Cómo se creó una historia escénica de inmigrantes, en palabras de su directora y dramaturga, Ana Woolf.
Ana Woolf llega con el mate al bar del Teatro Municipal. Viene con la maestra francesa Eléonore Bovon, compositora, cantante y entrenadora vocal, que se encargó de guiar al grupo teatral en un viaje hacia nuevas sonoridades. La capitana Woolf está emocionada y con la energía que la caracteriza comienza a describir con su timbre de voz alto y seguro a la Cantata de tierra y mar, proyecto que viene trabajando con un grupo de actrices y actores santafesinos que se reúnen, una vez más, en la Sala Marechal, bajo una propuesta formativa basada en los lineamientos de la Antropología Teatral de Eugenio Barba (Odin Teatret, Dinamarca). Parte del grupo tiene ya en su haber tres espectáculos producto de estas enseñanzas: Maldita justicia (sobre La orestíada de Esquilo), Maldito entrenamiento y Amor (de Denisse Arancibia, La Paz, Bolivia), estrenada el año pasado y recorriendo actualmente diversas ciudades. Cantata de tierra y mar que se presentará los próximos 8 y 9 de diciembre, “es una parte de un camino, o la continuación de un camino por tierra y por mar. En tierra del actor: la sala; en las aguas de sus antecesores: el mar. Un camino comenzado hace ya muchos años por abuelas y abuelos, bisabuelas y bisabuelos, conocidos y desconocidas que dejaron sus tierras para emprender el viaje hacia una tierra que los amparará, que no los rechazará. Una tierra que se volvió su propia tierra”, explica la directora.
—¿De qué se trata la antropología teatral?
—Es un método de actuación que empezó a trabajar e investigar Eugenio en el ISTA (en castellano Escuela Internacional de Antropología Teatral). En los 70 él viajaba por oriente , donde había otros parámetros en actores o performers. El actor en oriente es mucho más completo que el concepto que tenemos acá de actor, allá es un performer, un actor balinés, japonés, o de India no separa canto, danza y actuación, como hacemos aquí en occidente. Es el actor total. No existe esta dicotomía tan occidental y binaria que nos corta la cabeza, sos actriz o cantante. Pudo observar entonces que había ciertos parámetros físicos que se repetían en su grupo y en los actores de oriente. Entonces escribe La canoa de papel donde define la antropología teatral como el estudio del ser humano en situación de representación, que no es lo mismo que si estás en tu casa mirando la tele, que es lo que se llama situación cotidiana. El cuerpo cambia con la percepción del espectador, hay cambios celulares, lo primero que cambia es la columna. Eso es lo que hace la antropología teatral: estudiar los cambios celulares en una situación de representación.
—¿Cómo se refleja el método en la “Cantata de tierra y mar”?
—Se refleja porque es producto del Laboratorio en Antropología Teatral que empezó en el 2014. Es importante remarcar que el espectáculo es parte de un proceso. Elegimos la Sala Marechal para que transiten por la experiencia del tener al público a tres centímetros de distancia. Soltar su ficción y desaparecer. Y esto es un riesgo absoluto porque son 45 personas que cantan en un seminario de una vez por mes, también para Eléonore. Eso es lo rico, porque es parte de un laboratorio donde se experimenta. Nuestro mayor objetivo aspira a la integración del ser humano de cuerpo y voz. Un cuerpo orgánico. La escuela teatral del 1800 con el actor a la italiana y los teatros que heredamos, donde el actor era frontal y no tenía espalda ya terminó con el maestro Stanislavski. Somos una estructura de 360 grados, no puedo separar mi voz de mi cuerpo. Entonces, cómo hacer para que lo que pasa orgánicamente de manera espontánea en la vida cotidiana mantenga su organicidad en el escenario. El escenario es una gran boca de animal peligroso que te come y el miedo hace que nos desorganicemos. Hay que volver a encontrar, entonces, este cuerpo animal que somos donde está todo integrado. Por eso cuando Eléonore llega ya hay un grupo que viene trabajando estas técnicas y pueden hablar juntos y cantar juntos. Hubo que construir un cuerpo que no diga “ahora actúo y ahora canto”.
—¿Cómo conociste a Eugenio Barba y llegaste a ser parte del Odin Teatret?
—Lo conocí por libros y a mi maestra, la actriz histórica del Odin Teatret, Julia Varley, la conocí por foto haciendo una pirueta en el libro Más allá de las islas flotantes, que fue mi primer libro alternativo en la carrera de Letras. Tiempo después, ya trabajando con la directora porteña Mónica Viñao con la técnica de Tadashi Suzuki, estaba haciendo un unipersonal de Ricardo Monti, Asunción, con la pura técnica japonesa. Mónica me invitó entonces a una charla de la Red Magdalena, red de mujeres en el arte, que daba Julia. Así que fui y vi su dualidad entre fragilidad y “cadera”, como dicen los japoneses haciendo alusión a la presencia fuerte. Se puso hablar entonces del proyecto Magdalena, de la minoría de las mujeres en los festivales internacionales, de la dificultad de las mujeres para publicar lo que escriben. Además, la forma de escritura universitaria se maneja con un nosotros supuestamente objetivo, y ciertos escritos de mujeres mas frecuentes como los diarios, cartas, o desde su subjetividad, no tienen un valor teórico para la ciencia o incluso para la teoría de las artes. Y también contó cómo muchas veces la fragilidad de una mujer es la fuerza de la mujer. Y no hace falta ser samurái para enfrentar al mundo, porque a veces nos rompemos. Y yo dije “Quiero seguir escuchando a esta mujer”. Entonces Mónica me la presentó y le anunció que hacíamos función en un teatro off. ¡Estaba en el camarín y me viene a avisar que Eugenio Barba estaba allí! Me acuerdo que miré el piso, miré zapatos de la primera fila y vi las sandalias de Eugenio. Ese fue mi primer encuentro con él. Quedé conectada y al tiempo falleció mi papá. Me acuerdo que le mandé un fax a Julia (en ese entonces era la vía más rápida de comunicación) con la frase “Necesito ir. ¿Puedo ir? ¡Quiero ir!” A lo que respondió “Vení”. Así que emprendí mi viaje a Dinamarca, mi Meca. Hoy trabajo con Eugenio como asistente de dirección, como actriz con Julia y trabajo en el ISTA.
—¿Por qué Santa Fe en tu vida?
—Tengo un vínculo muy fuerte con el grupo que venimos trabajando en el 2014, que se mantiene unido y no paró de agregarse gente. Además la pequeña ciudad en donde nació mi mamá y en donde mi Bobe, su mamá, ejerció su oficio de partera, es Moisés Ville (departamento San Cristóbal) y también está Colonia Clara (Entre Ríos) donde nació mi padre. Entonces me dije: vamos a trabajar la inmigración, con lugares para recorrer. Cada uno tenía una historia: la fachada de su casa, la cervecería del abuelo. Llegaron 40 historias que se colaron en la sala. Coinciden con abuelos y bisabuelos que llegaron en barco al Litoral. Nosotros entrenamos y movemos mucha energía animal pero después las historias mismas empezaron a mover otros tipos de energías. Empezamos a resucitar muertos. Estamos al servicio de energías y abriendo cajones. Entonces quedó un espectáculo con una dramaturgia donde tuve que armar todas estas historias y Eléonore tuvo que armar una dramaturgia a través de los cantos. Construí 10 minutos con cada historia personal para que no se pierdan. Hay como 40 historias de 10 minutos para recorrer la ciudad, hacer un flash en distintos lugares. Me siento orgullosa de los proyectos que hacemos en santa Fe y quiero que mis maestros también se sientan orgullosos de mí, porque es como honrar la memoria.
—¿Cuáles son los próximos proyectos?
—Además de Santa Fe, tengo proyectos en India, en Malasia, en Dianamarca. En mayo del 2019 queremos armar un encuentro de la Red Magdalena en Santa Fe. Con la temática “Teatro, mujer y banquete” y entre las invitadas estarían Julia Varney de Dinamarca, y reconocidas artistas de Taiwan, Marsella, México, San Francisco, Chile, Perú, Brasil, España, entre otros lugares.
La mirada de Bovon
Woolf afirma que de la mano de Eléonore Bovon, con la introducción del canto, comenzó para los alumnos un viaje hacia nuevas sonoridades y posibilidades de experimentación del cuerpo, de la voz y sobre todo de la escucha. Sobre su experiencia con la Cantata... la artista francesa nos cuenta: “El proyecto es una recuperación de las voces de la gente, porque el canto es memoria, sobre todo cuando la gente venía de Europa. La gente viajaba como polizón en los barcos y no podía traer cosas materiales, solo sus canciones como legado de la memoria y esto es para mí muy conmovedor, el recupero de las canciones y los instrumentos musicales y las historias populares que se cuentan a través del canto”.
La cantante y compositora estudió en Italia los fenómenos del canto popular y considera que “Las canciones han atravesado el océano con las personas y es lo que se vive en este espectáculo. Son historias personales pero ahora que estamos todas y todos debemos hacerlo juntos y llegar a la polifonía. ¡Hay actores que decían que no podían contar ni tocar instrumentos y sin embargo con las historias pudieron! Todos podemos cantar. No depende del repertorio. El canto lo tenemos adentro. Se trata de hacer el camino para atrás para re apropiarse de la cosa. No importa que sea bello, lo importante, es tu historia”.
Info útil
La Cantata de tierra y mar se estrenará en el Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020), el sábado 8 de diciembre a las 21:00; y el domingo 9, en dos funciones a las 19:00 y a las 21:00, en la Sala Marechal. La producción cuenta con dramaturgia, dirección y puesta en escena de Ana Woolf. Entradas en venta. Organizan Laboratorio en Antropología Teatral y Gobierno de la Ciudad.