Durante el macrismo, los pronósticos de inflación de los economistas erraron hasta el nivel de la complicidad. Quienes son "los que saben" y cómo baten fruta en favor de sus intereses.
Los pronósticos de inflación son herramientas útiles cuando no están sesgados por la afinidad o el interés. En el principal pronóstico de Argentina, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), hay promiscuidad y complicidad. No caben otros calificativos.
Las ilusiones del REM sirvieron de sostén al “régimen de metas de inflación”, inventado por el ex presidente del Banco Central Federico Sturzenegger. En verdad, las metas de inflación fueron el procedimiento para ponerle un rígido techo a las paritarias. Tan rígido que cuando fue perforado el ex Ministerio de Trabajo no homologó los acuerdos.
El propio Banco Central explica que el REM provee “la mejor información posible respecto de las estimaciones que realizan los especialistas sobre el comportamiento futuro de las principales variables económicas”. Lástima que la “mejor información posible” siempre fue sarasa dictada por la promiscuidad con el macrismo y la complicidad para reventarle el poder adquisitivo a los trabajadores: casi siempre el REM auguró lo mismo que las metas de inflación.
De un lado y del otro del mostrador, los nenes de oro son los mismos. Piensan lo mismo, tienen las mismas teorías, no hay ni una voz disonante. De las 63 fuentes que se encuestan, 13 son bancos privados que operan con ciudadanos comunes y el resto son consultoras amigas –como Abeceb, que puso al ministro de la Producción Dante Sica, Elypsis, con Eduardo Levy Yeyati, Estudio Broda, FIEL o Management & Fit– y pesos pesados de las finanzas, la especulación y la timba –Balanz Capital, Barclays, Credit Suisse, Goldman Sachs, JP Morgan, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Nomura. Hay sólo una universidad pública (San Martín) y una privada (del Salvador) y está la famosísima Intelligence Unit de la revista The Economist.
Todos estos cracks auguraron en diciembre de 2016 que la inflación de 2017 iba a ser del 19,6%. Era más o menos la meta de inflación de 2017. Pero 2017 cerró con una inflación de 24,8%. Le erraron en 5,2 puntos. En diciembre de 2017 previeron que en 2018 la inflación iba a ser de 17%. La meta iba del 10% al 15%. En julio nomás ya la inflación marcó 19,6%. Ahí los nenes de oro corrieron su previsión para decir que 2018 cerraría con una inflación del 31,7%.
Y eso que JP Morgan, por nombrar uno, fue de los principales ganadores con la corrida cambiaria. Saben perfectamente lo que pasa. Pese a eso, recién en agosto, con la devaluación desatada, pusieron como previsión de inflación anual el 40,8%, más del doble que la predicción original.
Para 2019 auguran que la inflación estará en 26,6%. Otra vez, muy cerquita del 23% que dibujó el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne en el presupuesto para el año que viene. Qué casualidad. Y cuánta promiscua complicidad.