El Archivo de Memorias Sexodisidentes, una historia de los colectivos más invisibilizados.
“Nosotres tenemos historia para contar”, dice Alejandra Ironici, una de las referentes trans de la ciudad y coordinadora del Archivo de Memorias Sexodisidentes de Santa Fe, que fue presentado el lunes 13 de agosto en la Universidad Nacional del Litoral.
Entrevistas audiovisuales, fotos, recortes de diarios y folletos son parte del acervo que busca recuperar fragmentos de una historia de la sociabilidad homosexual, lesbiana y travesti en primera persona, un doloroso registro de la violencia estatal heterosexista y su connivencia social pero también modalidades de resistencias, espacios de encuentro y recreación, movimientos sexodisidentes que ocuparon el espacio público santafesino.
La propuesta nació a partir de un proyecto de Extensión e Interés Social que presentó Emmanuel Theumer, docente e investigador por UNL-CONICET, activista marica-feminista, y quien coordina junto a Ironici este archivo.
“El proyecto surge con el objetivo de recuperar narrativas de memorias sobre experiencias sexuales que entraron en disidencia con las normas sexuales de la época”, comenta Theumer. “En este caso, el Archivo de Memorias Sexodisidente se piensa en términos de historia reciente porque buena parte de las narrativas comienzan desde fines de los 60 y van hasta principio de los años 2000”.
La página web donde el archivo está empezando a ser socializado tiene un acervo documental que involucra militancias sexopoliticas, del movimiento de mujeres y del movimiento LGBT, cedido por militantes históricas como Marina Quinteros, Noelia Trujillo y Mabel Busaniche, entre otras. Junto a Ironici y Theumer, son parte del equipo Noelia Trujillo, Florencia Palacios, Nicolás Engler, Mauricio Aguilera y Sara Inés Baravalle, quienes cuentan además con el apoyo y acompañamiento de docentes e investigadores.
Cuerpos que importan
En una primera recorrida por los materiales que ya se encuentran disponibles, se ve con claridad la preponderancia de las memorias trans. No es casual. Un colectivo que todavía hoy es castigado y empujado a los márgenes de la clandestinidad, con una expectativa de vida que no supera los 40 años, ha perdido ya a muchas de sus referentes, a esas que pueden contar la historia desde su propia e intransferible experiencia, por lo cual resulta esencial recuperar en este espacio los fragmentos de sus vidas que aún puedan encontrarse. En este sentido, una entrevista que Theumer le realizó a Chiche Castañeda, quien fue encontrada muerta en 2016, será sin dudas una de las piezas más preciadas de este archivo.
“La historia de la comunidad trans no está contada en ningún lado”, remarca Ironici. “Esto va a servir para que desde lo académico estas historias sean temas de trabajo y análisis; y a nuestra comunidad para mostrar el hostigamiento, la persecución, el por qué de las muertes de odio y cuáles eran nuestras historias en Santa Fe en cuanto a shows, carnavales y otras manifestaciones culturales, las formas en que la comunidad se relacionaba con la sociedad”.
“Hay muchas compañeras travestis y trans que conocieron el centro de la ciudad en 2010 y ni hablemos de los centros de salud”.
“El papel de los activismos también es fundamental”, agrega Theumer. “Esto sin dudas se puede ver en las propias narrativas de memoria, la activación de contra discursos y de reelaboración de las normas socio-sexuales por parte de los movimientos originalmente homosexuales, pero también feministas y posteriormente LGBT, fueron claves para pensar el ejercicio de la sexualidad en términos de un derecho humano, para combatir el estigma articulado en torno al sida, en el caso de los movimientos homosexuales, y para empezar a politizar la experiencia de vida definida como privada o íntima en términos de una problemática mayor, en el caso de las feministas. En ese sentido la experiencia santafesina es singular, en comparación con buena parte de las organizaciones feministas del país, por su fuerte contenido popular, y en el caso de los grupos homosexuales que comienzan en los 80 en la provincia, porque se enfrentaron a los marcos normativos más crudos que existían en ese momento a nivel nacional y provincial”.
Santa Fe tuvo legislaciones sumamente represivas: desde los códigos de faltas que habilitaban la persecución a travestis, homosexuales y prostitutas; hasta una ley denominada anti-sida. “Con eso se habilitaba el control serológico obligatorio y por tanto la detención arbitraria de homosexuales, travestis y prostitutas”, explica Themer. “Esta es una de las legislaciones más represivas, y es de 1990. Esto lo sabemos precisamente por los archivos que hemos recuperado de los activistas homosexuales de finales de los 80, en este caso el Movimiento de Liberación Homosexual, y también de algunos microgrupos que en ese momento se articulaban en torno a la lucha contra el sida y que denunciaron. Muchas de estas voces ya no están, la propia crisis del sida se los llevó. Pero creo que es importante saber que esa ley fue resistida y disputada. Se tuvo que esperar hasta 1996 para que sea derogada a nivel provincial, y los códigos de faltas llegaron hasta semanas antes de la sanción del matrimonio igualitario en 2010, en esto tuvo un papel importante la Asociación de Mujeres Meretrices y Travestis de Santa Fe que se creó hacia el 2003 para enfrentar el poder inconstitucional y la arbitrariedad policial, que se traducía en razzias, represión, en una caja chicas con la cual se realizaba el control del sexo en la ciudad”.
Otra ciudad
La portada de la página web del archivo muestra un mapa de Santa Fe y esto no es casual. Recuperar historias nunca contadas, realidades invisibilizadas, colectivos de personas enteramente ignorados, reconfigura también la cartografía urbana: hay espacios y formas de sociabilización que emergen, que ponen de manifiesto una Santa Fe escondida y negada.
Para rearmar este mapa, desde el equipo del archivo reconocen el vital aporte que tienen las entrevistas a personas que se han mantenido por fuera de los activismos, donde hay otro universo cognitivo, otro lenguaje. Theumer indica que conseguir esos testimonios es más difícil pero de gran importancia: “Se nota mucho esta diferencia y aparecen otras cosas, otros modos de entender el vínculo con la sociedad y el Estado, las posibilidades de acceder y de pensar su cuerpo en el espacio público, algo que puede sonar muy abstracto, pero que si volvemos a los códigos de faltas hay muchas compañeras travestis y trans que conocieron el centro de la ciudad en 2010 y ni hablemos de los centros de salud, esto aparece en algunos relatos, y aparecen las memorias sobre otras personas que aparecen en los propios relatos, esta es la potencia política de las memorias”.
La sociabilización de homosexuales y lesbianas también se ha ido reconfigurando con el paso del tiempo y la extensión del acceso a internet, a comienzos de los 2000, fue clave. Las memorias permiten rescatar algunas perlitas que ponen de manifiesto las estrategias que, en este caso, las lesbianas santafesinas se daban para encontrarse: en los años 80 era común encontrar entre los avisos clasificados alguna que otra convocatoria para intercambiar casetes de Marilina Ross. Era la batiseñal tortesca de la época.
“También el avance de la privatización de los espacios públicos por las políticas neoliberales van a incidir en la sociabilidad homosexual, caracterizada por el yire, la ocupación alternativa de determinadas calles, de baños públicos, esto aparece en algunas memorias y va cambiando a principios de los 2000”, agrega Theumer.
Respecto de los modos de sociabilidad trans, el investigador comenta que los mismos han estado “signados por un contexto altamente represivo, que no obstante habilitaba algunos momentos mancomunados de vínculos, como los carnavales, que era un día o semana de permisividad; el cabaret y el teatro de show, espacios de tolerancia para que las trans pudieran desenvolverse; y en las memorias también aparece en este sentido, aunque resulte duro decirlo, la cárcel. La privación de libertad operaba, paradójicamente, como espacio de encuentro con otras y fue clave para la propia movilización política. Un ejemplo: una militante cuenta que estuvo mucho tiempo detenida aquí y el juez le ofreció liberarla pero si se iba de Santa Fe, ella aceptó y se fue a Buenos Aires, donde también cayó presa. Ahí conoció a Lohana Berkins y se enteró de un artefacto político para hacer frente al poder policial, a la connivencia social, y eso fue significativo en su vida. La cárcel como espacio de encuentro, sociabilidad y organización política”.
La persecución sistemática, la represión, discriminación y exclusión que históricamente ha sufrido el colectivo trans, tanto en períodos de dictadura como en plena democracia, también sepultó sus historias personales, sus álbumes de fotos, sus recuerdos de festejos, el encuentro de la alegría, las formas de resistencia ante tanta violencia. De allí uno de los valores fundamentales de la existencia de este archivo que hoy comienza a construirse en Santa Fe. “Todo esto hoy lo conocemos por el resguardo que han hecho las propias personas que fueron víctimas de este sistema opresivo. La ignorancia es efecto de un régimen de poder, no es casual ni gratuita, y un archivo de memorias sexodisidentes persigue un poco ese gesto de reelaborar los términos del pasado reciente pero también de la democracia y los términos en los cuales vamos a pensar la política, los derechos humanos e incluso los espacios de libertad”, concluyó Theumer.