Paul McCartney volvió a tocar en la Argentina y demostró por qué es una leyenda.
“El más culto de los Beatles”, “el que en plena fama seguía frecuentando el under”, “el líder de la banda en su transición hacia lo más progresivo”, son algunas de las acusaciones que se hacen de él en el documental How The Beatles change the world y que caben con justeza a la descripción de este artista que, con 50 años siendo una celebridad mundial, todavía se permite momentos de a pie y no se conforma con lo ya hecho: compone material nuevo (y bueno, aunque lo alta que pueda estar la vara es porque él mismo la subió hasta ahí), sigue saliendo de gira y no reniega de ser quién es.
Afuera los autos paraban en medio de la Avenida del Libertador y la gente se bajaba para cantar, desde la calle, el estribo de “Hey Jude” con Paul. Así como pasó en los 60, su promoción del amor llegó a una sociedad carente: no son canciones solamente para parejas; padres y madres con hijos y nietos, amigos y amigas se abrazaron cantando “All my loving” y “Let it be”. Él mismo fue repartiendo las dedicatorias entre Nancy (su esposa, a la que le escribió “My Valentine” y con la que anduvo en bici el día anterior al recital por el barrio), a “su hermano John” Lennon (“Here today”), “a mi amigo George” Harrison (“Something”) y, más que a nadie, al público, que se cansó de cantarle y festejarle cada ocurrencia y hasta le marcó el rumbo al cantante varias veces, como cuando lo obligaron a coro a hacer un reprise de “Letting go” o en la que acompañó, sentado al piano, el “olé, olé, olé, olé…” que subía desde el campo delantero. También en plan de homenaje sonó “Lady Madonna”, que tocó sentado a su piano famoso con pantalla led, que iba proyectando fotos de mujeres atletas, patinadoras, campesinas, algunas con bebés y hasta una Linda Eastman, su primera esposa, justamente la que inspiró esta composición.
Los lugares a los que no puede llegar con su voz de 76 años los alcanza con su onda, obviamente apoyado en una banda que suena increíble y es muy canchera, sobre todo su baterista y corista Abe Laboriel Jr., que cumplió 48 esa noche en Palermo.
Puntos aparte para los Hot City Horns, el trío de caños que se metieron a tocar entre la gente. A todo esto, el líder de la banda y maestro de ceremonias del Freshen Up Tour tiraba frases en español, contó que aprendió algo en la escuela y como que tenía algún machete con las líneas para decir. Desde la dirección de cámaras del show supieron esconder esos trucos aunque sabían que la gente solo quería verlo a él.
Rodeado de pantallas, las animaciones iban ambientando no solamente las canciones, sino también los climas que se iban recorriendo, lo que se lució en el pasaje en el que Paul quedó encima del mundo y tocándole “Blackbird” al universo: “Esta canción es sobre derechos civiles”, dijo antes de empezar. Algo así debe haberse visto también desde el escenario, no queremos ni imaginar el número de teléfonos que habrán estado filmando en ese momento.
“Se ve lindo por celular, eh”, dijo un señor de lentes y barba grisácea que hizo reír, aparentemente, a su familia. Justamente este tipo de grupo fue uno de los más comunes entre las 60 mil personas que se dice que hubo, ¿Habrán quedado afuera de la cuenta los que espiaban con largavistas o las sombras que bailaban “Band on the run” desde los balcones de los edificios cercano al Campo de Polo?
Donde no estaban tan contentos era en los márgenes del campo y las plateas que, aplausos mediante, pedían que se suba el volumen, limitación que ponen los organismos de control por quejas de casas y departamentos aledaños. En tanto, la calidad del sonido fue superlativa, una definición exquisita instrumento por instrumento, bien aprovechada por los músicos por casi tres horas y 39 canciones. En todo ese rato, a McCartney no se lo vio tomar un trago de agua, no le hizo falta ni transpirar una gota para dar un show al nivel de su fama: es entretenido sin ser un denso, sabe canalizar la energía que recibe desde sus admiradores, hace un equilibrio justo entre los temas de los Beatles que quieren escuchar todes (a las ya dichas podemos agregar el arranque con “A Hard Day’s Night”, también “Love me do” y “Let it be”) y los de su etapa solista.
Es consciente de su peso específico y está a la altura, cumple con lo que de él se espera y con lo que desea. Claro que entre estos últimos también hay varios clásicos que son también muy festejados, sea “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, “Maybe I’m Amazed” o “Live and let die”, que fue la canción con la que prendió fuego el cielo de Buenos Aires.