno que tenemos. Estamos donde estamos por el movimiento de mujeres. Todo lo demás es circunstancial. Yo no soy el mismo después de ustedes –confesó–. Llevo 37 años en la despenalización, pero era un rígido tipo de la salud pública, pero nunca había utilizado la palabra dignidad. ¿Quién me la enseñó? El movimiento de mujeres. Esta ley se llama movimiento feminista. Esto es una cosa para ayer, no para mañana –definió tajante–. El 13 de junio se vota si esa mujer va presa y hace un procedimiento inseguro o si esa mujer tiene, no solo el aborto seguro, sino lo mejor de nosotros como sociedad.