Me desperté este día con un libro de Kafka que había rescatado de la biblioteca un par de días atrás, pero que ya había fatigado con la lectura muchos años antes. Se llama Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero y, en general, se ve que son anotaciones que hacía sobre eventos del día, proyectos de relatos, pensamientos que se cruzaban por su cabeza. Por lo tanto, lo abrí al azar y fotografié una frase que le mandé a mi hija por wa; sólo decía que la desgracia del Quijote no había sido su fantasía sino Sancho Panza, en un contexto que no viene al caso. Ya con el café, busqué en la web, que siempre es más rápida que buscar en la biblioteca, el texto sobre El silencio de las sirenas. Este relato es un prodigio de desnaturalización. Cada línea se inscribe sólo para volverse contra la anterior. No a la manera de la confrontación violenta, sino de un suave giro ondulante que sostiene algo de la anterior pero no la deja intacta, sino que la subvierte como quien no quiere la cosa. Abrir la visión del hueso duro de la ideología.
Empieza diciendo que existen métodos para la salvación, insuficientes y pueriles, pero que también son útiles. Por tratarse de una empresa tan enorme como “conseguir la salvación” –no se dice de qué– he aquí que propone métodos casi insignificantes. La prueba, dice, es el relato sobre las sirenas y Ulises. Primera afirmación: sabemos que Ulises se tapó los oídos con cera y se hizo atar al mástil de la nave para poder escuchar el canto de las sirenas sin caer en sus garras. Todo el mundo sabía que esa estratagema era ineficaz, que ese canto traspasaba todo, pero Ulises no pensó en eso. Confió en su trampa. Segunda afirmación: “Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio”. (Mientras tanto, en dos párrafos se han diseminado varios “pero”, “tal vez”, “podían”) He aquí un cachetazo de sustracción del sentido común. Sin embargo, basta ponerse a pensar un momento, para advertir que no sería raro que estas criaturas dejaran su canto de vez en cuando. Es como una pesadilla creer que están sentadas en esas rocas cantando sin parar. Lo que pasa es que a vos te dicen que el canto de las sirenas lleva seducción y aniquilación y ya está; no vas a mover la mente para abrir opciones posibles. Ellas cantan y matan.
Sigue el relato con otras alternativas que uno puede seguir fácilmente releyendo este pequeño cuento.
En ese movimiento, podemos regresar también al despertar de Gregorio Samsa, convertido en un insecto monstruoso, o a la actividad real que ejercía Poseidón, dios de los mares, pobre burócrata perdido entre papeles debido a la contabilización de las aguas del mundo, y no surcando los océanos en su carro de oro con su tridente y la melena al viento.
Ya Deleuze y Guattari plantean que Kafka no es tanto esa figura solitaria y angustiada que escribe solo, sino que lo ven como subversivo y alegre. Hay que leer el comienzo de La muralla china, y decime si no te reís.
Marthe Robert dirá que lo importante en su obra es la técnica que, si mal no recuerdo, define como el “sí, pero”. Es decir, afirma algo, lográs asir una certeza, e inmediatamente te sustrae una parte. Quedás en el aire, por decirlo así. Sí cantan las sirenas, y te aniquilan con eso, pero más letal es su silencio. A saber por qué algunas veces cantan y otras veces se callan.
Si este proceso no es el de la desnaturalización de la que hablaba Barthes, vos decime.
Como ejemplo, se me ocurre que en estos días es muy frecuente leer la frase de Marx, del comienzo del 18 Brumario, que dice que, tal como lo enuncia en alguna parte Hegel, la historia se repite, sólo que una vez como tragedia y luego como farsa. Y que estamos repitiendo el 2001.
Para el caso, ya no importa que Marx se esté refiriendo a Napoleón. Pero hagamos el ejercicio, restemos algo. La historia se repite, en este contexto ligero, ¿y ahora es una farsa? No lo creo. Creo que la historia nunca cambió, que siempre es tragedia. Desde que yo tengo memoria, y debe ser abundante a juzgar por mi edad, siempre nuestro país estuvo dirigido por Macris. Es cierto que hubo unos años, doce, en que se vivía de otra manera. Menos opresiva que la dictadura, menos letal que ahora. Un intento que ahora podemos agradecer, porque si bien las estructuras duras del capitalismo no fueron afectadas, sí ocurrieron diferentes desplazamientos, corrimientos, devenires que suavizaron e hicieron más fácil la vida de muchísimas personas. Pero, sin embargo, quizá, lo que para vos es insignificante para otros no lo es. Por ejemplo, no es lo mismo comer todos los días en casa tres veces, que tener que acudir a un comedor del barrio a rasguñar un pedazo de pan por día.
Es una “repetición del 2001”, pero no es una farsa, no estamos todos riéndonos; sólo es el retorno de la tragedia.