El Birri no para: con mejoras edilicias y técnicas, presentaron una nueva temporada de actividades artísticas.
Cámaras de televisión, mesas con manteles blancos, las remeras del staff de distintos colores paseando entre los colegas con chalecos negros configuraban la previa cuando Tami nos invitó a pasar a la sala, a eso de las 19.30. Un nuevísimo telón oscuro abraza ahora a la Sala Popular de Teatro. A su vez, el velo cuelga de una súper estructura de hierros, junto con un enjambre de tachos de luz: “Para todas estas mejoras, recibimos una ayuda fundamental del Instituto Nacional del Teatro”, contó Fefa, una de las representantes del equipo técnico.
“Solo nos falta el piso, que ya lo tenemos comprado, pero tenemos que esperar a que… se cumplan algunas promesas”, agregó uno de los chicos, Ema. Una vez que este acondicionamiento se complete, este escenario será uno de los preferidos para puestas en escena, por todos estos agregados y también por la amplitud generosa del mismo (ni que hablar de su espíritu público).
La pibada da cátedra
Empezó a sonar un silbato que venía desde el hall y, cuando volvimos a llegar ahí, en las mesas había latas rojas y doradas y también había algo para picar. La comparsa birriana musicalizó el momento, mientras se recorría una muestra de fotos que tiene por motivo los Carnabarriales de San Lorenzo y Alto Verde que se cubrieron colaborativamente. En la curaduría participaron unas 15 personas que, en la colgada, incluyeron retratos hechos por los profes más grandes y también por les estudiantes más peques.
Entre las entrevistas concedidas, Pausa charló con integrantes de distintos otros espacios, como El Tuza, colega de la revista El Surco del Oeste, que mientras desata un nudo cuenta: “Estoy haciendo un curso de refrigeración en una Iglesia Católica, así que cuando llego tengo que guardar el pañuelo verde”. Él tiene 17 y, además de periodista, se formó en Teatro Comunitario y Murga Uruguaya: “Yo vine a los 8 años, por La Búsqueda, que era una escuela de apoyo que había allá arriba” cuenta El Tuza, señalando a la plata alta con el índice y con sus ojos agrandados.
En la conversa también está Giuli, que sin vueltas asegura:
—Al Birri lo tengo como mi segunda familia, venir acá es venir mi casa.
Tanto él como ella pasaron casi la segunda mitad de sus vidas participando en El Birri, se acuerdan de la gente que ya no está y de cómo se hacía para entrar cuando estaban las puertas viejas. Cuando enumeran los espacios del Centro Cultural se ríen entre ellos, escondiendo alguna complicidad, recorren los espacios con la memoria con la fascinación que despiertan las maravillas, pongamos, la magia. Cuenta Giuli:
—Yo tenía una enfermedad, que era asma, no podía hacer actividad física ni nada de eso. Un día pasaba por acá, volviendo de tratamiento, y vi a unas chicas haciendo aéreo y dije: “Ay, yo quiero hacer eso”. Ahí nomás me llamó la chica que estaba enseñando, empecé a practicar y de a poco se fui mejorando mi salud. Descubrí lo que era correr recién cuando empecé a venir acá, si bien esa enfermedad fue lo que me trajo hasta El Birri, fue El Birri el que después me curó.
—¡Una bendición de Dios! –tiró al toque El Tuza, antes de una risa aguda.
Cuando llegamos a hablar de donde se hacen las obras y los shows más grandes, se jactan diciendo que “tenemos alta sala ahora, con telones y una re planta de luces”. Giuli cuenta que en su escuela están preparando una pieza de teatro que estuvo ensayando acá y que “varias de mis amigas son alumnas mías en las clases de circo”. A sus 15 años, está encantada con su inesperado rol de profe:
—Un día me hicieron la propuesta para que me sume como docente ¡y casi me desmayé!, dije: “¿¡Qué!?” –cuenta entre carcajadas–. Primero fue en el Circo Niñes y este año en el Circo Jóvenes, estoy teniendo un control sobre esto que no lo puedo creer. Y es grandioso.
A partir de su experiencia en El Birri, ella no solamente logró superar sus problemas individuales, sino que también encontró un grupo en el cual crecer (“me encanta ver cómo se van sumando nuevos compañeros y cómo crecemos todos juntos”) y proyectarse hacia el futuro:
—Nos veo a los más jóvenes que estamos formando parte de los talleres todavía acá pero terminando, no sé, en Coordinación. También flasheo con un Birri más grande.
—¡Con aire acondicionado! –se apura a agregar El Tuza.
—Me acuerdo del desalojo también, el 15 de febrero del 2013. Tenemos historias felices, historias tristes, pero el lugar es nuestro, “Por cien años de cultura popular”, sí.
La agenda
El domingo 9 es la Vigilia por los Derechos Humanos, en la que el grupo Rotos y Descosidas va a presentar su ópera prima, Lo terrible del eco es que siempre repite las mismas barbaridades. Empieza a las 20 y habrá muestra fotográfica por los Derechos Humanos, proyección del documental La memoria de nuestro pueblo, recital de Brindisi (Cristian Matt Hungo Deicas y Camilo Hormaeche) y un testimonio poético de Teatro por la Identidad (Lucas García y Cecilia Mazzetti).