Desde que asumió Mauricio Macri, el dólar escaló un 221,9% en menos de tres años. En los 12 años del kirchnerismo, el dólar aumentó 236,2%. Faltan apenas $1,40 para que Cambiemos equipare la marca.
Cuando se necesiten 32 pesos y 86 centavos para comprar un dólar, el gobierno de Cambiemos habrá logrado que el peso pierda tanto valor como en 12 años de mandatos kirchneristas. La velocidad con la que zampó la devaluación el modelo macrista hace que el daño sobre la economía sea muchísimo mayor, sobre todo en la pérdida de valor de los salarios. Acaso, entonces, haya sido una movida intencional. Al menos, eso permite inducir el vicejefe de gabinete Mario Quintana, que en reunión con lobos de Wall Street ostentó la caída del salario real como un logro. Medidos en dólares, se da el mismo caso.
Según datos del Banco Central, el dólar costaba $2,90 el 23 de mayo de 2003. El 10 de diciembre de 2015 el valor de la moneda verde era de $9,75. Al otro día, ya con Cambiemos plenamente en el gobierno, el dólar costaba 9,77%. En la última jornada bancaria, el viernes pasado, el dólar de Banco Nación costaba $31,46. Pues bien: en 12 años el dólar se encareció un 236,2%, en menos de tres años subió el 221,9%.
Puede argumentarse que el valor de $9,75 al final de los mandatos K era ficticio, que el verdadero valor era el del dólar blue, que rondaba los $14. Sin embargo, cuando se liberó de sopetón el tipo de cambio, hubo un impacto directo sobre todos los precios de todos los bienes que se transaban en dólares. La carne, la harina, los productos importados volaron en sus precios, sólo por poner ejemplos. Así, 2016 redondeó una inflación superior al 40%, aun cuando hubo apenas una suba tarifaria fuerte, la primera. Es decir: hubo una devaluación y el dólar sí valía nueve pesos.
El problema de la devaluación y de la inflación es la velocidad (si es mayor a la del aumento de los salarios). Una cosa es devaluar 5% en un año y otra cosa es devaluar 5% en una hora. Lo mismo vale para la inflación. La destrucción del valor de la moneda es, sencillamente, la destrucción del valor de todo lo que se vende y se cobra con esa moneda. La destrucción acelerada del valor de la moneda es, básicamente, el desquicio de todas las palancas de la economía. Lo que era un proyecto de primarización productiva y reviente del salario se convirtió en una ruleta rusa descontrolada: los especuladores y financistas no confían en la capacidad de pago del país y piden más intereses, para seguir apagando el fuego con nafta. La aceleración es un espiral, más sube el dólar, más sube la tasa, más endeudamiento se pide y más caro sale. No pudieron estabilizar su Golem y ahora se los está comiendo. Con menos erudición, son tan chetos como ineptos.
No hay un dólar en el casino
Argentina necesita dólares para pagar sus importaciones –estructuralmente necesarias, no sólo por razones suntuarias– y, también, para pagar sus deudas contraídas en el exterior. La manera más genuina de lograr esos dólares es exportando bienes. Pues bien, desde el cambio de gobierno –con apertura de importaciones total y mazazos que reventaron la industria– van 22 meses corridos de déficit del comercio exterior. El 2017 tuvo el saldo negativo en el comercio exterior más alto en la historia, el 2018 va a superar este récord negativo, al ritmo en el que va. Todos datos del Indec que dice la verdad.
Otra forma de conseguir dólares es apelar a los timberos. Ofrecer suculentas ganancias a los capitales golondrina. Una estrategia fue ofrecer tasas delirantes en pesos: venían dólares especulativos, cambiaban a pesos y comenzaban a ganar como en ningún otro lugar del mundo. Eso fueron las Lebacs, que pagaron 453 mil millones de pesos desde enero de 2016 hasta la última licitación de agosto. El problema es la segunda parte del negocio de los capitales golondrina: cuando cambian los pesos –que ahora son más, gracias a los intereses– por dólares. Ahí reclaman los dólares que pusieron, y más. Y eso empuja el dólar para arriba también. Para poder hacer eso tienen que poder entrar y salir libremente. Eso fue permitido por el actual gobierno, que levantó toda obligación de permanencia de los capitales especulativos en el país.
La timba financiera representaba entre el 4% y el 1% de los dólares que venían como inversión extranjera directa. Los fierros que vienen de afuera, la General Motors abriendo una planta industrial. Esa inversión cayó (mientras que la especulativa subió) y ahora el peso de la timba se disparó: en 2016 la timba equivalió al 76% del dinero verde que ingresó por inversión de la buena; en 2017 significó 668% y en 2018 llega al 703%. Datos del Banco Central sobre la economía casino.
En el medio hay otras medidas igual de suicidas, como retirar la obligación al sector agropecuario de liquidar sus ingresos por exportaciones en el país (ni siquiera hagamos referencia a la quita de retenciones). O la errática política de ventas de reservas para mantener estable el tipo de cambio. Si no fuera por los más de diez mil millones de dólares que se quemaron en estos pocos días en que explotó la crisis, hace rato que ya el modelo Cambiemos hubiera sobrepasado la devaluación que hubo durante el kirchnerismo. La tendencia indica que se seguirán reventando reservas y, al mismo tiempo, seguirá perdiendo valor el peso y, al mismo tiempo también, la tasa de interés en pesos seguirá por las nubes, volviendo idiota cualquier inversión que no sea financiera.
Pero la peor de todas las formas de conseguir dólares es endeudarse: esa fue la estrategia principal de Cambiemos. El endeudamiento es sideral, difícil de seguir, su proporción se está aproximando a los niveles de 2001 y, lo que es peor, la mayor parte de los vencimientos que hay en este año y en el año que viene se deben a la deuda que este mismo gobierno generó. Y sigue generando deuda en dólares con todo tipo de bonos y bonitos. Sin contar, claro, la nueva deuda con el FMI.
Entonces, todos los que vinieron timbear en 2016 y 2017, en 2018 empezaron a notar que una cosa es la afinidad de clase o ideológica y otra cosa es la guita. Y en cada vencimiento de Lebacs huyen al dólar o, lo que es peor, compran bonos en dólares. Es peor y es estúpido: el gobierno se arrima aceleradamente a una nueva cesación de pagos, el mentado default, después habilitar niveles inéditos de fuga de capitales, generar una hipoteca gigantesca en moneda extranjera, disolver el valor de la moneda local, mantener todos los años niveles de inflación que, en todos los casos, también fueron superiores a los del período 2003-2015 y dejar tu salario en valores camboyanos.