Este jueves se estrena “Aire”, con la actuación protagónica de Julieta Zylberberg. Rodada íntegramente en Santa Fe, la película cuenta con la dirección de Arturo Castro Godoy. En una entrevista con Pausa, el realizador da cuenta de las características de su nueva obra, sus experiencias previas, sus impresiones acerca del cine y de la crítica situación que atraviesa la industria y también pinta un cuadro sobre Venezuela, su país natal.
Arturo Castro Godoy es venezolano y llegó a nuestra ciudad en 2004. Un leve y suave tono de su tierra natal se reconoce cuando habla. “Soy casi tan argentino como venezolano”, asegura entre sonrisas. Su recorrido en el mundo del cine se originó de la mano de un tío “que es productor”. “Comencé haciendo publicidades y me maravilló siempre mucho ese mundillo y me quedó el interés por el detrás de cámara”, relata. Pero esa inquietud por la cinematografía supo conjugarse con la literatura. “Siempre fui escritor y vine a Argentina a estudiar Letras y mientras lo hacía abrió el Instituto de Cine (ISCAA) y para un montón de nosotros fue una experiencia nueva e increíble. Empecé a dirigir y hacer audiovisual acá” en Santa Fe, comenta en una confortable charla cedida a Pausa días previos al estreno de “Aire” (Argentina, 2018, 72m. ATP), el largometraje que tiene como protagonista a la notable Julieta Zylberberg (La niña santa, Géminis, Cara de queso, La mirada invisible, Relatos salvajes y El rey del once, entre otras producciones nacionales). Ese drama rodado en nuestra ciudad debuta en la pantalla grande este jueves en la sala del América (en funciones de Cine Club: jueves a las 20.15; viernes a las 18 y sábado a las 17.30).
Esta nueva realización es el resultado del trabajo mancomunado entre la cooperativa audiovisual Mucha Siesta y Aleph Cine SA, además de los aportes brindados por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), la Municipalidad de Santa Fe, Liga Asperger 7 y la Asociación Argentina de Asperger. La trama se centra en el periplo que afronta una madre soltera cuando se entera que su hijo ha sufrido un golpe en la escuela, pero cuando lo va a buscar no lo encuentra. Sobre las características argumentales y estéticas del filme, sus experiencias anteriores y sus impresiones acerca del presente y el futuro del cine nacional, Castro Godoy se explaya.
–¿Cuáles fueron las realizaciones que antecedieron a “Aire”?
–“Aire” es mi segunda película. Antes hice un largometraje documental, “Trombón” (premiado por el Concurso de Proyectos de Producción y Realización Audiovisual 2008 del Ministerio de Innovación y Cultura). Después hice “El silencio” (2016) con la que competimos en Mar del Plata y nos fue bien. Fue una linda experiencia que tuvo muy buenos resultados. Junto a los chicos de la cooperativa filmamos cortos, series. Pero cosas del tamaño de “Aire”, diría que solo “El silencio”, mi película anterior.
–¿Qué géneros, temáticas y narrativas preferís abordar?
–Lo que más me interesa es el formato del largometraje. Hago drama y ficción. Se puede decir que es un drama realista, con tintes sociales. Son películas de personaje. Personajes que tienen conflictos y esos conflictos siempre están atravesados por cuestiones sociales, políticas y económicas, como todos.
–¿Cuándo y cómo surgió la idea de filmar “Aire”?
–Empecé a trabajar en el guión y en el proyecto antes de filmar “El silencio”. Hicimos el mismo camino que fue participar de muchos concursos, convocatorias, clínicas, tutorías que hicieron crecer el proyecto. Hasta que finalmente, cuando tenía forma de algo, empezamos a contactar al posible equipo técnico, posibles actores y actrices. Al tener esa gente sumada fue más fácil conseguir la financiación a través del (INCAA). Es una coproducción con Aleph, una productora de Buenos Aires con la que hicimos “El silencio” y “Cauce” (2017), de Agustín Falco.
–¿El nudo de la trama de “Aire” se inscribe en la maternidad? ¿Por qué esa elección?
–Me interesan mucho los conflictos familiares. Mi primera película se trataba de la paternidad. “Aire” es una película sobre la maternidad y, al mismo tiempo, sobre la relación entre una madre y un hijo en un contexto de desprotección por parte de las instituciones, siendo los más necesitados de contención. El niño de la protagonista, Lucía, tiene Asperger. Ella es madre soltera, está precarizada en el trabajo. Hay un cúmulo de situaciones sociales que la condicionan y que la han convertido en la persona que es, esta mujer que está acostumbrada a llevarse el mundo por delante para luchar y proteger esa cosa chiquita y valiosa que es la relación con su hijo.
–Lucía encara una suerte de odisea y desafía obstáculos permanentemente…
–La película transcurre en un período muy corto de tiempo. Es menos de un día en la vida de los personajes y tiene un personaje central, el de Lucía. Y hay un objetivo que queda clarísimo desde el comienzo que es cómo ella encuentra a su hijo. (Así), el camino la va llevando a diferentes lados, los cuales debe superar, al mismo tiempo a través de un crecimiento personal. El personaje sufre una transformación.
–La historia transcurre en una capital de provincia. ¿Es una condición o un elemento intrínseco a la trama?
–Sin duda. No transcurre en Santa Fe exactamente. Es una ciudad un poco más grande que Santa Fe en el imaginario del verosímil de la película. Sin embargo, es completamente santafesina. Filmamos acá y eso se traduce inevitablemente en las imágenes. Hay una identidad local que se manifiesta y nos encanta. Por eso estamos comprometidos con filmar acá, en la ciudad. Las ciudades tienen una identidad en el tipo de calles, en cómo les da la luz. Santa Fe es un lugar muy lindo para filmar. Los personajes son completamente santafesinos y hay referencias que son inevitables, como el color de los taxis o escudos de Colón que se escapan por ahí. Nos gusta filmar acá porque sentimos que la ciudad le da un carácter específico y particular a las imágenes que no lo tendría en otro lugar.
–¿Para encarnar esa protagonista Julieta Zylberberg era la actriz indicada?
–Julieta es una actriz increíble. Yo tenía muchas ganas de que fuera ella. La contacté por conocidos en común. De entrada, a ella le gustó mucho el proyecto. Cuando la contacté estábamos lejos de concretar, pero haberla sumado nos ayudó a dinamizar la cuestión. Estamos súper contentos con el trabajo que hizo. Y, la verdad, me cuesta pensarlo cómo sería con otra actriz.
–¿Aire es lo que busca este personaje?
–Lucía tiene, a lo largo de toda la película, un ataque de asma que va empeorando. Y el título tiene que ver con una cuestión metafórica de que lo que necesita es un respiro, detenerse un segundo y darse cuenta que no todo el mundo le es indiferente, ni todo el mundo está en su contra, sino que hay ayuda siempre y cuando uno esté dispuesto a aceptarla. Es la transformación que hace ella.
–¿Cómo se construyó el elenco teniendo en cuenta la participación de actores y actrices destacados, tanto de la escena porteña como de la santafesina?
–María Onetto y Carlos Belloso son personas que admiro un montón, al igual que a Julieta. He crecido viéndolos en películas increíbles y casi fundacionales del cine argentino. Cuando teníamos armado el proyecto, vimos que eran papeles súper importantes pero no eran tan largos en jornadas. Eso nos animó a contactarlos. Los dos hacen un trabajo increíble y, además, son personas maravillosas. Con respecto a la escena local, con la cooperativa venimos trabajando mucho en ficción y es gente con la que hemos trabajado antes. Santa Fe tiene una escena teatral increíble que nutre constantemente el audiovisual y nos aporte actores y actrices como Raúl Kreig, Camilo Céspedes, Silvana Montemurri y otros. Disfruto mucho trabajando con la gente de acá porque son profesionales tremendos. Para esta película sumamos elenco de Rosario. Nos empezamos a abrir hacia Rosario donde hay gente que trabaja muy bien.
–¿Cuánto tiempo demandó el rodaje y que implicó filmar en las calles de Santa Fe?
–La película tiene muchos exteriores. Filmamos en pleno centro, con los colectivos y los taxis dimos vuelta por todos lados. Hicimos una escena con una manifestación y cerramos varias cuadras en el microcentro santafesino. Fue muy lindo. Un agravante por momentos, pero salió bien, con el apoyo de la Municipalidad que nos acompañó con el programa Santa Fe como Set de Filmación que nos facilitó al logística para que eso sea posible. Filmamos tres semanas, desde fines de febrero a principios de marzo de este año.
–¿Qué recorrido le espera a la película de ahora en más, una vez estrenada?
–Ahora la peli agarra una vida propia. La idea es proyectarla en Argentina en la mayor cantidad de salas posibles, que empiece a hacer un recorrido por el interior del país. De festivales, estamos esperando algunas cosas. Eso un poco más incierto. Ojalá podamos conseguir alguna participación.
–¿Cuáles son los recursos técnicos y estéticos que elegís a la hora de filmar?
–Lo que intento es encontrar lo que necesita la escena, qué está sintiendo el personaje y sobre esa base buscar la mejor manera de traducirlo en imágenes. A veces es una escena filmada a trípode, muy descansada, en la que juega el paso del tiempo. Otras veces es cámara en mano. En esta película, desde el momento en que la protagonista recibe la llamada, se entera que algo le pasó al hijo y hasta que lo encuentra, hay como un reloj que corre. Ese tiempo que va agobiándola hizo que yo tuviera que encontrar la mejor manera de hacer que eso jugara dramáticamente. Dependiendo de la escena, convenía más una cámara que la siguiera y por momentos convenía lo opuesto. Que los planos largos ayudaran a generar la tensión.
–Cómo espectador, ¿qué cine preferís? ¿Qué tipo de cine te identifica?
–Miro cine de todo el mundo, pero mucho argentino. Las películas que más me gustan son aquellas en las que puedo identificarme con los personajes y entenderlos. Eso hace que me implique emocionalmente y, por ende, desee que les vaya bien o que les vaya mal. Disfruto más del cine que está construido sobre personajes, con conflictos, que son humanos. Tiene que ver con que entro al cine a través de escribir y de la literatura. Necesito que haya una historia detrás que de sustento.
–En relación con el trabajo de la cooperativa y como trabajadores del cine, ¿qué opinión te merece la situación actual del sector a raíz de los recortes presupuestarios impulsados por el gobierno nacional?
–Como cualquier trabajador de la cultura, estamos descorazonados. Pero al mismo tiempo con muchas ganas de resistir y de intentar darlo la vuelta. El Instituto (INCAA) está en una parálisis increíble, como nunca. Y no se cumple la Ley de Cine, no se designan los comités para evaluar películas con el tiempo que se deben designar. La verdad es que no se está filmando. Es un horror porque se está poniendo en riesgo todo lo que ha logrado. Todas las películas que ganan premios en el mundo son el resultado de un tipo de cine y de una manera de hacer cine que ya no se puede hacer más, que se puede hacer cada vez menos. El cine demanda procesos muy largos. Todavía tenemos un coletazo de las políticas que se estaban aplicando y eran el sostén de la producción audiovisual en Argentina. Todavía no se alcanza a ver el daño que se le ha hecho a la industria audiovisual y a la industria cinematográfica específicamente en estos años de la nueva gestión. Recién en algunos años nos daremos cuenta de los técnicos que se fueron, de las coproducciones que se cayeron y el daño real. Tiene que ver con una mirada sobre la cultura y con una manera de pensar la vida y el mundo; una mirada en la que prima el mercado. En realidad, lo que ocurre es que hay gente que tiene más oportunidades y otra que tiene menos, entonces, filman los que tienen más plata. Es de terror, pero tiene una lógica. Se busca lo más rentable en el mercado y se deja de lado un costado insoslayable para cualquier actividad artística: no se puede medir el valor del arte en dinero.
–A partir de la posibilidad de ver cine en cualquier momento a través del streaming, ¿cómo observás el futuro del cine proyectado en salas?
–La mejor manera de ver cine es una sala de cine con gente. Sin duda. Pero mientras la gente consuma películas y vea películas, argentinas sobre todo, que las vean cómo quieran. La lucha no es si es en el cine o en la notebook. La lucha es qué consume la gente, si logramos dar vuelta la lógica de mercado. Tenemos que apuntar a que las producciones nuestras tengan un lugar fundamental de exhibición, que tengan la posibilidad de competir de igual a igual con los productos de afuera. Una vez salvado eso, podemos pensar si queremos verlas en el cine o en el celular arriba del colectivo. Si seguimos dependiendo de una cuota de pantalla que no se cumple y de circuitos chicos, inevitablemente, el cine nacional queda relegado que no es el que merece.
–Venezuela, tu país natal, es noticia de un tiempo a esta parte por factores sociales, políticos y económicos. ¿Cuál es tu mirada sobre esa dura realidad?
–Vine en 2004, a cinco años que había asumido Hugo Chávez. Volví tres o cuatro veces de visita en estos 14 años. Y cada vez que volví lo encontré peor. Es extraño saber y sentir que el país que recuerdo no está más, no existe, desde los pequeños detalles. El proceso político y social es complejísimo. Nunca se estuvo tan mal como se está hoy, lo cual no quiere decir que se estaba bien cuando supuestamente se estaba bien. Esa normalidad que recuerdo de mi infancia, con el tiempo, nos damos cuenta que era una pequeña parte de Venezuela la que vivía así. Había una gran mayoría que vivía en la pobreza, sin oportunidades y una situación social que era insostenible. Había un nivel de vida superior al de ahora. Y el nivel muy inferior del presente está generalizado. Los que eran pobres antes son más pobres ahora, la clase media ya no lo es y la clase alta lo seguirá siendo. Venezuela está pasando un proceso complicado y espero que salga pronto democráticamente, con la menor violencia posible. Se ha llegado a un punto en que es necesario hacer algo. No puede seguir así.