En pocos minutos y con escenografía republicana full, el presidente no reconoció ningún error en su gestión, fabuló logros, culpó otra vez a la herencia, anunció un ajuste salvaje y medidas kirchneristas. Llamado a la guerra y miedo al derrumbe.
No menos de cinco veces Mauricio Macri sentenció que el principal problema del país es el déficit fiscal, pese a que el evidente problema actual es el déficit exterior, o falta de dólares. El mantra se repitió hasta el exceso, es de muy fácil asimilación. En una economía familiar es muy cierto que no se puede gastar más de lo que ingresa. Una economía nacional gasta y recauda en pesos –que puede imprimir cuando quiera– y se relaciona con el resto del mundo en dólares –que no puede imprimir nunca.
Sólo vamos a puntuar esa diferencia, sin adentrar en la caducidad probada una vez más (en el fin de la dictadura, en 1989, en 2001 y ahora) de las teorías monetaristas y de déficit cero, que terminan con un Estado raquítico e hipotecado a la vez. Un dato más: es falso, muy falso, que los países “normales” o que la mayoría de los países vivan sin déficit. Es exactamente al revés. De hecho, el global mundial es de un déficit fiscal del 3,1% respecto del producto global en 2017. La CIA te lo dice.
Discutir este punto es una cuestión fundamental, porque la idea de “no gastar más de lo que entra” parece completamente obvia, indiscutible, inmediatamente constatable. Lo mismo sucede para la impresión de billetes, darle a la maquinita, lo que supuestamente produce inflación. Pero ¿tomar deuda a roletes no es otra forma de “darle a la maquinita”? ¿Pagar más de 400 mil millones de pesos en intereses de Lebacs tampoco? ¿Acaso la maquinita es mala cuando son billetes para la gilada y buena cuando son bonos para los timberos?
En un sistema productivo que tiene el 40% de sus máquinas apagadas, que el Estado gaste de más no trae inflación sino que activa la producción. No suben los precios, se produce y se vende más. En una economía con un déficit de comercio exterior récord en toda la historia y con un pago de intereses en deuda externa gigantesco, lo que necesita es reactivar el sistema productivo. Sin embargo, la producción seguirá sufriendo y la necesidad de verdes se seguirá agigantando.
La teoría monetarista es falopa mala. Genera adicción, necesitas siempre más y más, siempre el problema es no haber tomado más, lleva la sobredosis al extremo y te vas a la tumba de toque.
Fantasías
Como sea, que no diga este cheto que “Debemos madurar como sociedad y no seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades”. Un tipo que dice “Pasaron cosas” y habla de “Tormentas”.
Su nivel de fabulación, como el del ministro Nicolás Dujovne –que dijo que las paritarias en el sector privado son “libres”–, es insultante. Según Macri con él se bajó la pobreza, se crearon cientos de miles de puestos de trabajo, la crisis energética quedó atrás, el país creció, el transporte se hizo más accesible, se incentivó la producción de la “sociedad del conocimiento” y se hicieron maravillosas obras de infraestructura.
Alcanza sólo con pedir: nombre dos de esas magníficas obras.
Muy interesante fue que Macri admitiera: “Sabemos que con esta devaluación la pobreza va a aumentar”. Es el inmediato reconocimiento de que la pobreza en 2015 estaba muy por debajo de la pobreza de 2016, a no ser que la psicosis llegue al punto de no admitir que sí hubo una megadevaluación cuando comenzó la era Cambiemos.
El otro punto de delirio también es conocido. Es el delirio contrafáctico. La crisis que no existió. El derrumbe que anticiparon a tiempo, Venezuela. La lógica es escabrosa en el enunciado oficial, vamos por parte:
• “Esto que nos pasó ahora nos podría haber pasado en enero de 2016”
• Pero eso no pasó porque “Durante dos años el mercado nos apoyó”
• El apoyo del mercado se debió a “la euforia que generamos con el cambio y a haber frenado el camino que nos llevaba a ser Venezuela”
La crisis no se produjo por el apoyo de los mercados pero el apoyo de los mercados se produjo porque se frenó la crisis. Una crisis que nunca comenzó, pero que sin embargo se frenó. El gobierno frenó una crisis que no existió pero no pudo anticipar una que sí existe.
Así cualquiera.
Maravillosas obras.
Recortes y retenciones
Todo el fin de semana se estuvieron anunciando las medidas, no son novedad. Habrá un ajuste salvaje y, además, un poco de kirchnerismo. Todo para cumplir con el FMI, o para pretenderlo, a cambio de sus miles de millones de dólares para pagar la deuda externa contraída, la fuga de capitales, el déficit de comercio exterior.
Precios cuidados y retenciones entrarán al menú Cambiemos, también sumas extras para la AUH. El presidente parecía pedir perdón cuando fue al núcleo de sus anuncios: “Les tengo que pedir que entiendan, que es una emergencia y que necesitamos del aporte”, lloriqueó al anunciar la vuelta de las retenciones. Tanto duele que la palabra “retenciones” ni siquiera se pronunció, tampoco en boca de Dujovne (excepto en una respuesta).
Otra vez más, el gobierno equivoca en el aspecto técnico. Dujovne anunció que la retención se plantea como cifra absoluta y no como porcentaje. Cuatro pesos por dólar exportado para el campo y los servicios, tres pesos por dólar para resto. Al no ser porcentaje, pues se amarroca el exportable y se presiona más devaluación. Una cosa son cuatro pesos por dólar exportado si el dólar está a 30 pesos y otra cosa es si el dólar está a 50 pesos.
Del lado de los ajustes, se anunció el cierre de más de la mitad de los ministerios. El cierre del Ministerio de Trabajo y del Ministerio de Salud empatan al presidente con Aramburu y la Revolución Libertadora. Antes ya había realizado ingentes esfuerzos para equipararlo, la verdad sea dicha. Hubo una mención especial para la Universidad: “Claro que querría darle más aumento a todos los profesores universitarios. Me encantaría tener más presupuesto para ciencia y tecnología”. ¿Seguirán sus socios partidarios universitarios bancándole los trapos al presidente?
Al mismo tiempo, el presidente dice tener cocinado el presupuesto con la oposición. Pero su ministro Dujovne anunció que se profundizarán los tarifazos en los servicios y que se dejarán de pagar los subsidios a los transportes, que pasaran a quedar a cargo las provincias. Eso es tarifazo brutal o provincias quebradas. ¿Cómo piensa entonces que saldrá ese presupuesto del Senado?
Los cuadernos
“Con la verdad sobre la mesa y sin corrupción”. Eso por boca de un tipo, un gabinete completo, con cuentas off shore, familiares que blanquearon plata negra, una estructura de marketing electoral bajo juicio. Socios hasta las manos en esos mismos cuadernos fotocopiados, funcionarios que benefician directamente a las empresas que pertenecieron, sean petroleras, bancos, constructoras, un presidente del Banco Central que se beneficia con cada devaluación. ¿Se sabe algo de la deuda de Correo Argentino?
Las manchas no se van porque los otros estén manchados. No se defiende aquí esa mirada suicida. Pero sí se observa que Macri ya debería saber que no es una virgen vestal. Sólo su núcleo más duro puede exculparlo, porque en el fondo a su núcleo más duro no le importaría si el pasado fuera totalmente transparente y el presente totalmente corrupto. Para todos aquellos que lo votaron en segunda vuelta, Macri ya es también parte del sistema político, como todo el resto.
Llamado a la guerra
“Aquellos que se oponen al cambio pronostican el caos”, dice el presidente. Es al revés: porque se ve el caos es que existe la oposición al cambio. Sin embargo, la sintaxis evidencia la profundidad del llamado a la guerra
• El cambio es la verdad y la transparencia
• Quienes se oponen al cambio mienten y son corruptos
• Quienes pronostican el caos mienten y son corruptos
Macri sigue haciendo grieta, acaso no le quede otra, apelando al voto moral sobre el voto material. Pero además llamó a la guerra. “Enfrenten a los predicadores del miedo”, dijo primero. “Los argentinos estamos hartos de un pasado que no debe volver”, ponderó después. “Enfrentar a los que resisten al cambio”, sentenció al final.
En un gobierno que tiene más de un preso político y que normalizó el uso de infiltrados en las protestas a tal punto que ya no son noticia, esas frases merecen atención. Macri le dijo a los perros que muerdan.
Quién habla
“Estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”: Mauricio Macri todavía no entiende que el que habla es el presidente, no él. Que hay un sujeto que atraviesa la historia y que no es que se encarna él, sino que es al revés. Por eso es una investidura. Macri puede comparar el sufrimiento de millones de argentinos con su secuestro mafioso y sufrir más por lo que le pasó a él por una simple razón. Macri cree que él es el soberano. Quizás por eso tragó saliva exactamente después de decir su “Sí se puede”. Porque ese cuello tiene miedo.