Por Ramiro Bisa*
Les quiero pedir a mis familiares, amigues y conocides que dicen quererme mucho que, por favor, miren con atención esta foto. Es el abdomen de Corina De Bonis, una maestra bonaerense luego de haber sido secuestrada y torturada por el solo hecho de estar reclamando por su derecho a trabajar en condiciones dignas. Por el sencillo hecho de protestar para que el estado garantice salarios, presupuestos e infraestructura digna para garantizar -valga la redundancia- el derecho constitucional a una educación pública y gratuita de calidad. Solo por eso: garantizar un derecho constitucional. Y por haber puesto sobre sus hombros el cuidado de sus alumnos y alumnas, organizando ollas populares para que pudieran comer.
Por eso, y nada más que por eso, una patota (paraestatal o no, es lo de menos por ahora) la secuestró, le aplicó el submarino seco (método utilizado durante la dictadura para “hacer hablar” a los detenidos ilegales) y escribió con un punzón sobre su abdomen “Olla No”.
Si ya vieron la foto, y les fue indiferente o creen que lo que le pasó es culpa de ella porque tiene que estar dando clases en vez de andar cortando calles; o porque dejó “a los chiques sin clases”; o que se lo merece por andar haciendo quilombo, entonces déjenme pedirles que dejen de quererme. O al menos que dejen de decir que me quieren, porque no entienden o no saben o no les importa que mañana ese abdomen puede ser el mío.
Corina de Bonis mañana podría ser yo porque yo también reclamo públicamente por un salario digno para todes les docentes. Reclamo por un presupuesto acorde a la importancia que, según todos los gobiernos, tiene la educación de les ciudadanes. Protesto por un edificio propio para la facultad en la que trabajo porque no se puede trabajar ni estudiar bien, estando de prestado en una escuela en la que puedo dar clases solo si hay aulas disponibles.
O porque en el aula hago política. No política partidaria, sino política a secas: hablo con les estudiantes sobre la actualidad de nuestro trabajo. De cómo todo el vapuleo que sufren les docentes y la educación pública en general repercute en que, por ejemplo, el otro día se haya caído en el aula un pedazo de un fluorescente al lado de un alumno y que nos haya parecido gracioso. El fluorescente ya hace más de un año que no funciona, y nadie parece haberse enterado. ¿Vamos a esperar a que se muera un alumno en clases culpa de la desidia estatal para hacer algo? Hago política porque insto a los estudiantes a que reclamen para ellos por mejores condiciones de estudio, que incluye docentes mejores pagos para que se dediquen con placer a lo que hacen en edificios tecnologizados y con materiales de trabajo disponibles para todos. A que no tengan que pagarse sus fotocopias, cuando no pueden ni deben hacerlo.
Ese abdomen podría ser el mío, por el simple hecho de ejercer el derecho ciudadano con compromiso y responsabilidad. Ni más ni menos que por reclamar porque se cumpla un derecho que está garantizado por la Constitución Nacional. Y que se cumpla para mí y para todos.
Quiero que dejen de quererme quienes leyeron hasta acá y siguen insensibilizados ante el horror que significa el secuestro y la tortura de una persona que solo reclama lo que le corresponde reclamar. Quiero que dejen de quererme porque no necesito que me quieran así. Necesito que les importe lo que le pasó a De Bonis porque ella también soy yo. No necesito que me quiera alguien que cree que me merezco ser torturado. No quiero que me quiera alguien que crea que es lógico que me secuestren o vaya preso porque “era un quilombero” o “andaba metido en política”. No quiero que me quiera alguien que piensa como Baby Etchecopar.
Y si en verdad me quieren, lo que necesito es que me crean en que lo que les digo no es exagerado. Pero sobre todas las cosas, si me quieren, necesito que defiendan a los docentes y la educación pública. Porque cuando me saquen la foto a mí ya va a ser demasiado tarde.
*Docente de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER)