No siempre es fácil definir o caracterizar los momentos en los cuales nos encontramos frente a los hechos que acontecen. Si alguna vez se supo definir que vivíamos en la era pizza con champagne, donde la dureza de los rostros era más fuerte que la idea de inclusión, hoy sería un trabajo quijotesco asociar el momento a alguna comida. Es posible que el pollo sea el alimento aglutinador de varias capas en algunos puntos del supermercado del mundo. La dureza cambia de hocicos pero los platos son siempre de los mismos dueños.
La valiosa medida sanitaria que llevó al consumo de tabaco en hebras, luego al más barato con nombre olvidados. Quién no se fumó un Roy o un Red Point alguna vez. Nos falta la cerveza Diosa, demos un tiempo. Nada más rico que un rifle con cola de cuarta marca, dejar de comprar aquello innecesario, que siempre será el arte. Nunca compramos una pintura, pero hace tiempo que no enfrentamos la situación de elegir qué dejar. Ese libro que es, pero no alcanza… No alcanza porque el amarillo es intermitente y gastamos más tiempo en olvidar que encontrar alternativas en que el encuentro sea posible. Siempre hay tiempo para gastar, pero también se acelera sin recambios. Por momentos pienso que vivimos en una remake de Pulp Fiction donde nadie escapa de las balas, no hay salmos que salven a nadie.
“El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que en nombre de la caridad y de la buena voluntad saque a los débiles del Valle de la Oscuridad porque es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos, y tú sabrás que mi nombre es Yahvé cuando caiga mi venganza sobre ti”. Ezequiel 25,17.
Si bien Samuel Jackson sería Nelson Castro y Travolta, por qué no, un changuito. Eso está bien porque los salmos nunca salvaron a nadie, y Bruce Willis siempre fue pelado pero no hizo nada convertible. También podríamos transitar Pizza, birra y faso reeditada con toques de Ciudad de Dios y La virgen de los sicarios. No hay paisajes que sorprendan, quien no tiene no tuvo pero hoy lo ve con lentes de realidad virtual. Si alguna vez tocó fondo, sabe que los abismos son eternos y sin salida. Pero siempre hay un momento que nos da risa. Como quien especula con la bolsa, jugando que saca los secos los días martes. Aunque las explosiones no son efectos, ni especiales. Y los extras siguen siendo los que no pueden hablar.
El problema es que cambio el relato, y hay pocos guionistas arriesgando a salir de lo ya contado, y no alcanza… el largometraje viró a serie y si el villano es amable, hay siempre una segunda temporada… Mala, pero donde nosotros ni siquiera aparecemos en los títulos. Por suerte, aún queda un porrón y esta frío.