América Latina está atravesando un proceso de restauración conservadora luego de más de una década de gobiernos llamados posneoliberales o populistas.
El caso notorio de esta avanzada es el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones a presidente de Brasil. Si bien a comienzos de año no alcanzaba el 5% de intención de voto, su imagen comenzó a crecer paulatinamente. Más aún luego de sufrir un atentado: fue famoso por ser apuñalado en el abdomen durante un acto de campaña.
En contrapartida, el Partido de los Trabajadores quedó a la deriva tras la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de su líder Lula da Silva con la consiguiente prohibición de competir en la contienda electoral. En consecuencia, Fernando Haddad fue elegido para encabezar su fórmula.
El discurso xenófobo, homofóbico y fascista de Bolsonaro habilitó una creciente violencia en las calles: se hicieron más recurrentes los ataques, asesinatos y agresiones a mujeres, gays y afrodescendientes por parte de sus partidarios.
Aún es incierto cómo serán las políticas económicas, sociales y culturales a partir de su asunción el 1° de enero de 2019. Sin embargo, durante la campaña prometió ametrallar desde el aire a las favelas y meter en prisión a sus opositores. Además, ya adelantó que su gabinete estará conformado por militares retirados y economistas neoliberales privatizadores. Casi todos son varones.
Crisis de la democracia
El fortalecimiento de expresiones políticas de derecha se suma también a una creciente crisis de la democracia en el continente. Al respecto, el informe Latinobarómetro del 2018 indagó sobre las opiniones y expectativas sobre la democracia de los habitantes de América Latina. Según sus resultados, creció el rechazo a la democracia y los políticos, principalmente entre los jóvenes.
Según el estudio, se registran siete años consecutivos de disminución del apoyo a la democracia: en 2010 el apoyo rondaba el 61% y en 2018 ese número declinó al 48%.
Al mismo tiempo, aumentó el número de ciudadanos que se declaran ‘indiferentes’ al tipo de régimen del 16% al 28%. Esto va acompañado por un alejamiento de la política, de los partidos y del interés por votar.