Las últimas imágenes duelen. Una despedida siempre duele, con más afecto, con menos afecto, duele igual. Y este sábado, en esa ciudad rusa de fonética dura –Kazán-, los futbolistas argentinos quedaron solos para la despedida. Las miradas perdidas de Mascherano y Messi todavía penetran al corazón futbolero argentino. En esos hombres está el sentimiento de tristeza de una gran generación de futbolistas argentinos que no pudieron ganar la Copa del Mundo, tampoco la Copa América. Y en esos dos torneos –los más importantes– estuvieron tan cerca de tocar la gloria como de la soledad que sintieron al caer ante los franceses.
Quedaron solos en Kazán, pero ¿cuándo estuvieron acompañados? ¿Cuál fue el plan para preparar de la mejor manera posible un jerarquizado grupo de futbolistas? La AFA no tuvo un plan para estos muchachos. Esta fue una generación de voluntades solitarias que apostaban a un pleno salvador de apellido Messi. Y por más Messi que sea, necesita un plan, como en Barcelona o donde sea, pero un plan. El rosarino necesita alguien que le indique el camino a seguir y con qué jugadores recorrer esa hoja de ruta.
Las selecciones son equipos que se trabajan en un espacio de tiempo demasiado corto, por lo tanto deben tener un plan claro de ejecución, con un convencimiento absoluto de jugadores, del cuerpo técnico y de los dirigentes.
Lamentablemente ese plan nunca existió. Argentina concluye un ciclo donde todo es producto de la improvisación y el sentimiento de esperanza para conseguir objetivos sólo lo generaron los jugadores. La inestabilidad de los directores técnicos es el principal síntoma de la falta de un método futbolístico sólido. Pasaron cuatro mundiales y hubo ocho técnicos en el camino: José Pekerman (2004 a 2006), Alfio Basile (2006 a 2008), Diego Maradona (2008 a 2010), Sergio Batista (2010 a 2011), Alejandro Sabella (2011 a 2014), Gerardo Martino (2014 a 2016), Edgardo Bauza (2016-2017) y el actual Jorge Sampaoli. O sea, tres entrenadores en una Eliminatoria.
No los dejaron
Cuando llegaron dos técnicos que se acoplaron a los jugadores con un esquema de juego consensuado y trabajado para jugar en equipo, por diferentes motivos esos entrenadores se fueron. Alejandro Sabella comandó el barco de la selección luego del fiasco de la Copa América en nuestro país (2011). Con el DT platense Argentina llegó al subcampeonato del Mundial de Brasil 2014 y luego, con Gerardo Martino, a las finales de las Copa América de 2015 y 2016, ambas perdidas por penales. Las tres finales que no se pudieron ganar jamás fueron valoradas, el mundillo del fútbol argentino sacó de sus entrañas lo peor del exitismo, y así cayeron en la bajeza de apuntarle a Higuaín por los goles que no convirtió, a las lesiones de Di María o a la falta de actitud patriótica de Messi, como si el fútbol se tratara de un acto militar. Y obvio, en las estúpidas comparaciones con Maradona. No valorar, no reconocer semejantes logros es una de las principales derrotas. Y cuando muchos se pregunten por qué estos muchachos no tuvieron entereza anímica para afrontar algunos pasajes de Rusia 2018, busquen respuestas en ustedes mismos y siéntanse en parte, por más chiquita que sea, responsables.
Sabella se fue con el fallecimiento de Julio Grondona y Martino se retiró luego de la intervención del gobierno nacional, cuando Macri ordenó crear en la AFA una Comisión Normalizadora (nada más irónico que ese nombre) que la presidió un empresario amigo, Armando Pérez. Además, el Tata se fue con una deuda en sus haberes y con otra de índole profesional, que fue la no creación de un seleccionado Sub 23 para poder competir en los Juego Olímpicos de Brasil 2016, otra promesa incumplida por parte de los “normalizadores”.
Los hilos del macrismo se vieron rápido: el operador periodístico Fernando Niembro le hizo una entrevista exclusiva a Edgardo Bauza, donde le preguntaba si le gustaría ser DT de la selección nacional. Al poco tiempo, otro rosarino –“canalla” este– tomó las riendas de la albiceleste. El desastre que causó Bauza ya lo sabemos, demasiado nefasto en tan corto tiempo.
Lo colectivo
No hay tantos secretos en el fútbol, sólo se trata de trabajar mucho, y más aun en los últimos años, donde este deporte tiene un nivel de paridad muy alto. Pero el fútbol sigue siendo tan simple como esta vieja frase: lo colectivo es más importante que lo individual. Y en esa aseveración se entiende uno de los principales errores de nuestra selección. No tener un equipo que esté a la altura de sus individualidades fue la caída absoluta, y a eso le sumamos un DT que se mareó desde el primer día que llegó al predio de Ezeiza. Sampaoli nunca jugó con el mismo equipo y jamás le impregnó un estilo –como sí lo hizo cuando dirigió y nos ganó en la cara con Chile.
La decadencia, desde la última etapa de Julio Grondona hacia estos días, es pura y exclusiva responsabilidad de la dirigencia del fútbol argentino. Y como si fuera poco, el ex presidente de Boca, actual presidente de la Nación, también se tentó por manejar la AFA, y así fue como mandó su brazo ejecutor, Daniel Angelici. El “Tano” fue operador en la elección de impares que terminó con el increíble final del 38 a 38 en diciembre de 2015 (afuera Marcelo Tinelli), en la llegada de la Comisión Normalizadora, en la vuelta a la televisación del fútbol privatizado y en el acuerdo del macrismo con Claudio “Chiqui” Tapia para que se haga cargo de la AFA (hoy está en su peor momento).
Le dan vuelta y vuelta a la rosca política, con Macri, Angelici, Tinelli, Tapia y Clarín operando con esos soldaditos que le meten un minuto de silencio al seleccionado nacional, la albiceleste queda a la deriva y todos, por apasionados, fanáticos, exitistas, individualistas o por lo que sea, pretendemos que un muchacho con la 10 en la espalda comande, juegue y gane uno de los mundiales más parejos de la historia.
Mientras todavía se escuchan los pedidos (de todo tipo) para que Messi sea el salvador, en los principales medios periodísticos ganan espacio personajes que manejan la cultura de la ventaja como pocos. Caruso Lombardi, Fernando Niembro, Alejandro Fantino, Martín Liberman, buena parte de TyC Sports, diario Olé con Farinella a la cabeza –sólo por nombrar algunos–, son frenéticos colaboradores de un sistema político, social y cultural que exacerba lo peor de una sociedad.
Tiempo de extrañar
Ahora todos gritan, piden cabezas, ponen, sacan y rosquean. Y allá, en Kazán, los futbolistas argentinos quedaron solos, congelados en una foto, esa foto de Messi y Mascherano que nos atraganta la despedida.
Cuando todo esto pase y ni siquiera tengamos la esperanza de un salvador futbolero, todos empezarán a extrañar a una generación formidable, de las pocas que en soledad fueron capaces de regalarnos tres finales. Y en las tres, como en Kazán, dar pelea hasta final.