Claudia Ruiz y un corto que hace mucho ruido por su belleza realista: 11.40.
Antes de su estreno en Santa Fe (está en cartelera en el Cine América), charlamos con la directora y el elenco de 11.40, un corto basado en una historia verdadera de escuelas, cárceles e infancias.
Ya pasó más de un año desde aquellos cinco días de calor insoportable durante los que filmaron y varios meses desde que estrenaron en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, pero los tres no paran de charlar y reírse entre ellos, como si se vieran todos los días, sentados en una salita de jardín. Nosotros, “los grandes”, nos sentamos en las mismas sillitas rojas y, mientras la conversa se da, tratamos de escuchar cada cosa que tienen para decir. El más chico es Ceferino, tiene 8 y cada dos frases tira un chiste: “para mí no es difícil actuar… a mi mamá le vivo mintiendo”, cuenta en una, aunque admite sentir vergüenza “a veces, de los que me están mirando atrás de cámara”. A su cortísima edad ya actuó en un corto, una serie y una película, nada menos que Aire, donde trabajó con Julieta Zylberberg: “Ella es mi actriz preferida”, cuenta. Y sí.
“Este es un alto personaje”, acota Claudia Ruiz, la directora de 11.40, el corto que tuvo a este trío de nenes (además de Cefe, estamos con Facundo y Cielo) como protagonistas de una ficción basada en una experiencia de la vida cotidiana de la Escuela N° 6341 Juan de Garay: “esta historia es como que siempre la quise contar de alguna manera, muchas veces pensé en hacerla en animación, pero perdía verosimilitud. Además, aunque es posible cargar de emotividad y marcar las expresiones de algo animado, una mirada de ellos es muy difícil de replicarla, es irreemplazable”.
El casting estuvo a cargo de Ricardo Ryser, director de teatro cordobés con experiencia en cine con niños, y audicionaron 137 chicos. La decisión final por Facundo Suárez, Ceferino Rodriguez Ibañez, Cielo Eberhard y Lautaro Lencina no podría haber salido mejor: “Hay una escena de Cefe y Facu que no terminó quedando por cuestiones de montaje, pero que la estábamos mirando con Cielo y que, cuando terminó, ella me ve a mí lagrimeando y ahí nos largamos a llorar las dos… y a Cefe también lo dejó conmovido, dijo ‘ahora quiero estar con mi papá’, aunque ahora diga que no se acuerda”, cuenta entre sonrisas.
En ese mismo tono, salen otras anécdotas respecto a la emotividad que consiguieron en las interpretaciones, incluso durante escenas improvisadas: “siempre me pareció muy interesante pensar la ternura más allá de los contextos”, dice respecto a esta pieza en la que las instituciones escuela y cárcel juegan un papel fundamental, movilizando a los personajes y siendo sinónimos del encierro espacial y emocional, “signada por la proximidad de las carencias y los deseos”. La historia, además, está sostenida por un grupo de feminidades que, entre sí, se encargan de reponer las dificultades que atrae una masculinidad ausente.
Para esta tarea, primera experiencia de Claudia dirigiendo actores, se hizo de un buen socio creativo, pues Agustín Falco (Fábula, Historias Breves 7, Cauce) se encargó del guión: “Escribir una historia basada en lo que llamamos realidad, o lo que sería preferible llamar ‘presente vital’, siempre resulta un desafío. Pero es la tarea de narradores y cineastas. En el caso de 11.40 hay una dificultad extra: se mezclan los tiempos más que en otras oportunidades y la escritura del guión entra en tensión con el recuerdo de lo que realmente sucedió. Todo se convierte en un problema que excede lo narrativo y se cruza con la fidelidad con los hechos. Conflicto inevitable que termina resolviendo el cine con su capacidad de construir un presente con esos niños viviendo una pequeñísima aventura cotidiana”, le dijo a Pausa previo al estreno, que fue en noviembre pasado.
Hablando de cine en general, Cielo cuenta que le copa mucho Los Simuladores, obra maestra de Damián Szifrón que, si se analiza con cierto grado de detalle, es una recreación de la dinámica cinematográfica. Sin traer esto a colación, ella misma comenta el origen de su vocación actoral, que se linkea directamente con ese trasfondo: “Me dieron ganas de ser actriz cuando me dio mucha curiosidad saber cómo es el detrás de cámara, la gente me daba un poco de vergüenza, pero ellos mismos me ayudaron para darme confianza”, cuenta la paranaense vestida con una camperita con una estampa galáctica, vinculando aquel gusto con este interés.
Esta producción forma parte de Historias Breves 16, una película integrada por cortos que se inscribe a una serie que se viene haciendo desde 1995 (con alguna que otra pausa en el medio) y que ya enlistó a directores como Adrián Caetano y Lucrecia Martel: “Mandé la historia convencidísima de que iba a salir… y cuando llegó la noticia de que había quedado no lo podía creer”. En alguna que otra reseña de la película, destacan a 11.40 por encima de las historias incluidas y, particularmente, al trabajo de Claudia como directora.
Mientras ella le cuenta a Pausa consideraciones técnicas como la fijación de propósitos para cada escena y la optimización del poco tiempo en el que se debe filmar (a diferencia de la paciencia requerida en la animación), los chicos hojean un cuaderno con el storyboard del corto, bocetado a lápiz por la directora que germinó en sí durante unos 20 años esta historia.
Esa anécdota original, tuvo a un nene del segundo grado de la Juan de Garay que se escapaba siempre del aula en un momento que no correspondía con los horarios de la escuela. Un buen día una de sus maestras (compañera de Ruiz, en ese momento profe de plástica), lo sigue hasta el patio “y esa es la parte que no te puedo contar”. Para conocer el desenlace, habrá que esperar hasta las 11.40, en la pantalla del América.