El calendario marca que en agosto, dentro de un año, serán las primarias. En un clima de constante agitación, trazamos una serie de postas para conjeturar las movidas electorales.
Las elecciones están mucho más cerca de lo que parece, pero el panorama está indefinido como nunca antes. En 2015 el cambio venció por un pelito, para después romper todas sus promesas. En 2017, el voto moral superó por primera vez al voto material: miedo a volver a un infierno de corrupción, esperanza de salvarse por la propia, en la frustrante elegía de los emprendedores. Acá van siete postas para no perderse camino a octubre de 2019, si todo llega como viene.
1. Todo va a ir peor
No hay forma de que 2019 sea mejor que 2018 y el bolazo de la “pesada herencia” ya no le rinde siquiera a los amarillos mismos. Las esperanzas de 2017 están destrozadas. Nada va a mejorar y ya se sabe.
El poder adquisitivo se desploma. La continuidad de los tarifazos empeorará más la angurria, ni siquiera alcanzará con una eventual suspensión en 2019, suficiente es con lo que falta de 2018. El ajuste del Estado –vía despidos y recortes de programas, salarios y estipendios– no sólo impactará en el empleo sino también en aquellos que están todavía, aunque sea un poco, protegidos por lo público.
Si el Estado no ajusta, no recibe el chorro de dólares del FMI que necesita para pagar la deuda que ya contrajo y la fuga de capitales de los sectores que se están beneficiando con el vaciamiento. Si el Estado no ajusta, el dólar se dispara por las nubes y la devaluación hace el ajuste ella sola.
Particularmente en las ciudades va a pegar la recesión, sobre todo en las industriales. En el interior transgénico hay que medir qué pasará con el campesinado real, presionado por la baja del consumo y la suba de las tasas y por la fuerza superior del glifosato. Desde los lecheros a los apicultores, pasando por la fruta, todos están próximos a la ruina.
Este bosquejo no alude, por obvia, a la mala vida de quienes dependen de la seguridad social. Es optimista el pronóstico de que el barco pueda llegar tranquilo a 2019.
Ni siquiera incurriendo en una keynesiana incoherencia, como en 2017, el gobierno podrá remontar la recesión que produjo. El electorado está demasiado endeudado y el recorte del gasto público dejará la venta de humo del Plan Belgrano y la revolución de la obra pública en apenas el récord en compra de asfalto del año pasado.
2. Se pudre la calle
La familia de la seguridad es una de las bases de sustentación del oficialismo y siempre lo será. El gobierno le dio todo: mejores salarios, carta blanca para masacrar, escarnio al movimiento de Derechos Humanos. Si es cierta la voluntad oficial de poner un 8% de techo a los salarios en el 2019 –a través de la negociación paritaria de los empleados del Estado– la calle será un polvorín.
Acaso el gobierno estime que esos incendios le reditúan, la furia de la reforma previsional probó lo contrario. No obstante, la defensa de la gobernabilidad –es decir, de la represión– irá copando los medios gubernamentales. Oposición y golpismo serán sinónimos recurrentes del prime time.
Las diferencias cualitativas entre los movimientos sociales actuales y los de épocas pasadas se reflejan en las concentraciones. Trabajadores privados, públicos y desocupados comparten los mismos escenarios, nunca había sucedido. El último retén a la furia del hambre son hoy justamente aquellas organizaciones que se sindican como el origen de cualquier potencial desmán. No son la fuente de un imaginario golpe, son la garantía del orden. Y los líderes tienen cabal conocimiento de que esa es su posición y de que enfrente hay una fuerza armada cuya potencia y ferocidad no tiene parangón en toda la democracia reciente.
3. Carpetazos y detenidos
La Justicia va a enardecer su cacería sobre los opositores porque le va su propio pellejo en las elecciones. Las operaciones de inteligencia recrudecerán. Si fuera de gobierno el oficialismo sacó un preso de la cárcel, lo puso en la casa de Elisa Carrió y lo sacó por los canales de Clarín para hacer una denuncia que terminó disolviéndose –como las chances de Aníbal Fernández para la gobernación de Buenos Aires– no queda espacio para la imaginación respecto de lo que suceda el año viene.
La Justicia no es un poder democrático. Todas sus designaciones dependen directamente de la clase política, por lo tanto siempre, por siempre jamás, responderán a quien tenga el poder en cada turno, en el Estado y en el mercado. No hay tres poderes en el Estado, hay dos y una corporación subalterna y oscura de abogados con todos los privilegios posibles y con dominio sobre los bienes y las libertades de los demás.
Cristina presa. Si las “pruebas” siguen siendo las mismas que las actuales, al gobierno le conviene demorar al máximo la movida, realizándola antes de un eventual lanzamiento de candidatura. Después, se juega la carta de la proscripción. De ser encarcelada ya mismo, CFK tendrá demasiado tiempo para contrarrestar las acusaciones, en un proceso parecido al de Lula Da Silva pero con mayor apoyo callejero.
Del otro lado también se opera. Horacio Verbitsky guardó la foto de Gendarmería con Santiago Maldonado vivo para largarla antes de la elección de 2017, el cadáver apuró la publicación. Que no se crea que no está guardando otras bombas.
Aun así, la oposición kirchnerista todavía no ha logrado construir un discurso, propuesta, algo consistente sobre la corrupción. Ese déficit puede ser letal en octubre de 2019.
4. Convulsión interna
A la primera alarma, las bases de Cambiemos se despegaron en roedora huida: con el escándalo de los aportantes truchos rajaron los otrora baqueanos de los timbreos. Nadie bancó la parada en el nivel más fino de la política, la militancia. En el otro extremo, el escándalo de los cuadernos Gloria es también una avanzada contra un sector propio del gobierno: el empresariado que todavía hoy lo apaña. Meterse con Techint y la patria contratista no sale gratis, Paolo Rocca sabe que no hay nada en esas fotocopias que no tenga la venia del Ejecutivo.
En el medio, la marca Cambiemos en las provincias. Si asusta la foto económica actual, la película es una de terror brava. El deterioro de Macri es también el de ellos.
5. Ella o quién
Es imposible para cualquier opositor superar la figura de CFK. Guste o no guste. Aparte de la parva de votos, tiene un núcleo duro que no baja del 35% y que es, en los hechos, una horda de partisanos que viene fogueada y con la que no cuenta ningún otro opositor. Ocupa el centro opositor de la próxima elección, los movimientos recientes de unidad con el sindicalismo la refuerzan. ¿Tiene un techo bajo? ¿Quién no lo tendrá en 2019? ¿Sergio Massa, el tercero lejos de 2017?
6. Unidad de hecho
Se habla mucho de la necesidad de una gran interna de la oposición, más debería atenderse la experiencia de 2015. Si la oposición espera ganar en la segunda vuelta corre un riesgo enorme. El tiro es a la primera, rascándole a los satélites opositores todos los votos que no sean del oficialismo en una eventual segunda vuelta. Sería, en los términos de 2015, hacer que Scioli tenga en la primera vuelta los votos de Stolbizer o Massa, que sí levantó en la segunda. La elección será polarizada, con Macri como eje.
7. Lo probable impredecible
Un tren en Once, un fiscal en un charco de sangre, Panamá Papers, un submarino, una garrafa en una escuela del conurbano… No son hechos predecibles, pero tampoco están por fuera de lo probable. La cuenta parece poco rigurosa, pero es muy concreta: son los acontecimientos que trastornan el flujo regular de los hechos y cambian el escenario, pese a que la corriente principal de intereses –cuántos billetes tengo para mañana– sigue su camino. La muerte de Néstor Kirchner, la desaparición de Santiago Maldonado, Fukushima, el (malogrado) asesinato de Maduro… Y, ahora, el debate por el aborto, el movimiento de mujeres, las iglesias, ineludibles hasta en el conformado de las listas de diputados y senadores del 2019. El celeste y el verde serán claves inéditas y divisorias
Más o menos hay dos imponderables mayores por año, que afectan como un terremoto el espectro político argentino. Generalmente, afectan al poder de turno y quiebran el blindaje de los medios gubernamentales. Falta uno este año y otros dos el año que viene.
Comprá pochoclo y, por las dudas, no te subas a un Flybondi.