Referente de Santa Rosa de Lima, Rubén Sala conoce las vivencias y los pesares de sus vecinos. Militante social, observa con preocupación la situación económica del país, aunque no permanece quieto. “Hace falta salir a la calle”, asegura convencido.
Rubén Sala tiene 65 años y se lo ve yendo y viniendo, mientras sus compañeros y compañeras lijan y pintan lo que serán las mesas del Centro de Cuidado Infantil, en el patio de una casa ubicada en Mendoza al 4400. Allí, en el corazón de Santa Rosa de Lima, barrio al que pertenece desde jovencito y que lo ha visto salir a la calle a luchar más de una vez.
Padre de tres hijas, abuelo de siete nietos y esposo hace 45 años, este militante debió alejarse de esas calles durante la última dictadura cívico militar y refugiarse “en la isla junto a su esposa”. “En la isla nació mi primera hija. Después nos fuimos a Buenos Aires porque esa hija tuvo un problema de salud. Fuimos a vivir a un barrio espectacular, el Evita, donde me encontré con una lucha que no conocía que era la toma de terrenos, con Luis D’Elía. He estado en lugares que siempre tuvieron conflicto. Por lo tanto, no concibo otra forma de vivir la vida”, dice con la satisfacción de quien hizo lo que había que hacer en el momento indicado.
Referente del Movimiento Territorial de Liberación (MTL), Sala se encuentra comprometido con los cartoneros y fue uno de los promotores de la conformación de la Cooperativa de Trabajo Higiene Urbana Limitada, dedicada al reciclado de los materiales recolectados. Pero también es un sabio lector de las vivencias y las penurias de sus vecinos. Por eso no permanece quieto.
“Tenemos prevista movilizaciones y una protesta nacional para salir de del voluntarismo y del asistencialismo y ponga por delante el trabajo. Creemos que las centrales tienen que convocar a una movilización. Hace falta salir a la calle –resalta–. Macri tiene que llegar a 2019 lo más golpeado posible. Reivindicamos 2001 como una cuestión totalmente democrática. La salida de 2001 fue democrática, no hubo golpe de Estado, la democracia tiene sus herramientas. Creímos que al echarlo a De la Rúa se iba a instalar un gobierno popular. Cada gobierno que gana una elección tiene el derecho de aplicar el plan económico que quiera. Somos profundamente democráticos. La cuestión es que si se van a caer tienen que tener al menos una red de contención que sirva para lo básico”, sostiene con convicción al observar los días que corren.
–¿Cuándo comenzó con su tarea de ayudar al otro desde la militancia?
–Empecé cuando era muy chico. Me afilié al Partido Comunista a los 15 años porque veía que había un auge de la juventud que salía a la calle. Y a partir de ahí me contacté con gente del barrio que estaba en las vecinales, en los clubes. Eso fue previo al golpe de Estado (de 1976). Durante la dictadura desarrollamos una tarea que no es muy conocida porque en Santa Rosa de Lima hubo muchos exiliados que llegaban de otras provincias y vivieron acá con otros nombres, escondidos. Esos compañeros fueron los que nos formaron. Después del ’83 fui presidente de la vecinal, armamos la Coordinadora de Derechos Humanos en el barrio y después vino el auge de la lucha del barrio con Cutralcó y General Mosconi en Salta. Santa Rosa de Lima fue el tercer lugar donde se hizo un piquete en 1997, cuando había un clima muy parecido a este, desgraciadamente.
–¿Cómo observa la realidad hoy?
–Veo muy difícil la salida porque hay un gobierno que necesita algún tipo de ajuste para implantar un nuevo modelo económico. Digo nuevo porque tiene algunos matices diferentes. Desde la fundación de Argentina siempre ha gobernado el mismo modelo económico, han gobernado siempre los mismos. Lo que sí ha hecho este gobierno es que se profundizaran las diferencias entre las clases sociales. Vamos a un sistema en el que los trabajadores van a ser precarizados por ley. No va a ser posible hacer un paro si dejamos pasar esto –advierte.
–¿Y cómo ve a las organizaciones sociales?
–Me preocupa qué hace la dirigencia social y política. La mayoría de la gente está un paso delante de la dirigencia. Como pasa con el movimiento de mujeres. Eso es bueno, pero también qué pasa con esa dirigencia que no convoca a la unidad –cuestiona–, que no se sale a la calle. Hemos tenido contacto con casi todas las organizaciones sociales diciendo tenemos que plantarnos delante de un supermercado. No para entrar ni hacer saqueos, sino para que el gobierno reaccione.
–¿Qué opina de la reformulación del rol de las Fuerzas Armadas?
–Es una cuestión central para nosotros. Sabemos que estas Fuerzas Armadas no han cambiado mucho. Son los alumnos de los que tiraban a la gente viva de los aviones. Esa es la realidad. Dicen ‘que vengan las Fuerzas Armadas porque me roban el celular y hay inseguridad’. Pero era más inseguro en la época de las Fuerzas Armadas. Durante el gobierno de la dictadura militar era mucho más inseguro.
–¿Cree que la intención de fondo es ir al choque contra el conflicto social?
–Sí, porque no les va a dar el resultado para que la fuerzas comunes hagan el trabajo que ellos quieren que es reprimir. Creo que después que los juzgaron, se sienten insultados, que no se reconocen sus actuaciones en las Malvinas, entonces los levantan, le dan un mayor estatus para que saquen pecho. Pero en este clima, en esta hostilidad social que hay, estoy convencido que van a tirar para el lado de la derecha. Este gobierno va a volver a sacar muchos votos con estas leyes porque apunta a un sector duro de derecha que quiere represión. Necesitan una mano dura para que reprima y el Ejército es una segunda línea y haciendo un acuerdo con Estados Unidos para venir a instalarse en el país. No vienen únicamente por la deuda del FMI, vienen por los recursos económicos.
–De modo que no se trata solamente del combate del narcotráfico y el cuidado de las fronteras…
–La lucha contra el narcotráfico de esta forma está perdida. En México y Colombia, el Ejército se ha hecho cargo de eso y están como están. En los barrios, agarran a los que venden, pero quién es el capitalista que pone millones de pesos o de dólares para fabricar la droga –plantea.
–¿Cómo juega el narcotráfico en los barrios?
–Es terrible. Lo que nos mostraban los canales de televisión sobre los fantasmas del paco lo tenemos en el barrio. Se está vendiendo paco en Santa Rosa de Lima. Se ve cómo cambian totalmente los chicos. Tenemos pibes que están totalmente idos.
–¿Qué se hace por ellos?
–Tratamos de contenerlos. Están tan mal que no hacen nada porque ni siquiera pueden salir corriendo, por lo tanto tratamos de que coman y que duerman en algún lugar. Tratamos de contenerlos sin el Estado. Aquí armamos un Centro de Cuidado Infantil, para eso estuvimos cinco años. Les damos comida, se les pasan películas, se le ayuda a hacer la tarea, se habla con las maestras de ellos para ver qué necesitan, se les saca turno para ir al médico. El compromiso no es darle de comer por un tiempo y que después termine, el compromiso es acompañarlos hasta que sean grandes.
–Siempre son los propios vecinos los que dan una mano…
–En el barrio es una cuestión cultural. Darle yerba al vecino o cuidarle el hijo es algo que hacemos porque nos criamos así. Eso es una solidaridad tremenda. Siempre termina el barrio salvando a los vecinos. En Santa Rosa de Lima tenemos un gran respeto entre las organizaciones sociales y políticas –destaca–.
–Ahora, la realidad económica es mucho más dura en el barrio…
–Es dura y no hay changas porque muchísima gente en el barrio vive de changas. Hay mano de obra muy especializada en Santa Rosa, albañiles, carpinteros, electricistas que trabajando una semana ganan lo que ganarían un mes en una empresa, pero al no haber ese tipo de trabajo. Y eso es trabajo que no está registrado y por lo tanto no figura en ningún índice. Siempre estuvimos en contra del Indec porque reconoce como trabajador ocupado aunque haya trabajado medio día en una semana. Y el que no busca trabajo no es desocupado. Lo del monotributo social es tremendo porque te tenés que hacer los aportes. La obra social nunca es buena y terminás poblando el hospital público pagando una obra social que no tiene ningún tipo de prestación.
El Centro de Cuidado Infantil
El gobernador Miguel Lifschitz inauguró el martes a las 17, el primer Centro de Cuidado Infantil en la ciudad de Santa Fe. El espacio está emplazado en el barrio Santa Rosa de Lima (Mendoza 4445) y funcionará en articulación con la Cooperativa de Trabajo Higiene Urbana.