“Salga pato o gallareta” dice el Tuca midiendo con el machete frente al pajonal, desde donde vienen los ruidos y se queda pensando de dónde le suena o conoce esa frase. El ruido se detiene, el Chiqui quiere tocar la banda, porque escuchó pasos y sabe que es un animal grande. El Chiqui no quiere saber ninguna cosa de ese animal, no quiere ni siquiera imaginarlo, por eso camina para atrás, a paso redoblado.
Lo que sale es un oso hormiguero, como distraído y dando tumbos. Parece un jubilado buscando los anteojos que se le cayeron hace años, piensa el Chiqui en una imagen algo desalmada. En el pajonal se vuelven a escuchar pasos y ruidos de paja sacudida. Esta vez, lo que sale es el Flaco, en cuatro patas y con los ojos en blanco. Tiene barro y yuyos pegados por todo el cuerpo. Intenta una especie de aullido y le cae de la boca un hilo de baba amarillento, grueso y resistente. El Tuca se asusta. El Chiqui se sorprende y alivia en proporción equivalente pero sigue retrocediendo, a paso ya ligero.
El Flaco hace un largo suspiro que se va convirtiendo en llanto suave, más triste que la mierda. Después se cae o deja caer boca abajo y enseguida nomás empiezan las convulsiones. Un torbellino de tierra y mugre. El Tuca y el Chiqui dejan de prestar atención porque el oso hormiguero suelta un inequívoco y conmovedor quejido de muerte, luego del cual, eficiente, da pocos pasos y su siguiente tumbo resulta el último.
A todo esto el Flaco dejó de revolcarse y jadea de rodillas, en el centro de un irregular círculo de tierra que se hizo barro. El Tuca y el Chiqui lo llaman y le preguntan cosas. El Flaco, si bien escucha, aparentemente, todavía no puede contestar. Mira como de reojo, con cara de loco.
De a poco se para con toda la dificultad imaginable, se tambalea como zombi, da unos pasos y empieza, más o menos a acomodarse, a pesar de lo cual, inmediatamente, retorna a la posición cuatro patas y hace movimientos como estirando músculos.
Fui un aguará guazú, fue un flash, dice el Flaco con voz perruna pero ya vuelto en sí. El Tuca y el Chiqui no dicen nada. El Chiqui deja de retroceder y el Tuca baja el machete. Ninguno de los dos le creen pero debajo del barro y de la mugre, el Flaco tiene una cresta de pelo negro, brilloso y puntiagudo, casi hasta la mitad de la espalda.