Hace un par de temporadas que Game of Thrones ya no es lo que era. Pero la temporada final directamente es una vergüenza. ¿En qué te han convertido, George Martin? ¿Dónde habrá quedado ese sádico escritor que nos invitó a ver cómo decapitaban al protagonista principal de la serie, a contemplar cómo un hijo bastardo le come el pene recién cortado a un esclavo frente a su propia cara, a horrorizarnos y quedar paralizados por la Boda Roja o a poner en prime time la incestuosa relación entre Cersei y Jaime?
Podría especular motivos por los cuales una serie que rompió muchas lógicas televisivas se convirtió paulatina pero indiscutiblemente en un show televisivo sin más. ¿Será casual que la decadencia de GoT comience cuando la serie deja de basarse en la saga literaria de Canción de Hielo y Fuego? No, no lo es. Son textos diferentes. Materialidades diferentes. Por lo tanto, no es casual que un formato como el televisivo, que tiene un público heterogéneo, sea una versión edulcorada de la impredecible saga de libros. Pero más allá de lo sangriento o no de la serie, lo que también ocurrió al cambiar el género fue que la trama geopolítica y bélica, la construcción de lo político que caracterizó a GoT durante las primeras cuatro temporadas también se simplificó, hasta llegar al punto de una batalla entre el bien y el mal. La masividad, claramente, también influyó en la debacle que culminó con lo que para mí es un insulto al televidente: la temporada final.
En los dos episodios que van de la actual temporada no hubo conflictos políticos. Casi no aparecieron los antagonistas y no hubo batallas. Pero lo que más me llamó la atención es que, hasta ahora, la gran mayoría de las escenas presentan conflictos personales o íntimos. Son todos reencuentros, confesiones, discusiones personales. Sobra el primer plano, como en los diálogos entre Samsa y Daenerys, Jon y Arya, Arya y el Perro, Sam y Jon, y así ad infinitum.
El tipo de discurso (televisivo) y la masividad, por otro lado, hacen que una historia completamente indescifrable se convierta en un desarrollo de hechos sumamente esperables e inverosímiles. Sí, ya sé: hay dragones. Pero no es lo mismo la literatura fantástica que una tropa de diez soldados luchando contra un ejército de miles de inmortales resista hasta que desde el otro lado del mundo lo venga a salvar un dragón. Sobre todo cuando los tiempos narrativos de la serie siempre fueron otros. Así que conmigo no, George Martin.
Predecible y llena de clichés. Todos los lugares comunes que debe tener una serie taquillera, GoT ahora los tiene. Al punto tal que también creo que cambió de género narrativo. Pasó de ser un drama político a una novela dramática, con toques de comedia. Pero a una mala novela con un humor masticado que hace foco en los estereotipos. Relaciones amorosas románticas y heteronormativas de los lindos con las lindas y los feos con las feas; los personajes graciosos son gordos (Sam y el ayudante de Brianne), brutos y toscos (Tormund) o una mujer caracterizada con rasgos “masculinos” (Brianne). Y a veces creo que es una parodia, como cuando la declaran caballero a Brianne, con una música triunfal de fondo. Y no solo eso, sino que comienzan de a poco a escucharse aplausos de a uno hasta que todos ríen y celebran la consagración y la música en el máximo de su esplendor. Donde antes había tragedia, donde todo era miserable, ahora hay melodrama. Todo ahora es épico en Game of Thrones. Desde una mirada a un diálogo. Desde un reencuentro a una amenaza. Desde un paso a un chiste gordofóbico o una preocupación.
En los 55 minutos promedio que duran los capítulos prevalecen los sentimentalismos. Hay redenciones y perdones, como las de Theon Greyjoy o la de Jamie Lannister. Arrepentimientos y juramentos de tipos y tipas que han asesinado a niños de manera cruel y sin culpa. Lo cual ya va dando una idea bastante clara de quiénes serán los que no llegarán al final de la serie con vida: Theon, El Perro y Tormund son fijas. Y estoy entre Jamie y Brianne. Obvio que Cersei kaput. Sí, ya sabemos cómo termina: ganan los buenos. No hay final si gana una horda de zombies inmortales y errantes porque no hay historia que proyectar. No hay fin porque los que vencerían no tienen fin.
Por lo anterior, y porque explican todo con diálogos opas (como cuando Daenerys explica que Jon es el heredero del Trono de Hierro segundos después que Jon se lo dijera y solo un capítulo después que Sam se lo dijera a Jon) para adecuar la complejidad de los clanes que componen la serie a los públicos que se engancharon hace poco con la serie, creo que Game of Thrones es un insulto a sí misma y, mucho peor, al televidente. Lo trata de estúpido. No hay globos pero sí dragones.
Y si es tan mala por qué la sigo viendo, podrán acusarme ustedes. Primero porque quiero saber qué onda Bran Stark. Y segundo porque espero que al final aparezca ese tipo llamado Bielsa que transforma el mundo para bien. Y que cuando todo esté perdido transformará al Norte en un hermoso paraíso.
Me encantó!