La casa de El Lecturón también tiene un rinconcito especial para el grupo que se autodenominó “Tormenta de Mujeres”. Arrancó hace un año y fue creciendo como un taller dedicado a la discusión de cuestiones de género. Y particularmente, sobre la violencia.
Romina ingresó hace un par de meses y destacó la posibilidad de “colaborar desde un lugar donde se pueda hablar determinados temas y reflexionar”. En ese sentido, Rosa precisó que todas las integrantes provienen de diferentes barrios de la ciudad y tienen como punto en común sentirse atravesadas por “los lineamientos del patriarcado”. “Juntarte con otras mujeres, una ama de casa, una docente, una profesional, una estudiante y cada una ver cómo desde su lugar nos fue atravesando y vimos cómo se pude ir transformando, transformando pero en conjunto. Esto fue lo que nos unió”.
Para Mercedes, la experiencia de la reunión y el encuentro la interpela de cerca. “Sufrí mucha violencia, pero la pude superar con mis hijos, nietos y bisnietos”, contó. “Nos hemos damos cuenta de que en la historia ya había violencia con las mujeres, que se tapaba, que no se veía. En cambio ahora sale todo a la luz”. Mónica es docente y es consciente de que la lucha “está en lo cotidiano”. “El machismo están en todos los ámbitos en los que trabajamos, en pequeñas actitudes”.
Para fortalecer la tarea de taller, estas mujeres encontraron en la fotografía una expresión particular y tomaron “mujeres de la historia, anónimas, para empezar a trabajar el legado que nos dejaron. Lo transformamos desde la fotografía y la escritura”. Todas las producciones forman parte de una exposición que tendrá lugar el 4 de diciembre, a las 16.30, en el Centro Cultural Provincial bajo el título Tormenta de mujeres, muestra de fotografía sublimada, poética y nuestra.
“Acá la riqueza está en que es muy heterogéneo porque hay gente muy joven. Eso también es importante porque tenés un abanico de 60 largos hasta jovencitas de 17 que hacen aportes riquísimos las dos”, exaltó Rosa dándole la palabra a Virginia, su hija: “Me interesaron mucho las intervenciones fotográficas y tomar como objeto de estudio mujeres que no conocemos porque en la escuela tampoco nunca hablamos de estos personajes. Estas mujeres dejan de ser anónimas para ser nosotras. Creo que los retratos que logramos hablan más de nosotras que de las mujeres que investigamos”.
Camila, que también ronda la adolescencia, aseveró con relación al intercambio que fluye con las más grandes que “la deconstrucción es todo el tiempo, es cotidiana, revolucionaria y también es progresiva. Las vivencias de ellas no fueron las mismas que las mías. Es un aprendizaje mutuo todo el tiempo”. En palabras de Mercedes, la síntesis no es otra que “a veces nosotras, siendo grandes, creemos que la sabemos todas y la juventud muestra un montón de cosas que quizás no sabíamos”.