La casa de Jorge Delconte, en San Agustín II, es un centro cultural.
Santa Fe tiene más de 72 cuadras de este a oeste. A veces se olvida, pero en el norte la ciudad alcanza en su ancho casi la misma extensión que de norte a sur. En el extremo este está, por ejemplo, la casa que siempre perteneció a Carlos Reutemann. En el extremo oeste, en Chubut al 7200, pleno barrio San Agustín II, está la que era la casa del titiritero Jorge Delconte. “Él hacia una militancia social en el barrio. El loco se quedó acá, afincado, porque amaba lo que hacía, amaba el barrio. Fue el fundador de la vecinal, fue uno de los fundadores de la cooperativa de changarines del Mercado de Abasto y de la cooperativa de cirujas que ahora es la recicladora nueva”.
Quien recuerda a Delconte, fallecido en un accidente automovilístico el 4 de marzo de 2016, es su amigo Héctor Bonetti. Héctor es un grandote que se emociona. Y también es un militante del barrio. Ahora es uno de los responsables del Centro Cultural Jorge Delconte, ubicado en la casa que donó la familia. “No hay ningún centro cultural en el barrio. El más al norte que hay es La Abadía. Este el centro cultural más al norte de la ciudad. Estamos a 500 metros de Recreo”, dice con orgullo Héctor.
En San Agustín no hay ni alumbrado público. Cuando cae la noche y la murga cesa con su repiqueteo, en todas las casas se prenden foquitos en las puertas, formando hileras de luces que marcan los senderos de las calles de tierra. La mole del Mercado de Abasto preside la zona, más gigante por inactiva y silenciosa. Es domingo y, a pocas cuadras, se está festejando el segundo aniversario del Centro Cultural. Hay una muestra de fotos del barrio y Los Pibes de Villa Oculta le dan sin freno a la percusión mientras esperan la combi para volver a casa. Dentro de la casa, el Negro Kitiki Quintero oficia de maestro de ceremonias y va dando el pase a las diferentes actividades y muestras teatrales. El día está terminando y en una mesa, en el comedor, se sirven buenas empanadas y vino. Artistas, vecinos y la familia de Jorge disfrutan del final de la jornada. El aniversario del Centro Cultural coincide con el cumpleaños del titiritero. La casa está viva.
La actividad
“Básicamente el año pasado trabajamos con la gente de Nueva Oportunidad y abrimos talleres de fotografía, e introducción a los medios de comunicación, donde hacemos radio” cuenta Bonetti, que tiene una larga trayectoria activando en las radios comunitarias. En gran medida, la tarea se apoya en el programa provincial para los jóvenes de los barrios, con la imprescindible participación de los referentes del territorio. “Ahora estamos con un taller de herrería, donde tenemos doce pibes, y tenemos un taller de reciclado. Ideas para darle vida al lugar. Con los vecinos nos conocemos. Toda la gente me conoce. Este barrio tiene 25 manzanas y los conocemos a todos. Igual, siempre, con esta cuestión del Centro Cultural apuntamos a los niños. Todo lo que pueda dar vida al lugar. La idea es que a pesar de lo que pase a nivel nacional nosotros tenemos que celebrar la alegría y darle vida y pelearla como hacen todos los trabajadores del norte de la ciudad, un norte que está siempre estigmatizado. Nosotros tratamos de darle la posibilidad a los niños y a los adolescentes de conocer otros espacios y que también los otros compañeros vengan acá, que vengan al barrio. Sino todos repetimos lo que queremos combatir: que todo ocurra en las manzanas del centro, entre los bulevares y la avenida Freyre. Somos muchos los que pensamos así, pero no se sale a los barrios”.
—Era lo que hacía Jorge.
—Exacto. Con su obra de títeres, con su teatrino hecho con material de PVC, que era más liviano. Se ponía el teatrino al hombro, por los bariros, para hacer obras de títeres a la gorra, o sin cobrar nada. Era esa la impronta de Jorge. También fue profesor en la escuela de teatro, y las murgas, un montón de cosas.
Dentro de la casa hay un pizarrón donde está escrito “Viernes: muestra fotográfica. Llevar cámaras, encanto y amor. Lunes: Abra Cuentos y una obra de títeres. Invitar a niños y padres”. Al lado hay una nutrida biblioteca. “Vamos a traer una bibliotecaria y le vamos a dar vida a la biblioteca de Jorge”, avisa Bonetti. “Tenemos un proyecto. Ampliar el taller con un pequeño tinglado para dar más mano de obra a los pibes. Necesitamos que los pibes aprendan un oficio. Ahora estamos con la herrería, también queremos enseñar electricidad. Faltan herreros, electricistas, plomeros, gasistas. Queremos tener un espacio, tenemos los capacitadores. Esa es la idea nuestra en la parte laboral, para sacar los pibes de la calle y enseñarles un oficio”.
Quedó para el cartel
Delconte fue una figura central de la cultura santafesina. Creó la mítica compañía Bicho Colorao y sostuvo el Teatro de Títeres Municipal. Pero, con menos marquesina, Delconte es recordado por su decisión de vivir en el noroeste, entregado a la cultura popular. Ese recuerdo vive en los vecinos, en los habitantes de los barrios y en sus amigos que, después de que la pibada deja de cargosear, brinda en honor y celebra la bohemia. “Nosotros tomamos esta posta, porque los familiares decidieron donar esta casa para hacer un Centro Cultural. Y hace dos años que le ponemos el hombro. Nos dejó un legado. Nosotros somos soñadores como él. La idea es aportar nuestro granito de arena para modificar la realidad, para que no sea tan injusta”, expresa Héctor.
“Hace una semana estábamos colocando una puerta y pasaban unos muchachos que estaban cortando el pasto. Habrán tenido 40 años. Y miran el cartel y uno dice ‘Miralo a Delconte, quedó para cartel’. Ojalá que cada uno de nosotros quedemos en algún espacio para cartel. Para darle a otros, como a mí, la posibilidad de arrancar con un emprendimiento en un lugar que tiene muchas dificultades”.