Si vos sos un pibito de la laguna, decía alguien que no recuerdo a no sé quién, en Guadalupe, si no me equivoco; tampoco estoy seguro del sentido de la frase pero perduró intacta, como tantas imágenes de la costanera. Es otro marzo y una tarde de sol, yo camino quién sabe qué número de vez, estas diez cuadras junto al agua.
Vi un toro corriendo despavorido por el medio de la calle y gente disparando para todos lados, aterrorizada. Felisa me subió a un árbol y gritaba más fuerte que toda la gente que gritaba. El toro pasó por la vereda de enfrente a unos 20 metros.
Vi la mitad de la costanera caerse a la laguna, vi a mucha gente levantar parecitas muy delgadas en todas las puertas, también había en las puertas de mi jardín de infantes y alguien siempre tropezaba pese a las incansables advertencias de la señorita Silvia. Vi a Tincho Carpincho juntando ropa arriba de una camioneta, creo que me dio un poco de miedo.
Vi una interminable fila de tanques, con chicos que iban a Malvinas, las familias paseaban, se sacaban fotos, sonreían, los soldados sonreían, todo el mundo sonreía. A uno de los tanques se podía subir, capaz no me dejaron, solo recuerdo el frío cuando apoyé la mano en el metal verde y helado. Los tanques siguieron varios días ahí, quizás semanas, después de cantar la marcha de la guerra y antes de la merienda, cruzábamos con la maestra con dos cajas de Tatín, blancos y negros para los soldados. Creo que esos chicos felizmente no llegaron.
Vi la cara de un gato muerto dentro de una bolsa, lo sacamos a flote con un palo, todo el tiempo creímos que era un bebé. Vi la camioneta blanca de Asuntos Juveniles y todos los pibes de la 884 que salían con nosotros del Poli, desaparecieron en un santiamén. Vi a Esteban volar por arriba del auto que lo chocó, lo vi morir tirado en el asfalto, vi cómo lo subían a otro auto que salía a toda velocidad, vi cómo un hombre, llorando, cargaba su bicicleta rota.
Vi un pato nadando solo una madrugada que estaba muy triste. Vi caminar a Carlos Saúl cuando todavía no era presidente. Vi navegar a Scioli cuando todavía era deportista y tenía los dos brazos. Vi los fuegos artificiales de Canal Trece repitiéndose cada año, vi a Pocho la Pantera, a Las Primas y a Juan Corazón Ramón. Por suerte, también a Los Palmeras cuando hicieron temblar el piso.
Vi las olas de la Setúbal, marrones, a veces doradas, a veces azuladas y grises. Vi las aerosillas, la laguna desde arriba, las tablas desvancijadas e incompletas del puente viejo, el medio puente y al Pitu bajando en bici desde lo más alto cuando inauguraron el nuevo. Vi muchas otras cosas que no recuerdo, y muchas otras de las que prefiero no acordarme. Me quedo, esta tarde, con las banderas flameando y amontonándose, antes del escrache al genocida Rolón.
La vida misma, lo cotidiano, en la inocencia de pibe. Hermoso.