Precisa y aguda, la socióloga e investigadora Dora Barrancos pasó por nuestra ciudad y, en una charla con Pausa, recorrió las principales problemáticas que atraviesan al género por estos días. Desde el aborto legal, hasta la violencia y el avance político de sectores religiosos y conservadores, pasando por la mentada ideología de género.
Enérgica en su decir, apasionada en sus convicciones, contundente en sus argumentaciones, Dora Barrancos recorrió el amplio abanico de coyunturas que atraviesan las problemáticas feministas. Fue durante una cordial conversación con Pausa y luego de disertar –este jueves– sobre equidad de género en el trabajo y la producción en el marco de un encuentro promovido por el Consejo Económico y Social de Santa Fe y la Subsecretaría de Políticas de Género del gobierno provincial.
Con una extensa trayectoria en los estudios sobre los movimientos de mujeres a lo largo de la historia, la docente y socióloga, se mostró entusiasta ante el protagonismo de las jóvenes, reclamó acciones sistemáticas de prevención de la violencia y analizó el derrotero del patriarcado en consonancia con su funcionalidad al sistema de clases capitalista.
–Pasó casi un año del inicio del debate por la legalización del aborto, ya instalado en la opinión pública, ¿qué desafíos les cabe a las mujeres y los feminismos de ahora en más?
–Tenemos que seguir en la misma tesitura, en el mismo volumen, en el mismo tono, en la misma expansión. Todas esas cuestiones las necesitamos. La Campaña (por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito) volverá a presentar el proyecto que tiene modificaciones. De modo que lo que las feministas tenemos que volver a acompañar de manera rugiente, de manera tan exaltada y tan derramada como ocurrió en junio y agosto del año pasado. Este año hay un principio de realidad más restricto por ser electoral, es un año de escasísima capacidad de reunión por parte del Congreso. Esta vez se van a ahorrar los debates en las audiencias. Lo que se dijo se dijo. Pero tiene que haber reunión de comisión y llevan su tiempo. Tengo entendido que hay muchísimos diputados de Cambiemos que tienen interés que esto se trate. De parte de las otras fuerzas con representación parlamentaria que fueron protagonistas, seguramente no va a haber problemas. El problema vuelve a ser el Senado. Probablemente haya algunos cambios en algunos senadores a favor nuestro. No me parece que estén habilitadas las condiciones del año pasado. Se presentará el proyecto, veremos cuál será su destino inmediato y quedará en estado parlamentario. Lo importante es que no pierda el estado parlamentario.
–En este contexto político y frente a las circunstancias electorales, ¿qué lectura realiza sobre las problemáticas de género y su penetración en las campañas proselitistas?
–Va a ser muy gravitante. En algunos estados provinciales más gravitantes que en otros. Depende del volumen que haya tenido la movilización. No me escapa que aquí, en Santa Fe, habrá una audición de mujeres movilizadas desde el año pasado. Esto va a estar bastante presente en la elección que haga la demografía femenina. Será un ingrediente muy importante. En todos los lugares se dice que hay una pulsión de aquellos antiderechos, que están llevando candidaturas, pero también hay una pulsión de las fuerzas políticas que están dispuestas a escuchar mejor y a apostar mejor a derechos fundamentales.
–Usted ha estudiado el devenir del feminismo a lo largo, por lo menos, del último siglo. Comparativamente, ¿los obstáculos para la lucha de las mujeres han sido los mismos antes y ahora?
–No, no son los mismos. El patriarcado, sin embargo, goza de buena salud. Pero las mujeres no son las mismas. Han cambiado muchísimo. Los cambios han sido de vorágine, en la segunda mitad del siglo pasado, de transformaciones culturales. En lo que va del nuevo siglo, lo que ha cambiado muchísimo en las generaciones que ya se han sucedido son las sensibilidades y sentimientos de aquellas porciones de gente más joven de nuestra sociedad. De las muchachas más jóvenes. Hoy, las sub 20 son una cantera formidable de innovación, de modificación y de retos. No tienen nada que ver las sub 20 de hoy con las de 20 años atrás –enfatizó–. Esas muchachas que hoy son sub 20, dentro de 20 años serán otras mujeres jóvenes que le darán otro perfil a nuestras relaciones de género –afirmó la investigadora del Conicet y autora de libros como “Inclusión/exclusión. Historia con mujeres”, “Las mujeres y sus luchas en la historia argentina” y “Mujeres, entre la casa y la plaza”.
Conservadores y religiosos
–¿De qué manera se puede interpretar las motivaciones de la mentada ‘ideología de género’ que esgrimen los grupos antiderechos?
–La ideología de género es una planta que tiene diversas raíces. Una, en Ratzinger (Benedicto XVI) y el Vaticano. Otra muy fuerte en Estados Unidos. De hecho los mayores recursos vienen de Estados Unidos. Hay un aglomerado de organizaciones que están muy actuantes, sobre todo, en organismos internacionales. Estas organizaciones antiderechos en Estados Unidos tienen una influencia muy clara porque tienen recursos. La novedad es que hay una nueva convergencia entre los viejos sectores, como la Iglesia Católica y grupos fundamentalistas norteamericanos que corresponden a iglesias cristianas nuevas. Más grupos que tienen que ver con el islamismo. Ahora, el mayor problema que se presenta para Argentina es la solidaridad que están consiguiendo esos grupos en algunos segmentos populares. En un momento en que está completamente desactivada la acción del Estado en orden a seguridad social y derechos, les queda como alternativa de protección estos grupos. Mi preocupación es sobre la alternativa política que pueden representar los fundamentalistas cristianos, neo cristianos con otros fundamentalismos. La alternativa ideológica que pueden representar es muy menguada, no tiene asidero. Nuestro país tiene clases medias muy particulares que son diástole y sístole pero es muy difícil que se contagien de la ideología contraria al género. El problema que veo es cierta eficacia política que pueden tener estos grupos presentándose con representaciones como sucede en Brasil. Brasil tiene una representación evangélica del 17%. Eso es lo que encuentro como peligro real. El resto es una batalla de culturas y la arremetida tiene sus pequeños éxitos en algunas provincias. No es mi preocupación que haya una regresión de mentalidades generales. Pero sí hay dos fuentes de preocupación para mí. Una, cierto reconocimiento que hace el actual Estado a esos grupos. Y otra, la posibilidad de que esos grupos se formulen como fuerzas políticas.
–¿Y cómo se entiende que el propio gobierno haya habilitado el debate para la legalización del aborto?
–Esa es una dialéctica de vorágine. La Jefatura del Estado no tenía nada que ver con la adhesión al aborto. Encontró una buena treta. Hizo una especie de diagonal pero fue sorprendente lo que les ocurrió porque nunca esperaron tamaño estado de deliberación y de apoyo a la ley, de revuelta juvenil. He ahí la treta. No tienen ninguna gana de habilitar esto. En el fondo están jugando con estrategias retractivas.
–Así lo demuestra el proyecto de reforma del Código Penal en torno al aborto…
–Se va hasta atrás de 1921 porque mantiene la penalización por cárcel. Segundo, hace arbitraria la cuestión de las causales porque es por autorización del juez. Es un escándalo. Ahí está la prueba de que nunca pretendieron para nada con esta ley –en alusión a la legalización del aborto–.
Clases
–Una de las críticas que se le realizan a los debates que promueven los feminismos es que se reducen a cuestiones inherentes a la clase media. ¿Qué opina al respecto?
–A lo largo de los tiempos, el feminismo se constituye como un cauce que ha interpelado, sobre todo, a algunas mujeres. Las primeras mujeres de interpelación feminista de siglo XIX e inicios del XX eran aquellas más letradas, aquellas mujeres que tenían un anclaje social en las clases medias. El feminismo inicialmente se implanta en estos grupos de mujeres. Ahora bien, en esta etapa que vivimos hay derrames populares de los feminismos, ya no hay más aquel anclaje de gueto, no hay más oráculos, no hay más capillas. Hoy, las mujeres que tienen alguna condición material, de subsistencia, de pensarse como mujeres, lo hacen –remarcó–. En las mujeres populares hay un crecimiento de esa conciencia. En todo y cualquier lugar de los sectores populares hay alguna expresión de ruptura del estatus quo, de ruptura de esas circunstancias de no pensar el para sí. Eso está en juego por los impedimentos de las iglesias y de muchos curas. Pero creo que hoy hay fermentos feministas en todas las clases.
–¿Hay feminismos sin las sexualidades disidentes?
–No. No encuentro que haya feminismos que no tengan una adhesión al inexorable principio de arco de socio sexos o sexos sociales. No creo que se compadezca el feminismo con la obturación del derecho a la identidad que se desee y la orientación que se desee. Lo veo como una contradicción.
Políticas de Estado
–Este miércoles se presentó ante el Congreso el pedido de declaración de emergencia nacional por violencia de género al hilo de los 72 femicidios ocurridos desde el principio del año. ¿Qué es lo que no se hace al respecto?
–Ni una política de prevención –exaltó–. Ni una. Hay punitivismo, pero prevención ninguna. Y hablo de algo integral, sistemático, que revuelve los sentidos patriarcales de todo el sistema educativo comenzando por el jardín. No hay formación de los cuerpos docentes. La Educación Sexual Integral tiene que estar instalada en todos los segmentos, pero no basta. Es un ingrediente importante, pero no basta. Necesitamos una modificación completa de la malla curricular, necesitamos equipos que actúen, sobre todo, en los grados superiores de la escuela primaria. Y en todo el sistema educativo, equipos que se ocupen de la prevención. Necesitamos sistematicidad –insistió tajante–, necesitamos que todo el sistema educativo esté conformado por equipos que atiendan en tiempo y forma, que vayan a las escuelas, que hablen con los varones. Como se da lengua, hay que hacer eso –graficó–.
–Y en el corto plazo, ¿qué hacer para evitar la instancia de violencia que finaliza en el femicidio?
–Creo que no basta el sistema judicial. No toda judicialización es interesante. Hay un antes que se puede prevenir. Estoy a favor de la creación de un instituto intermedio que en toda comunidad pueda atender preventivamente los casos de violencia. Una institución nueva que esté entre el Poder Judicial y la sociedad civil, con especialistas. Las personas que judicializan su situación –fundamentó– y que deben hacerlo, nunca le ven la cara al juez. Y una demanda puede durar un año.
Igualdad
–Las mujeres continúan reclamando igualdad en las distintas esferas de la vida pública, ¿cuánto falta para alcanzarla?
–No falta tanto. Mis nietas van a ver grandísimos cambios porque son protagonistas. Porque son niñas, de 10, 11 años, que ya cargan bandera. Y es la notable transformación de este tiempo. Antes, una generación feminista trasmitía como podía nocionalmente algunas cuestiones a la otra. Ahora es de masividad, no de capilaridad. Las niñas que hoy están en la escuela primaria son una generación que será mucho más disruptora y no la van a consolar con la mera evidencia histórica de que el patriarcado se va a caer. Va a haber un protagonismo decisivo para esa caída.
–¿Se está desintalando el patriarcado?
–Está sufriendo averías, pero todavía no hemos hecho el sablazo final.
–¿Hace falta construir otra masculinidad?
–Sí, absolutamente. Hace falta una diversidad ante la masculinidad hegemónica. Hace falta, obviamente, que las mujeres renuncien a los estatutos secundarios y subalternos. Pero también hace falta que los varones comprendan la insensatez de sus mandatos masculinos en el día a día.
–¿De qué manera opera el patriarcado en el entramado de violencia que media en las relaciones sociales?
–La relación entre patriarcado y violencia es ínsita, es de constitutividad. Patriarcado es violencia. La violencia patriarcal está en todas las expresiones de nuestra malla relacional. Ahora, siendo muy parientes el patriarcado y el régimen capitalista de clases puede ser que caiga el patriarcado y no desaparezcan las relaciones de clases desiguales. Es un incentivo muy fuerte el que pensemos el fin de todas las clases de sometimiento, de exclusiones y de injusta distribución de la riqueza.
–Se repiten los casos de niñas violadas y embarazadas frente a los cuales reaccionan con fuerza sectores anti aborto legal. ¿En qué falla el Estado?
–En esas circunstancias hay una crueldad excedente. Pero fue la primera vez que vi reacciones de gente conservadora, con relación al caso de Tucumán –donde la menor en cuestión fue sometida a una cesárea y posteriormente la recién nacida falleció–, que estaba espantada. La crueldad, la lesión de derechos es integral. Pero fue un brutal punto de atención sobre muchos sectores conservadores. Esos sectores conservadores, en sus puntos neurálgicos, no pueden aceptar el incesto –exclamó–. Ahí se origina un núcleo muy ciego y eso permite decir esto es una insensatez. El caso de Tucumán no benefició a la cruzada antiderechos, fue muy paradigmático y la lesión integral de derechos que se cometió con la niña. Lo de Tucumán fue una lección muy severa.